Opinión

Audition, de Takashi Miike (1999)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Si el horror existe, cosa que todos aceptan, por lo menos en un nivel básico, muy superficial, y muy obvio, uno imagina a alguien razonable y sensato —y no creo que muy convencional-—, alguien como Miike, por ejemplo, que, rompiendo en cierta forma el pacto cobarde y tonto del decoro, diría, bueno; y así son las cosas ¿no?, así que díganme, ¿cuál es el problema? Y añadiría: ¿y por qué no hablamos más de esto, hasta puede ser divertido? Y yendo todavía más allá, que es lo que ocurrió, nos regalaría una película tan dulce y bonita como esta.

La vida es lo que es. Pero la aceptación realista no de lo más común en la práctica vital de la mayoría de la gente. ¿Cuántos de nosotros miran al horror de verdad, hasta el fondo? Como diría Thomas Ligotti: “Solo podríamos escondernos del horror en las profundidades del horror”.

Más bien escapamos, evadimos, reprimimos una conciencia más integrada de la vida, de lo que es la vida. No es difícil darse cuenta entonces de la saludable función de la pesadilla, del mal sueño. Un aviso, una advertencia, un recordatorio, un comentario incluso jocoso y sonriente es pertinente, y así vamos a contar un cuento que ilustre el regreso furioso de lo rechazado. Y gracias al cielo (y al infierno) que existe el género del horror.

La película es muy agradable desde el punto de vista de esta necesaria ‘crítica de las costumbres’ y hace bien deleitándose primero en la plana y chata existencia de un pobre hombre clasemediero y luego en el dispositivo disparador de hacer un casting para conocer a la chica de sus sueños (el tipo es viudo, de noche hace frío y está solo). Y lo que sigue.

Lo divertido y didáctico es mostrar la convivencia de los extremos. Un personaje femenino con todas las cualidades para ser la esposa perfecta en clásica versión nipona (y no solo nipona). Y su otra personalidad.

La película es racional a su manera, queda explicado y hasta justificado que ella hace lo que hace por su trauma, lo que no quita cierto desenmascaramiento de la complicidad sádica del espectador si se pone del lado de quien tiene todo el poder destructivo y vengador de la chica abusada. Y al mismo tiempo, claro, es una película sentimental y romántica. 

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