Cine

Autoerótica, de Andrea Hoyos (2021)

Lee la crítica de cine de Mario Castro Cobos.

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No voy a ponerme autoerótico con el cine peruano si no hay razón. No hay, en Autoerótica, trazos de espíritu subversivo, inconformista, o renovador, no hay un espíritu crítico, nada de eso, o más bien poco; encuentro, más que nada, otra película neoliberal obediente al mercado y a la moda (incluso con retraso): con letreros o slogans ‘progre’ para consumo de acomodaticias y ensimismadas clases medias que no quieren ver, con necesario detalle, la extensión y profundidad de su propia miseria.

Llámalas si quieres películas ‘de medio tono’, donde nada es demasiado nada. ¿Muy clase media, no? O nada es ‘extremo’ o nada es tan grave; o no se toma como tal, aunque tal vez lo sea. La aplanadora ideológica hace su trabajo y toda experiencia deviene chata y plana. Igualación, indiferencia, superficialidad: el arte de pasarlo todo por encima. Así, Autoerótica aletarga y exhibe contradictoriamente una falta de peso en su ritmo pausado, pesado y bastante pasmado. Voluntariamente -o no- es lastimosa, o casi cómicamente, como si todo diera igual. Aburrimiento congénito, ¿no hay vida fuera de tu burbuja?, y sobre todo, ¿no hay nada de valor, superior a la miseria ya señalada del entorno? Respuesta. Anestesia existencial, apatía vital. Así es la vida y hagamos como si nada pasara…

Ojo; todo esto se podría mostrar con agudeza, furia, ironía, angustia, horror, intensidad, elegancia, belleza, lucidez, sabiduría, frialdad clínica… Lo que haría la diferencia.

Autoerótica me transmitió su ingenuidad tenaz en la presentación o examen de una adolescencia; hay un ‘así es y no le busques más vueltas que no hay o me da pereza ir más allá pues me atengo a la fórmula indie lindi’. Invasión masiva de indolencia. Esta película no muerde. No se debería olvidar que la adolescencia es un lugar privilegiado desde donde disparar sobre la sociedad; a cambio, una oda de clichés bastante desabridos. Muy poco dedo para tanta llaga… En resumen, si había un punto de vista fuerte y extraíble sobre lo que se muestra, es un punto de vista que no aparece en la película.

No quiero decir que esperaba más drama o más acción. O más historia. O más emoción. O más ritmo. Era como si tu mamá o tu tía o tu amiga o tu novia o tu prima te contaran… sí, hay un interés humano… sí, hay un nivel de testimonio, y sí, hay un nivel de anécdota: puntos de partida. Tienen que ser sobrepasados, atravesados, para que pase algo. Para que algo se rompa y quede un hueco y para que algo brille. Si no hay eso.

Lo desvaído y lo alarmantemente pasivo. Se trata, al contrario de lo que parece a algunos, de una película conservadora, conformista, resignada, aunque algunos crean encontrar audacias inéditas (¿la primera vez que una chica se masturba o aborta sin culpa en la historia del cine peruano?, ya pues) en su autocomplaciente vocación esencialmente inútil de perdonavidas.

(Me adelanto a otras lecturas. Aclaro que soy de izquierdas y que estoy a favor del feminismo, de la sororidad y del aborto.)

Una obra tiene su razón de ser en provocar alguna toma de conciencia, en nuevos datos o maneras de sentir una situación, de superar fórmulas usuales en -como se dice- el tratamiento de un tema.

…Y así es como la adolescencia (felizmente) sigue guardando enormes secretos y posibilidades…

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