Opinión

Aprender a hablar

Lee la columna de Julio Barco

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Al profesor Cárdenas

¿Qué sería de mi vida sin haber leído a los once años los cuentos de Julio Ramón Ribeyro? ¿Acaso no fue todo maravilloso cuando la famosa frase de «Nosotros somos como la higuerilla..» se desató en mi mente? En tiempos de dominio de la imagen, hace falta recordar el papel protagónico del lenguaje para desencadenar imágenes virtuales en la mente. Las clases del profesor Cárdenas eran generosas en sus detalles.

En la prehistoria de la Internet se dedicaba a realizar sus separatas. Solía formar grupos, ponerle nombres temáticos; y, después, desarrollar trabajos, concursos, todo tipo de mecanismos (como el de ganar puntos por contestar una pregunta o dar una exposición) que se tornó en un modo entretenido de aprender. Sin embargo, yo recuerdo sus exámenes creados a pulso de su bella caligrafía con diversos esquemas y dibujos. Exponer, claro, nos enfrentaba a hablarle a los otros. La educación, al margen de los conocimientos, es la relación que surge en la convivencia, que desencadena lo que entendemos por sociedad. En ese sentido, hablar delante de otros, era un reto.

En esos días, yo era un niño flaco y tímido, que empezaba a dar sus primeros pasos en las técnicas de la oratoria. Me lanzaron para ser alcalde de mi salón. Acepté. Después participé a nivel de todo el colegio. Y volví a ganar. Hablar fue una prueba terrible: detener el miedo y expresarme claro: decir, desde adentro, lo que sientes y piensas. ¿Cuánta gente habla con soltura frente a los demás? ¿Cuántos logran romper ese silencio que separa y articula palabras como ganzúas en la mente del otro? Y la vida da vueltas, al paso de los años tuve que dar charlas por todo el Perú (Pisco, Cañete, Arequipa, Huaraz, Trujillo, Cajamarca, Cusco, Ayacucho, Chincha, Huancayo, Huaral, Chancay, Chepén, etc) e incluso en el extranjero (Berlín, Santiago, Valparaíso, etc) y fluía el idioma, más motivado por el fulgor interno, por ese vigor. Como dije, tuve que aprender a hablar en público de modo abrupto.

Luego aprendí que me gustaba hablar en silencio, es decir, escribir.

(Columna publicada en Diario UNO)

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