El monumento arqueológico de Cerro Sechín es uno de los centros ceremoniales tempranos más importantes del Antiguo Perú. Está ubicado a 375 kilómetros al norte de Lima, entre los ríos Casma y Sechín. Este complejo religioso se inserta en las faldas del cerro del mismo nombre, a unos 5 km al este de la ciudad de Casma y es famoso por sus grabados en piedra —o litoesculturas— que representan a guerreros, sacerdotes y víctimas desmembradas. Esta obra de arte se halla distribuida en todo el perímetro del muro de delimita el edificio principal y han sido recientemente “preservadas” aplicando técnicas especializadas en la conservación de piedra, que pocas veces han sido aplicadas en Perú, según se puede leer en la web de la World Monuments Fund, en un artículo escrito por Ingrid García Miranda, líder del Componente de Conservación del Proyecto Arqueológico Cerro Sechín y como parte del equipo de la WMF.
Pues bien, el fin de semana el arqueólogo Martín Chanta publicó en redes sociales una serie de fotografías que tomó del centro arqueológico y la sensación que nos deja es de espanto: de aquellos trazos en bajo relieve que decoraban el perímetro del edificio principal no queda casi nada. Se supone que la labor de conservación permite, justamente, consolidar el material que pudiera estar en peligro por la erosión natural del material expuesto al medioambiente, pero acá lo que ha ocurrido es grave. Según informa la misma página de WMF, se han aplicado “técnicas especializadas en la conservación de piedra, que pocas veces han sido aplicadas en Perú”, y que quizá no debieron aplicarse nunca. Las piedras han perdido su pátina natural, y pareciera que hubieran frotado el material hasta casi desaparecer el bajo relieve que durante más de 3,000 años ha soportado frío, calor, lluvia, humedad, sol extremo, vientos de arenisca y el paso de los humanos y animales.
Toda intervención arqueológica —se entiende— está supeditada a una supervisión de parte del Ministerio de Cultura, quien es el encargado responsable de velar por el bienestar, conservación y protección de nuestro patrimonio, pero no parece haber sido este el caso. Este proyecto ha sido financiado por el Fondo del Embajador USA, mismos recursos que fueron canalizados por la WMF y supervisado por el MINCUL. La pregunta entonces es lógica: durante el proceso ¿nadie advirtió el daño que se estaba haciendo? Al aplicar químicos se observa inmediatamente la reacción y se puede saber si el tratamiento era o no el adecuado ¿qué pasó acá entonces? ¿Quién responde por Sechín? Intentamos comunicarnos con Mónica Suárez, directora del proyecto, pero al cierre de esta edición, no obtuvimos respuesta.
De la misma forma, nos comunicamos con el jefe de prensa del Ministerio de Cultura pero tampoco hemos recibido su respuesta.