Cultura

Artes marciales y poesía

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Hace muchos años, cuando el poeta Percy Hinostroza recién había salido del colegio y este servidor no publicaba ningún libro, tuvimos una conversa muy interesante con los viejos Aedos de la desaparecida ANEA que funcionaba en el jirón Puno 421 del centro de Lima. Ahí hablábamos de que la poesía tenía que ser vívida, fuerte y agarrar a las patadas a los lectores. Lógicamente todo esto eran barullos de adolescentes que poco o nada sabían de la poesía y menos de peleas. Eran inicios de los noventa. Muchos años después de que todo se hundiera en el marasmo: Alan-Fujimori-Toledo-etc., y después de muchos viajes y el retorno de Francia de Percy, nos reencontramos en Miraflores donde el poeta tenía una casa cedida por su hermana para volver a hablar de poesía y de la vida. Y otra vez nos reencontramos con los temas de siempre y de que la poesía tenía que golpear.

Para esto, Percy ya era un luchador de Karate y artes marciales que practicaba los fines de semana en la UNMSM y este servidor había aprendido a darle duro a una bolsa de box. Y nos propusimos hacer un recital de “Artes Marciales y Poesía”, entre otros cantos de versos planteado con el gran Héctor Ñaupari. Ya estábamos viendo a quiénes invitar y quiénes podían ser aliados naturales, seguidores de Mishima: Dante Castro que había sido peleador de karate y que alguna vez había retado al cinturón negro de Gustavo Gorriti. Rafael Inocente que sabía pelear a puño limpio o nuestro recordado novelista Manuel Rilo que batallaba a lo Bukowski. Eso sin contar, en el recuerdo,  al desaparecido José Pancorvo que dominaba el arte de la katana, al mejor estilo de los samuráis de los siglos X y XII, etc. Incluso pensamos hacer este evento en el Estadio Nacional. Soñar nunca ha costado nada y menos si es algo que sale de las tripas o del dolor humano o de un moretón en el rostro.

Lastimosamente, nuestro hermano Percy perdió la vida en un río de la selva hace solo unos meses. Su cuerpo fue encontrado tres días después. Y la tristeza nos dejó sin palabras y con los puños batiéndose en el aire. Desde Europa, nos escribió el viejo aedo César Cárdenas e incluso aportó pecuniaramente para que se le hiciera un homenaje a Percy. Lastimosamente todo este entuerto de la peste nos dejó sin probabilidades y las fechas pendientes fueron abolidas. Y a partir de ahora el gran homenaje que le debemos a Percy será de manera virtual. No nos acostumbramos, pero hay que intentarlo. Empezaremos por patear y golpear la pared de la indiferencia. Y derribar todos los olvidos a nuestros hermanos caídos.

Donde estés viejo amigo, hermanito querido. Paz y libertad.

Aquí siempre,


Rodolfo Ybarra.

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