B-movie se pretende ultra moderna, cómo lo diré, en su activísima y aprovechadora nostalgia (revísalo todo desde el hoy ‘post todo’). Bueno pues, llegaste tarde, nunca estuviste ahí. Lo mejor ya pasó… ¡Pero yo tengo las cintas! Bendito Marc Reeder retro chic.
Así como los jóvenes de aquellas épocas fetichizaban esvásticas y otras cosas más, B-movie ama por sobre todo ese pasado turbulento de sublime libertad que se presta a la leyenda y que podía no se sabe si crear otra sociedad y que se diluyó en un… casi lo logramos, estuvimos cerca, pero ya (casi) todo pasó… y ni siquiera nos volvimos ricos, y entonces bueno haz una película con tus filmaciones guardadas en tus cajones.
Berlín, aún hoy, por cierto, es una ciudad fascinante y muy libre, o eso es lo que afirma la propaganda… Por mi parte hubiera preferido un documental más sensorial y menos ‘guía turístico’ super explicativo con voz en off corporizada.
El material de archivo es riquísimo, y se aprecia esa gracia la natural en la captación de momentos… Las fuerzas renovadoras de este panorama de músicos electrónicos y experimentales es un regalo aún en su fracaso final y sí, en tanto fueron fieles a su vocación y su visión…
Tengo algunas dudas sobre la organización del material: la fuerza testimonial era mayor que la fuerza de la ficción ‘normalizadora de lo ordinario – extraordinario’: la prosa reporteril estropea un poco, achata y aplana la fuerza proteica de los fragmentos que están llenos de iluminaciones y que dejados solos hablarían más agudamente por sí mismos.
Por último, B-movie no exhibe ni por asomo una gran conciencia histórica y política, pese a ser un documento con dichas características, pero de todos modos (y si no le pides ‘tanto’) no es ahí donde reside su valor.
Primera entrega del ciclo:
https://www.limagris.com/ciclo-mayo-2018-en-el-cineclub-de-la-universidad-de-ciencias-y-humanidades-uch/