Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra

Apuntes Intempestivos sobre el «Ulises» de Joyce en atención al 69° Bloomsday

El Bloomsday un evento anual que se celebra en honor de Leopold Bloom, personaje principal de la novela Ulises de James Joyce (16 de Junio de 2023).

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El 16 de Junio de cada año desde 1954, grandes aficionados a la segunda y gran novela de James Joyce se congregan en Dublín en una gran manifestación turística llena de afectos literarios en los que recrean el día en que transcurren las peripecias de Leopold Bloom en el curso del día 16 de Junio de 1904, fecha atribuida por el capo autor de Música de Cámara a las coordenadas temporales de la obra en cuestión, que, en realidad, es otra suerte de homenaje al día cuando conoció a su mujer y musa, Nora Barnacle.

Ante este caleidoscopio de fechas y símbolos superpuestos y entrecruzados, que, en este momento, exceden largamente el ámbito de la propia capital irlandesa, puesto que se dan en diferentes latitudes que comprenden el mundo entero, de modos tan o más fervientes que en la representación original, ofrezco las siguientes reflexiones un día después del sexagésimo noveno Bloomsday:

La aventura literaria de Joyce en “Ulises” es una de las más significativas que han existido porque implica una gran fe en el lenguaje y en las posibilidades de la literatura para abordar cualquier cosa. Es, también, una inmensa entrega a la palabra que vale el doble (el triple, etc.)  en su audacia, pues se produjo cuando se iniciaba el breve camino secular en el que la palabra sería desplazada por la imagen, paradoja mayor dada la semiceguera del irlandés prodigioso.

“Ulises” fue una novela que no halló facilidades para su publicación (como quizás sucede con todas las obras maestras), sufrió imputaciones de obscenidad, vio retrasada su presentación ante el gran público por varios años y fue censurada (parcialmente) hasta que Silvia Beach le dio hospicio y viabilizó la impresión en Francia, siendo Ezra Pound, inefable y omnipresente mentor de buena parte de la más grande literatura en lengua inglesa de su tiempo, una suerte de intermediario en este proceso y  también, un agente de bonanza para el dublinés.

En todo caso, los más grandes autores posteriores al inmortal creador de “Retrato de un Artista Adolescente” le han rendido homenajes como hizo William Faulkner ( “Hay que acercarse al ‘Ulises’ de Joyce como el predicador bautista iletrado se acerca al Antiguo Testamento: con fe.”) y otros más mesurados o contenidos han intentado desacreditarlo como Virginia Woolf (quién junto con su marido desdeñaron publicar el volumen en su cansina Hogarth Press y como es fama expuso que ‘Ulises’ era la obra de un escritor «autodidacta, egoísta, insistente, teatral, y en última instancia, nauseabundo»…).

Ahora, nada de eso importa cuando sólo quedan pocas obras de mérito para  estudiar y pocos nuevos caminos que trazar en las rutas de la literatura, pero sí podemos decir cómo quien hace una breve memoria del mérito joyceano en su segunda novela que abarcar todo, aún lo más mínimo en torno a un intrincado procedimiento técnico temporal ha sido muy entretenido, pero no nos ha legado nada, excepto ironía, rigor formal y sagacidad.

De hecho, poner en una obra todo y abarcar todo desde el pretexto de lo mínimo (la existencia de Bloom es la de un cualquiera) fue una gran revuelta coyuntural, pero al hacerlo se  renunció a trascender los frescos totalizantes, violentos y convulsos de los maestros rusos decimonónicos, solo por poner un ejemplo de otro tipo de cumbre literaria acaso más importante.

Visto desde esta perspectiva, “Ulises” no es el surgimiento de una nueva era en la literatura sino el fin de la literatura porque es imposible llevar la literatura más allá salvo que aparezca un genio loco y lúcido  que combine la destreza formal y lingüística de Joyce con la pasión visionaria y terrible de Dostoievski, dicho sea esto por tan solo dar una idea acerca de la gravedad de nuestra era o del estado situacional de la literatura y de la humanidad. Tal es así que el siguiente proyecto de Joyce (“Finnegans Wake”) pese a ser más complejo que la novela en cuestión resultó un fracaso pleno para todos los que lo criticaron en su momento (aunque quizás haya claves en ella que no se han asimilado aún).

En atención a este orden de ideas, creo que nadie debería insistir en la literatura del yo y sus miserias después de esto… Vanos timadores de lectores sin criterio…. Si la literatura no es el exceso, sólo puede ser entretenimiento o catarsis y eso sólo le sirve a los ociosos y a los que se desahogan, presuntamente, escribiendo.

En fin, pese a todo,  tengo la impresión de que no hay más literatura después de “Ulises” sino sólo una sumatoria de juegos menores o episodios parciales de grandeza que resultan mínimos si vemos las tradiciones anteriores pese a Faulkner, Celine o los autores del boom latinoamericano.

Ahora triunfa lo audiovisual, además. Las grandes construcciones literarias de la época (forjadas por grandes mentes literarias e imaginativas) son las películas y las series y si a alguien se le ocurre llevar “Ulises” a ese formato cuando ya se han desgastado todas las minucias posibles, lo único que cabe esperar es un triunfo rotundo del esnobismo.

Lo curioso es que Joyce era, sobre todo, un poeta (como Dostoievski y como la mayoría de los grandes autores de la Historia). De hecho, Borges, echaba de menos que no se hubiera dedicado a escribir más poemas, pues varios fragmentos de “Ulises” estaban en el nivel de Shakespeare, según la generalmente certera opinión del bonaerense.

Quizás Joyce con todo el alcance de su genio a la mano se dio cuenta, hace más de cien años, que no vale la pena escribir un sólo verso más que sea digno de estar a la altura de la extensa tradición de grandes poetas que ha tenido la humanidad.

Pound, también, fue consciente de eso y por eso el canto del cisne de la poesía son sus “Cantos”… Aún cuando se insista en escribir poemas, la Poesía hace tiempo que va por otro sitio (Gombrowicz y todos los amantes de la poesía se dan cuenta del desgaste absoluto del verso y de la limitación breve de la poesía en su encaje habitual, etc. Véase el admirable ensayo “Contra los poetas” y otra vez etc.).

No hay mucho que celebrar ni recordar excepto que “Ulises” no es tan intrincado como creen muchos ni tampoco es la fundación de una nueva era. Es un libro accesible (como “Trilce”) aunque lleno de referencias cultas y otras muy localistas. Sin embargo, su exhibición de técnicas y formas redujo la literatura a ser solo manierismo e ironía y acaso una sugerente proposición de trastornos comunes.

El techo de la humanidad es, desde luego, saber reírse de sí misma (y aquí Joyce acierta como ninguno), pero, también, propiciar la exaltación de algunos hasta los extremos imposibles de los dioses.

La cerrazón y la constatación de la imposibilidad de tocar el cielo en el mundo y el tiempo de Joyce hacen de “Ulises” el testimonio final de una civilización que dio todo lo que pudo dar (incluyendo el máximo horror que llegaría en muy poco y que Joyce no contempló en su obra) y que necesita ser fecundada de nuevo por savias más saludables o desaparecer.

Joyce, en su propósito desacralizador y socarrón, degradó al más inteligente de los antiguos griegos y lo volvió un tipejo ordinario y, además, cornudo (Molly Bloom es absolutamente la antípoda de Penélope). Hizo de Dublín, una ciudad subalterna, un escenario en el que se pudo vislumbrar el devenir de Occidente (Israel y Europa) y así ensalzó a su país (gran mérito pues, también, lo críticó con la violencia de los que aman un país que saben inferior a su propio mérito) pero escribió su novela en inglés y no en gaélico, aceptando, así, todas las mezclas y se resignó a ello y aún así, admitiendo banalidades y caídas, triunfó.

Reitero, la grandeza de esta obra radica en la comprensión de que sólo la síntesis puede dar una idea aproximada del mundo moderno y de que sólo la palabra puede erigirse como un testimonio de nuestra caída como especie o como civilización.  En todo caso, es  también, un muestrario de todo lo que se puede poner dentro de una novela en términos formales.

Después de una novela así, nadie debería intentar escribir si no va a realizar prodigios. Incidir, por tanto, en el exhibicionismo de puras miserias es lo peor y si Joyce lo hizo, al menos, tuvo como pretexto el descomunal vigor de su verbo, la versatilidad de su escritura y su mágico baúl sin fondo de recursos literarios a lo que se sumó una suerte de contraposición entre un mínimo rincón del Mundo, una colonia, de hecho, (Irlanda) y Occidente (con todos sus conocimientos y representaciones, incluso, el poder). Es decir sin tener todo este bagaje, preocuparse por nimiedades en Literatura es sólo una pérdida de tiempo y un desgaste de talento.

Joyce fue altísimo como artista pero siempre me lleva a preguntarme cuál es su valor respecto de Tolstoi, Dostoievski o Cervantes (autores que todos conocen y a los que nadie puede negar mérito alguno)….

Quizás, el solo hecho de hacernos esa pregunta nos dé la idea de su valor y, también, de sus falencias.

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