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APRENDIENDO A VER LO QUE PERMANECE EN EL TIEMPO

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Escribe Rebeca Ráez

Del 21 de febrero  al 21 de marzo la Sala de Arte del Museo Qorikancha presenta la exposición “La Tradición en el Tiempo” por los artistas Edgar Elorrieta Salazar y William Mérida Pilares.

El color, la piedra. El movimiento sobre un soporte plano, la danza que emerge de una proeza  milenaria. Así se encuentran dos artistas, que es casi como decir dos mundos, o para decirlo mejor, dos perspectivas complementarias.

Al caminar por la galería nos encontramos con piedras gigantes y pulidas que parecen seres en meditación,  brillando bajo la luz de las estrellas, es inevitable querer acariciarlas, la sensualidad de sus formas nos invita a una exploración táctil. Tocar, palpar, sentir, una pregunta surge en mi cabeza ¿desde cuando no podemos tocar el arte?

Nuestro sentir acelerado y a la vez contemplador contrasta con el efecto luminoso de los colores de Mérida. Hay una matemática acertada en el infinito de los ángulos que se muestra como la fibra de nuestros textiles con escritura codificada, en la mano del pintor se convierten en algoritmos que nos conducen al infinito, a la continuidad.  El tiempo-espacio dilatado existe por eras, casi tan antiguas y dimensionales como las que nos muestra Guamán Poma desde la creación incaica.

El ritmo constante frente a la permanencia. Es ahí donde ambos universos se juntan y dialogan, porque son necesarios no entre sí, sino para nosotros los espectadores. Nuestra vista busca alianzas del color y la materia; y en el espacio funcionan y crean dinámicas complementarias. Buscamos eso también fuera del arte,  cuando queremos experimentar el yin y yan, no como fuerzas absolutas sino modulares en volumen, flexibles en su existencia universal. Existe lo definitivo como concepto y el mismo concepto está dispuesto a ser alterado por una energía vecina.

La materia conocida como tal, puede iluminar nuestro deseo de vislumbrar la verdad. Pero ¿cómo nos aproximamos a ella? Elorrieta Salazar y Mérida transforman ese deseo en arte, nos conducen por un momento de la forma hacia adentro, hacia el ser en plena contemplación. Por ello, al recorrer la exposición nos quedamos con la sensación que queremos ver más obras, y descubrir en el todo más secretos de la tradición en el tiempo. Ambos artistas han decidido dejar los indicios, impulsarnos a salir a encontrar la respuesta por otros caminos. Y ese camino es nuestra cultura, nuestros ancestros, nuestro territorio.  La permanencia en este espacio me invita a seguir indagando, casi un derecho a la eternidad, sin pedir permiso.

Desde esa misma vulva, casi como hijos devueltos al tiempo, como willkas umus trascendiendo dimensiones, ahí están Elorrieta Salazar y Mérida para hablar.

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