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Atentado terrorista contra la revista Charlie Herbdo en París deja 12 muertos

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PARÍS. Eran las 11:50 de la mañana cuando una profesora nos conmocionó con la noticia: Charlie Hebdo había sido atacado. La amenaza infundida hacía tantos años, venganza contra los dibujantes y trabajadores del semanario, había sido cumplida. 7 años duraron aquellas intimidaciones, pues fue en el 2006 cuando el semanario se hizo conocido al publicar caricaturas sobre Mahoma. Diversos extremistas musulmanes se sintieron ofendidos y juraron venganza. Pero tantos años y tantas amenazas habían pasado que, al final, todos se olvidaron.

― 10 muertos ― nos dijo la joven profesora.

¡10! Era una cantidad enorme.

―Y el ataque fue con armas kalachnikov.

En un país en donde era raro escuchar una bala fuera de la temporada legal de caza, causaba sorpresa y terror saber que aquellas armas de guerra circulaban por la calle para eliminar gente.

Con el pasar de las horas, las víctimas aumentaron a 12. Gran conmoción en el colegio. Alumnos preguntándose en qué ciudad de los Estados Unidos se había producido aquel cobarde crimen. Se imaginaban cualquier país menos Francia, pues aquí las noticias rara vez pasaban hechos sangrientos en la televisión.

La clase fue difícil de realizar. Todos querían respuestas al preguntarse desde cuándo la ciudad luz se había vuelto un campo de guerra.

― ¿Dos policías muertos, profesor?

Otro tema delicado. En Francia la gente difícilmente le faltaba el respeto a un policía. ¿Cómo explicar, entonces, a aquellos adolescentes en formación que un grupo radical había eliminado a las personas que nos protegían?

Con el pasar de las horas, la información fue dilucidando dudas. Las imágenes son chocantes y destrozan el corazón más duro. Ver al policía acribillado, sintiendo el dolor de aquellas balas que atraviesan su cuerpo, revolcándose de dolor en la acera, sintiendo que su sangre lo abandona y lo debilita y profiriendo la última frase de su existencia a su atacante: «c’est bon, chef». Traduciéndose literalmente como: «está bien, jefe» o interpretándose a la realidad peruana: «ya perdí». Pero ni esa frase sensibilizó el corazón del cruel asesino a quien no le tembló la mano para extinguir aquella suplicante vida con un certero balazo en la cabeza.

Nadie está en contra de ninguna religión, pero los fanatismos no pueden ser justificados. Hoy se ha enlutado a una docena de familias y se ha angustiado a muchas otras más quienes rezan para que sus familiares no aumenten el número fatídico de un atentado sin razón.

Diversos políticos se han manifestado, incluyendo la alcaldesa de París quien insta al pueblo a salir a protestar a las calles rechazando la violencia y el fanatismo. Francia es la tierra de la libertad y nadie puede callar con terror la libertad de expresión.

Esperemos que este hecho sangriento no nos haga sentir inseguros, que podamos seguir caminando con tranquilidad por las calles parisinas, que salgamos a trabajar con la certeza de que volveremos a casa y que nadie nos meterá un balazo por decir lo que pensamos.

Descansen en paz todas esas almas que un día cualquiera como hoy cometieron el pecado de ir a trabajar.

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