Superman cholo necesita a los superamigos. La kriptonita de la miseria lo ha tumbado al suelo y está ciego, camina a tientas, ha bajado más de veinte kilos y está profundamente deprimido. Casi todos los que lo quisieron ayudar siempre se aprovecharon de él, incluso Tondero, Carlos Alcántara y su Asu Mare 3 que recaudó 6 (seis) millones de dólares y solo le dio 100 (cien) soles y ni siquiera le agradeció. Y eso es lo que va quedando de la vida después de ponerse por casi tres décadas la capa y el uniforme para “luchar por la justicia”. Y ahora lo único que pide es una silla de ruedas.
“Súper amigos necesito con urgencia
una súper silla de ruedas. El tránsito de la luz a la oscuridad ha sido y es muy
doloroso para mí y los míos. Hace meses estoy imposibilitado de poder salir y
recorrer el centro de Lima a mi antojo, y, ruego a ustedes, el poder
facilitarme este vehículo que tanta falta me hace ahora en mi nueva condición”.
Dice Esteban Abel Chávez Martínez, el verdadero nombre de nuestro superhéroe.
Quizás la vida no le entregó lo que quiso. Nunca tuvo a una Superchica. Nunca pudo subir a un avión aunque sea para ir a Cuba y operarse ese glaucoma que ahora lo ha dejado en una noche eterna. Pero Superman cholo fue feliz alguna vez, cuando se disfrazó del Ché Guevara, el Llanero Solitario, el Zorro o Elvis Presley con movidita de cadera y todo. Y hasta postuló como congresista en una lista de “frejolito” Barrantes Lingán. Y recibió el cariño y el saludo de cientos de personas, vecinos y turistas que lo veían como un personaje propio de esta realidad de oprobio made in Perú. Y aunque nadie crea, Supermán cholo alguna vez tuvo un arma cuando trabajó de guachimán en la Vía Láctea (otro título no podría haber sido mejor), una residencial que quedaba al costado de la Universidad de Lima.
Ahora los niños de la quinta Las
Rejas barrioaltina, volteando la iglesia Mercedarias, lo corretean a pedradas,
le dicen “Supermán, ya no vuela. Vuela Supermán. Vuela”. Y Avelino (así le
dicen sus amigos) llora desconsoladamente como Hans Christian Andersen, el
creador del Patito Feo que era él mismo y al que los niños lo insultaban porque
era grande y feo. Pero nuestro Supermán hace ademanes como queriendo acariciar
las cabezas de esos pequeños que no entienden a un superhéroe caído en
desgracia. En cambio, los adolescentes del barrio lo tildan de loco, le patean
la puerta y dicen que los únicos “superhéroes” son sus amigos que roban o
venden pasta en las esquinas y pueden escapar de la policía volando por los
techos.
Esta es la cruda realidad de
nuestro Supermán Cholo. Este escriba recuerda que una vez por La Carroza, una
de las zonas más peligrosas de Barrios Altos, cuando hacía “barriales” para un
periódico chicharra, me encontré con una mancha de rateros que se me vinieron
encima, pero por arte de magia y de la nada, apareció Supermán cholo, Avelino
Chávez y dijo: “no lo toquen es mi amigo” y me abrazo sin conocerme.
Literalmente me salvó el pellejo. Y le invité una Coca Cola imperialista como
agradecimiento. Supermán cholo existe, amigos, y ahora necesita de nosotros.
Aquí dejo su fono para cualquier
tipo de ayuda: 990652162
Y una cuenta bancaria para cualquier depósito (foto de nuestro amigo Mario Navarro)