Arzobispo de Ayacucho lamenta que Semana Santa se utilice para dar rienda suelta a los placeres: “Qué pena ver la plaza sucia y tantos alcoholizados” [VIDEO]
“El próximo año ya no recibo turistas, recibo peregrinos”, enfatizó Salvador Piñeiro.
Ya desde antes de la pandemia la ciudad de Ayacucho durante las festividades de Semana Santa era un lugar donde los más jóvenes acudían no precisamente por su fervor católico ni para expiar sus pecados, sino para dar rienda suelta al desenfreno que el alcohol y otras sustancias alucinógenas les brindaban, por unos momentos, esa sensación de euforia.
En los días previos se estimaba que cerca de 80 mil turistas entre nacionales y extranjeros iban a visitar la famosa Ciudad de las Iglesias, tomándose eso como una buena noticia para la reactivación económica, en particular para los sectores de turismo y gastronomía, pero esto con el transcurso de las horas se fue tornando en una ciudad donde ‘estaba permitido todo’.
Tanto en la madrugada del viernes y el sábado los jóvenes visitantes se olvidaron de que se encontraban en la festividad más importante para el mundo católico, donde se recuerda la muerte y resurrección de Cristo, tomando y bailando en las calles de Ayacucho, como si se tratara de una gran bacanal al mismo estilo de Sodoma y Gomorra.
Fue el propio arzobispo de Ayacucho, Salvador Piñeiro, quien recriminó la pésima actitud de los visitantes nacionales y extranjeros quienes al finalizar su alocada celebración dejaron las calles, plazas y veredas de Ayacucho completamente llenas de desperdicios entre botellas de licor, comida y demás desperdicios.
“Venía a las tres y media de la mañana a mi catedral para la primera misa; qué pena, ver la plaza sucia y tantos alcoholizados. ¡No son hijos de Ayacucho! Porque ustedes aman su ciudad, porque ustedes valoran la Semana Santa. No vienen a imponer criterios, negocios; yo protesto desde el altar, que no se confundan los valores, del artífice ayacuchano, del hombre de fe, de tradición. El próximo año yo no recibo turistas, recibo peregrinos. ¡Que vengan a rezar!”, subrayó el indignado arzobispo ante la multitud congregada en la plaza de Huamanga.