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ANTONIO GRAMSCI + ROBERTO ARLT = NOCAUT TÉCNICO

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Antonio Gramsci y Roberto Arlt nacieron en hogares pobres. El primero en una región paradisiaca en el centro del mar Mediterráneo occidental; el segundo en la capital urbana de su país, en medio de una modernidad industrial que arrasaba con todo. Ambos tan semejantes, pero también tan distintos. El italiano era de apariencia endeble, pequeña (no superó el metro y medio debido a una tuberculosis osteoarticular) y muy académica. El argentino era de apariencia hosca, imponente y galante, con una mirada desafiante y burlona. A uno lo formó el academicismo, la universidad y el mal tiempo; al otro, la triste biblioteca anarquista de su barrio, las malas traducciones de los libros y, en especial, las calles de las zonas marginales. Ambos fueron de izquierda, y murieron relativamente jóvenes. Antonio Gramsci a los cuarenta y seis años, luego de pasar encarcelado los últimos años de su vida por la estupidez del fascismo. Roberto Arlt a los a los cuarenta y dos años, en el fervor dudoso del éxito debido a sus escritos.

Lo que más los unió, aparte de una infancia desdichada y de una pobreza que los obligó a trabajar desde muy pequeños, fue la inclinación por el marxismo y el deseo de reconstruir la realidad. Gramsci, desde una visión más lúcida y sistemática, analiza las estructuras sociales y políticas. Lucha contra el poder hegemónico, aportando importantes conceptos en el campo político, educativo, social y cultural. Roberto Arlt, en cambio, lucha contra el poder al que tanto odia, pero parece que también lo deseara, mediante el horror de la ficción. Al monstruo del capitalismo, parece decirnos, hay que combatirlo con los ojos rojos de ira mientras buscamos el nocaut con una cross en la mandíbula.

Ambos escritores poseen una misma propuesta: la educación técnica e industrial como base del nuevo intelectual, quien es llamado a forjar una revolución que atente contra la hegemonía.

En “La formación de los intelectuales”, selección de textos que abarcan trabajos teóricos y políticos, Antonio Gramsci propone algunas alternativas interesantes acerca del intelectual moderno. Una de ellas es que, en la vida moderna, se necesita una educación técnica y científica que esté ligada al trabajo industrial, ello ocasionará una nueva visión de la sociedad. Para consolidar una adecuada formación intelectual de esta, se debe recurrir, desde los primeros años de vida, a un equilibrio entre el orden social y el orden natural, es decir, se debe fomentar las nociones elementales de las ciencias naturales y el conocimiento de los derechos y deberes del ciudadano.

Antonio Gramsci.

Las personas se educan a través del trabajo, por ello es necesario formar intelectuales que estén condicionados al buen uso de la técnica y de la ciencia. A través de ellos, se puede transformar el mundo – Marx- y no solo interpretarlo. El academicismo y la práctica van de la mano.

Aquí una cita de Gramsci:

“El modo del ser del nuevo intelectual no puede consistir ya en la elocuencia como motor externo y momentáneo de afectos y pasiones, sino en enlazarse activamente en la vida práctica como constructor, organizador y persuasor constante”.

De esta manera se logra una unidad entre teoría y práctica, teniendo en cuenta el devenir histórico de las sociedades (filosofía práctica). Además, se critica a los antiguos académicos, pues presentaban una conducta pasiva y meramente cerebral ante el abuso de poder que presentan los intereses capitalistas. Este nuevo intelectual dejará de ser un lacayo del grupo dominante, y los enfrentará con el academicismo y el dominio del campo industrial.

Asimismo, desde otro campo, Roberto Arlt en sus dos novelas (se podría decir que ambas forman una sola) “Los siete locos” y “Los lanzallamas” publicados en los años de 1929 y 1931, respectivamente, se ahonda en la dicotomía: explotación – revolución, desde distintas perspectivas. Por un lado, el lector percibe la esperanza y utopía que manifiesta el personaje conocido como “El astrólogo”, pero por otro lado, aparece el pesimismo, la angustia y el horror, en distintos personajes (Erdosain, el más sobresaliente entre ellos).

Estos personajes principales representan la unión entre teoría y práctica. “El astrólogo” es el que expone y teoriza acerca de cómo llevar acabo la revolución mediante el campo industrial y científico; pero es Erdosain, uno de los encargados de concretarlo, mediante algunos inventos. Casi como un Dr Jekill y Mr Hyde, de los suburbios bonaerenses.

En estas novelas se forma una sociedad secreta que desea transformar el orden social a través del caos y del pánico, todo ideado por El Astrólogo (el Lenin argentino). La idea principal de este personaje es organizar una sociedad formadora de futuros líderes, cuya base será el principio sólido y moderno del industrialismo. De esta manera, se intenta lograr una formación académica mediante la ciencia.

Un ejemplo claro, es la relación de Erdosain con los Espila, una familia que vive en la miseria. Estos se encuentran unidos por la ciencia: la rosa de cobre. A través de este invento, no solo se busca crecer económicamente, sino que también pasar por un proceso de humanización a través del campo industrial (así suene paradójico). Los integrantes de la familia, en especial Luciana, han ido consolidando una formación científica y académica que les permitirá sobrevivir.

Roberto Arlt propone, al igual que Gramsci, la formación de intelectuales que alcancen una revolución total sobre la hegemonía explotadora. Lástima que en esas dos novelas todo termina en fracasos y en suicidios. Fiel reflejo de la personalidad arltiana: violenta pero muy vulnerable.

Aquí una cita de Arlt:

El día que tengamos preparada una brigada de técnicos en gases, una brigada de aviadores, unos expertos en ametralladoras, unos hombres que sepan explicarle tranquilamente y claramente al proletariado en lo que consiste el comunismo, la división de la tierra, las industrias fiscalizadas por el Estado; el día que tengamos , no pido mucho, cien hombres capaces cada uno de organizar una célula que sea un reflejo de la Academia Revolucionaria, con sus procedimientos científicos, ese día podemos hacer la revolución.

Antonio Gramsci, autor de culto de marxistas y de anti-marxistas, es una figura que se va engrandeciendo cada vez más por sus innovaciones teóricas y por la lucha titánica que emprendió ante el fascismo.

Roberto Arlt, en cambio, lucha por seguir siendo anticanónico ante las olas de snobs y de figuretis que lo citan con frecuencia. Su lugar no está en la cima de la literatura argentina, sino entre la suciedad de los suburbios o en la oscuridad de un callejón sin salida, donde solo se oye el maullido triste de un gato enfermo. Es lo más justo para alguien de su personalidad y de su enorme talento.

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