El jurado del festival eligió como Mejor película del año a “Azul y no tan rosa”, de Miguel Ferrari, por mostrar los desafíos, tensiones y posibilidades de la cotidianidad marica: el amor, el odio y la resilencia como posibilidades de creación, encuentro e invite a la construcción colectiva de una sociedad en la que cada persona se acepta y transforma su propia historia y la de los demás.
Es una película que amplía el mensaje del respeto y la inclusión desde el sentido más amplio del término, que contempla no solo las imágenes de lo que la sociedad nos impone como respetable, sino que desde la tragedia y la sordidez, nos ayuda a ver críticamente las dinámicas sociales al respecto. Y, al tender esos amplios puentes, es también un testimonio políticamente comprometido de los complicadísimos desafíos que aún tenemos hacia la igualdad.
Se destaca por su impecable trabajo técnico que plantea una sucesión de acciones y discursos, con diálogos que no resultan exageradamente dramáticos sino ligeros, divertidos e irónicos, y una propuesta visual que, desde un inicio con la escena de una presentación teatral, advierten el buen ojo para los detalles que tiene el director.
Y otorga una Mención honrosa a “Naomi Campbell”, de Nicolás Videla y Camila José Donoso, por constituir un relato político comprometido no solo de la experiencia trans sino sobre todo de la exclusión y cómo golpea el sueño de hacerse un regalo para ser más bonita y más una misma. Uno de sus mayores logros es su propuesta visual, esta suerte de vaivén lúdico entre el documental y los momentos grabados con cámara en mano en las que el personaje se libera en una especie de catarsis transgresora y desenfadada.