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AREPA, AREPA, AREPA…

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Hace tres años en Buenos Aires fui testigo de la masiva inmigración africana que tomó la ciudad porteña. El paisaje urbano se transformó y ahora tiene entre sus calles a vendedores de peluches, billeteras, carteras y correas; todos ellos, jóvenes comerciantes africanos que cruzaron el charco pensando en el “sueño argentino”.

Nunca me imaginé que tres años después algo parecido sucedería en Lima. En la actualidad la crisis política, social y económica que se vive en Venezuela ha causado también una masiva inmigración de venezolanos, que han encontrado en Lima el espacio ideal para vivir y trabajar. A comparación de otros países, el peruano siempre ha sido amable con los extranjeros,  eso de alguna manera ha permitido la proliferación de venezolanos vendedores de arepa.

“Arepa, arepa, arepa”,  es lo que se escucha ahora en cualquier punto de la ciudad, los venezolanos han sabido ingeniárselas para poder ofrecernos un curioso producto de su gastronomía. En su mayoría son jóvenes, chicas y chicos que trabajan con la finalidad de poder rehacer su vida. Ellos no vinieron por el “sueño peruano” ellos están aquí para recuperar una vida arrebatada por el gobierno chavista.

Estudiantes, periodistas, ingenieros, mecánicos, arquitectos, enfermeros y profesores venezolanos, han encontraron en la venta ambulatoria el primer paso para establecerse en Perú. Muchos venezolanos se han dado cuenta que lo que ganan en un día vendiendo arepas en Lima, lo ganaban en tres meses en Venezuela.

Ya no son cientos, ahora son miles de venezolanos que mediante la venta de arepas logran ayudar a su familia enviando dinero. Miles de venezolanos que también ahora son parte del paisaje urbano que envuelve Lima,  una ciudad que se agita y suda entre colores y sonidos. Solo espero que Gastón Acurio no coma arepas, porque no pienso pagar más de cinco soles.

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