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ASÍ SE REALIZÓ LA PRESENTACIÓN DEL ÚLTIMO POEMARIO ANARQUISTA PERUANO

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Un poemario anarquista, actores  con las caras pintadas cual mapaches, un caso de homonimia del editor del libro respecto a un poeta muerto hace siete años, versos que celebran la santa anarquía, la dinamita, la desazón, la apatía, la lucha, porque si no hay solución, la anarquía continúa.

Anoche se dio la segunda presentación del poemario La lira rebelde libertaria  (editorial Anarcritica, 2016), una recopilación de  muestras poéticas de una veintena de autores intergeneracionales de todo el país. Un libro que recoge tendencias que van del anarco sindicalismo dinamitero (Leoncio Bueno, nacido en Trujillo en 1921) hasta el anarco punk (Stephany Calderón, nacida en Lima en 1991). El libro es un esfuerzo interesante de traer y ordenar (palabra tan ajena al espíritu anarquista de Bakunin) esa cultura anarquista vigente todavía en los márgenes del circuito cultural establecido.

La presentación fue en el Instituto Porras Barrenechea, una locación bastante burguesa y tradicional (Porras era un católico convencido y visitó la España de Franco con cierta frecuencia), consistió en una breve presentación del libro por parte de sus editor, Luis Rodríguez,   el crítico Franz  García y mi persona (me siento raro hablando de mí mismo en una nota).

Se habló de la cultura anarquista, de su implicancia política y su efecto cultural en la identidad peruana, especialmente como herederos de Gonzales Prada y su devenir en la historia contemporánea, su rechazo al comunismo y sus estructuras partidarias verticales. Hubo alguna mención a Bernard Henry Levi, se comentó cierta influencia de Bolaño en los nuevos poetas locales, o del hercúleo esfuerzo de que la poesía sobreviva en un ambiente tan  hostil a la cultura. También se reflexionó sobre la participación política de los anarquistas en las marchas contra la ley Pulpin,  el TPP y el No a Keiko.

Aunque de público limitado, alrededor de una quincena en un auditorio con capacidad para una treintena, el ánimo estuvo bastante alto, en su mayoría los asistentes eran jóvenes, con una paridad en la relación de hombres y mujeres. Hubo un breve intermedio en la que el grupo Sin auditorio  dirigido por Pablo Salas representó la pieza Los ciegos, un pequeño entremés teatral dramático (la actuación de la casi decena de actores recordaba a una escenificación de ataque zombie de una película salida de una pesadilla de Polansky, la mejor actuación según el público se la llevó una chica negra, que precisamente jamás habló en toda la obra, en tanto que mantuvo siempre y de forma muy convincente su papel de mujer loca (en verdad daba miedo solo verla). La presentación terminó con un breve recital de los poetas presentes (solo estuvo cerca de media docena de los cerca de veinte poetas que componen la recopilación del poemario).

Entre los poetas ausentes y el que más llama la atención, quizá por el halo trágico de estar muerto sea  Luis Ángel Rodríguez (no confundir con Luis Rodriguez, el editor del poemario que sigue vivo), joven poeta muerto hace apenas el 2009 en circunstancias todavía no claras; quien con pulso firme traza este verso frio, hazme morir  como un socavón abandonado, o este otro Prepara tu cabeza de napalm /  para el grito infinito. Hace recordar al poeta trágico Recalde. Pueden encontrarlo como fantasma cibernético en su blog El beso negro, que pareciera zumbarnos desde el más allá.

Otros poetas destacables en el poemario son García Corcuera quien tiene una aproximación bolañesca a la poesía cuando dice soy el desierto latinoamericano y luego continua  yo soy el desierto que torna brutos a los hombres. O el poeta Marlet Ríos quien tiene un tono solemne cuando parece susurrarnos versos gongorianos como danzar con sacerdotisas y sílfides a la luz de la Luna Llena/ y quemar todas las banderas irrisorias.

Como sea la presentación si bien no llegó  a una hecatombe es una muestra de que la cultura anarquista sigue viva, que publica, y que reúne una gran cantidad de nombre además de otras publicaciones como  el  fanzine Desobediencia.

Desde aquí os deseo que vuestra poesía llegue a la calle y toque la piel de los espíritus sensibles como los perdigones que dispara la policía a los manifestantes.

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