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«Ay la Chichi, otra vez» por Umberto Jara

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El día de hoy, sábado 23 de mayo, Perú21 salió a la venta con un titular de shock: el servicio de buses metropolitano de Lima circula abarrotado de gente en plena pandemia. La fotografía a cargo de ilustrar la mortal situación ¿era del metropolitano limeño? No. Era una imagen del Transmilenio de Bogotá, Colombia, publicada el 23 de abril pasado. La Sra. Cecilia Valenzuela, directora del tabloide, puso en circulación una primera plana con una mentira.

Una de las principales lecciones que se aprende en el oficio del periodismo es aquella que se enseña en (casi) todos los diarios del mundo como una materia obligatoria para quienes llegan al cargo de director: el valor de una primera plana. Por eso, el día de hoy, la otrora estrepitosa reportera y luego bravucona conductora televisiva, ha entregado otro bochornoso capítulo en la pobre historia del tan desprestigiado periodismo peruano.

Un hecho grave porque se entiende que un diario está obligado a la verdad. Aunque, ya que estamos en Perú, es necesaria una acotación. En esta tierra del sol (y el dólar), los medios del grupo mayoritario de la prensa, conocedores de que la verdad es incómoda han decidido que no sea divulgada tal cual es, porque afecta el presupuesto y han dispuesto que se difunda algo que se parezca a la verdad, esa ficción que los peruanos vemos en estos días: eufemismos disfrazados de verdad y acompañados de las encuestas de ciencia-ficción.

Como la Chichi es ay, la Chichi, se olvidó del disfraz, se olvidó de la ficción y se fue de frente a la mentira, un oficio en el que tiene experiencia según lo atestiguan los archivos.

Es importante anotar para el público que no conoce el trabajo interno de un diario, lo siguiente: la responsabilidad de una portada es del director y ya que estamos en tiempos de paridad aclaremos lo obvio: también es responsabilidad de la directora. Supongamos que Chichi delegó a un tercero la tarea de realizar la portada —en el Perú los directores suelen creer que el cargo autoriza a la vagancia bien remunerada—; entonces, en caso de delegación, tenía, por lo menos, que revisarla y aprobarla. Alguien dirá, con ese estilo tan limeño «pero, bueno, pues, se le pasó la foto». No. No es así en un diario. Si un fotógrafo trae una imagen del metropolitano abarrotado en pleno pico de pandemia se trata de un tema gravísimo; entonces, un director realmente competente le pediría al fotógrafo que le muestre todas las imágenes que registró, le pediría detalles, le preguntaría cuantas estaciones viajó y si en todas había ese amontonamiento de gente y hasta le pediría hacer un recuadro con su testimonio.

Así debería ser o así era antes de que se pusieran de moda el periodismo de escritorio y el periodismo de conversación y antes de que la Chichi llegase desde el infierno de la televisión a un diario sin tener la costumbre de leer. Ella ya nos había contado, a raíz de su affaire con doña Maki, que no tiene tiempo de leer todo el diario. Al parecer, aquella vez nos mintió (es una de sus mejores virtudes), pues, en verdad, no lee ni la portada del diario que dirige.

Si lo ocurrido en la mañana fue deplorable, en la tarde ocurrió algo ruin. En un tuit oficial de Perú21 se publicó este mensaje: “El editor central de diseño de Perú21, Luis Hidalgo, se disculpa con los lectores y con las autoridades de la ciudad por la imagen errada en la portada de hoy sábado 23”. Para encubrir su responsabilidad, la Chichi, ay, ordenó que le traigan a uno de los muchachos que día a día rema en las galeras, le puso un bozal, lo ató de manos, lo lanzó al mar de las culpas y publicó un tuit con la verdad oficial que, como sabemos, es oficial pero nunca verdad.

Un director o directora, en cualquier país del mundo y hasta en las series de Netflix, pone la cara y asume con decencia los errores propios y con mucha más razón asume los errores de los miembros de su equipo. Pero, la Chichi, siempre entendió (es un decir) el periodismo de otra manera.

¿Qué dirá el conglomerado directorio del conglomerado de medios? No dirá nada. A ellos, les encanta el periodismo que disfraza la verdad. Para ellos, lo de la Chichi es tan solo un olvido del disfraz

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