Opinión

Ayllus del sol. Anarquismo y utopía andina, de Wilfredo Kapsoli

Lee la columna de Mario Castro Cobos

Published

on

No es de mi especial interés, ser, lo que, con ingenuidad racionalista, llaman objetivo. Seré más objetivo -me permito una broma que tal vez no lo sea- siendo más subjetivo (y habrá que ver cuán subjetivo); es decir, dando cuenta sucintamente de mi propio microscópico proceso mental.

Llegué al libro (el libro llegó a mí), primero de manera relampagueante, en posesión de una de mis varias identidades: la de frenético curioso que recopila y almacena libros digitales. -Quiero leerlo todo y los ridículos límites humanos no me lo permitirán-. Llegué al libro por segunda vez, y al autor del libro, con otra identidad, más calmada y humana: a través de un buen amigo, que lo está re-editando. Y aún no me recupero de mi sorpresa, vasta como la noche de la ignorancia compartida. Un tal Flores Galindo es literatura light y de autoayuda al lado o al frente de lo que Kapsoli recoge con ejemplar minuciosidad: unas voces estremecedoras que claman justicia.

Por qué algunos serán más sensibles (sin ser santos ni nada parecido) a esas voces, que no son otra cosa que la voz dentro de uno… lo mejor que hay dentro de uno. El deseo de justicia (el amor fraternal) debería ser más fuerte que el deseo erótico.

El milenarismo y utopías varias sonaban a campanitas extemporáneas, pero olvidarlas perpetúa el baño de sangre oficiado por los viejos-nuevos gamonales del Perú. La ultraderechización generalizada le da una restallante actualidad que salta a la cara. No era un libro que incluía un suavizador de regalo, era, como quería Kafka, un libro que mordía.

El libro es un vasto país o un pedazo de mundo que estoy recorriendo y saboreando. No tengo autoridad para decirlo, pero deberían leerlo si lo que necesitan es la inspiración puntual y sangrienta que aporta a la conciencia, precisamente, este libro.

Y ante estas voces, que pedían encarnar en nuevos cuerpos, mi manera visceral de responder, le dije a mi amigo, sería hacer una película. Es que esas voces siguen vivas.

Mi manera de relacionarme fue cinematográfica: La Comuna de París, de Watkins, Tierra de los padres, de Prividera, Perut & Osnovikoff, Straub-Huillet, el primer largo de Weerasethakul…

¿Cómo hacerles justicia a estas texturas sonoras punzantes, demoledoramente significativas?

Comentarios
Click to comment

Trending

Exit mobile version