Desde el 30 de setiembre de 1942, se otorga el Premio Nacional de Literatura en tres categorías, teniendo en cuenta el talento y la trayectoria de los galardonados. Entre algunos de los poetas que se hicieron meritorios a esta distinción están, Mario Florián (1944), Jorge Eduardo Eielson (1945), Carlos Germán Belli (1962).
Hasta ahora Cecilia Bustamante Moscoso, es la única poeta mujer que ha obtenido este reconocimiento. Esperamos que en próximos eventos se rectifique este vacío para que otras poetas puedan acceder con toda justicia a tan preciado reconocimiento.
El último evento, se realizó en noviembre del año pasado y el poeta limeño Antonio Cillóniz de la Guerra, fue uno de los galardonados. Lo conocí cuando en setiembre se llegó a Lima desde España en donde radica, para presentar su primer libro de narrativa “Así, así nomás.” Se hospedaba en el hotel Riviera del centro de Lima, junto a su esposa. Allí pude conversar con amplitud para una posible nota que no se editó esa vez, pero me sirvió de base para un segundo encuentro que se dio en el Ministerio de Cultura con motivo de la entrega del Premio Nacional de Literatura.
Cillóniz ha sido galardonado anteriormente con el premio Poeta Joven del Perú (1970) por su poemario “Después de caminar cierto tiempo hacia el este” compartido con José Watanabe quien lo obtuvo por su “Álbum de familia.” El segundo fue el Premio Extraordinario de Poesía Iberoamericana en 1985 por “Una noche en el caballo de Troya”.
Antonio Cillóniz (Lima 1944) recibió el Premio Nacional de Literatura en la categoría de Poesía por “Usía del dolor” (2018), una edición que es un regalo de absoluta belleza de palabras unido a un sentimiento de hermandad por el dolor que sufren los olvidados, y el deseo vivencial del poeta, de transformarse en la voz de los seres anónimos y olvidados por ser los nadies del sistema.
Otros nombres de su biblioteca personal son, “Verso Vulgar” (1968), “Siguió la sombra de los sueños” (1978),“Victoriosos vencidos” (2016),”Tríptico de las furias” (2019), “Versión del Otorongo” (2019) y tiene en imprenta una nueva entrega.
Lima Gris: Aún recuerdo la mañana de la premiación en el Ministerio de Cultura y me gustó que manifestaras que tu poesía era una manera de comunicar el sentimiento de los que no podían hacerlo, dedicándoles ese libro, Usina dedolor. ¿Esta posición es por tu educación jesuítica o por haber abrazado ideas políticas de la llamada izquierda?, creo apoyaste al régimen Velasquista, que se decía humanista y social.
Antonio Cillóniz: La formación jesuítica no tiene nada que ver con mi compromiso social; esa educación, al menos en la época en que yo la recibía, consistía fundamentalmente en fomentar la racionalidad, de ahí que quienes en mayor medida desarrollasen esa facultad al mismo tiempo les resultase más difícil la fe; el otro aspecto es el de la voluntad y, por último, el profundo trasfondo elitista, porque en este sentido aún recuerdo las palabras de Felipe Mac Gregor, rector de la Inmaculada cuando mi promoción salía del colegio de La Colmena, afirmando que los ex alumnos jesuitas deben destacar, sea para bien o para mal. El abrazar ideas políticas de izquierda, como dices, requiere por su propia finalidad fundamental luchar por conseguir una justicia social y eso sí que puede llevar a un escritor a poner su voz al servicio del pueblo, de los silenciados por la sociedad burguesa capitalista. Pero para tener esa conciencia no es necesario comulgar con las ideas de la tercera internacional, bastaría con ser cristiano, en el sentido que relatan los cuatro evangelistas, esto es, en absoluto en lo que es ser católico. Y, sí, en mi caso es por esos sentimientos e ideas de izquierdas, que fue por lo que participé en el proceso revolucionario del gobierno de Velasco Alvarado, en razón de una justicia humana y social.
LG: ¿Cuántos cambios ha tenido tu empeño de comunicarte desde VersoVulgar? ¿Desde cuándo decidiste ser el portavoz de los que no tienen una voz en la sociedad? Que me parece la están consiguiendo de alguna manera.
AC: Desde el momento en que convertí en 1965 toda mi obra poética en prehistoria. Porque yo había empezado a escribir digamos que poemas en 1958 y desde entonces hasta 1965, que en esas edades que van de los catorce a los veintiún años son todo un mundo, así que tenía un montón de poemas en numerosos poemarios. Todo eso desapareció para dar comienzo con Verso vulgar a una nueva estética, que precisamente tiene ese sentido humano y social, porque vulgar significa que pertenece al vulgo, a la plebe, no a que sea algo grosero, inculto, basto, chabacano. Así que toda mi producción literaria se encuadra en ese sentimiento, en esa intención de ser social.
Históricamente, los estamentos o clases sociales han logrado modificar su sociedad siempre a través de instrumentos colectivos, llámense enciclopedias, sindicatos o partidos. Y si analizo la actualidad, veo que es al contrario, ahora en Europa se está destruyendo el estado del bienestar, que se concedió para contrarrestar los derechos sociales tras el llamado telón de acero, esos países de capitalismo de Estado, y que, tras la desaparición del equilibrio mundial entre los bloques, no tiene sentido ya para Occidente. Y en el Perú más de lo mismo, aunque no en el sentido de abolición de un estado del bienestar que nunca existió, sino en el descrédito de los partidos tradicionales, que respondían a idearios programáticos de gobierno, pasando casi todas las nuevas formaciones a presentarse como lugares comunes, genéricos, tan globales que casi están vacíos semánticamente, como todos por el Perú, frente popular, frente amplio, en los que todo peruano puede identificarse. En resumen, hay una desideologización política y una despolitización ciudadana.
LG: ¿Es grande el movimiento literario y poético en Ceuta? ¿Cuál es el espíritu que anima a los nuevos creadores? ¿Qué sentimientos tienen hacia los escritores y poetas de América Latina?
AC: Yo fui visto por Oviedo en Estos 13 como casi un marginal, por Falla en Fondo de fuego como insular, Víctor Fuentes, un español de la Universidad de California Santa Bárbara, me llamó periférico, y finalmente Antonio Melis, de la Universidad de Siena, calificó mi poesía de atípica. Todo eso responde no sólo a que jamás me adscribí a ningún grupo ni me sentí miembro de una generación, quizás porque fui considerado poeta del 70 cuando yo no conocía a nadie del 70 ni tenía nada en común con ellos, más bien yo conocía a casi todos los 60, tanto su persona como su poesía; y eso acrecentó en mí la sensación de ser un anacoreta. Pero en realidad también se trata de mi temperamento, de no ser un alharaquiento, de no hacer muchos aspavientos para ser más visibilizado, que se dice ahora. Más bien creo que la poesía se vive en silencio, en soledad, por eso creo que fui durante mucho tiempo un extemporáneo, alguien que escribía para no se sabe cuándo, y tal vez por eso mismo esa característica bajtineana señalada por cierta crítica en mi poesía, de ser una voz que habla desde la muerte. Y ese aislamiento que se dio en el Perú también se daba en España, así que no puedo hablar tampoco mucho del entorno ceutí.
LG: Volviendo a América Latina, ¿cuál es tu visión sobre los nuevos escritores-as y poetas? ¿Podrías darme algunos nombres?
AC: Por nuevos escritores entiendo los inéditos. Y he conocido muchos, que han venido a mí a través de las redes sociales o que se han acercado a mí en algún acto durante estos últimos años. Unos son muy jóvenes y otros ya no tanto. Pero a todos les he dedicado todo el tiempo que me han requerido, incluso les he prologado sus primeras ediciones. Eso también es fruto de esa función humana y social de mi escritura, porque serán los jóvenes quienes tomen el testigo no sólo mío sino de todas las generaciones anteriores a ellos; en otras palabras, ellos serán los escritores del momento que vendrá. Entre ellos están Jonathan Ramiro Mostacero, Rubén Alcántara, Priscila Reyes, Nick Rosales; nombro sólo a los primeros; porque aunque sigo abierto a atender a quienes me trasladan sus dudas, han sido tantos, que he tenido que dejar de prologar libros para no tener que realizar unos y rechazar otros sólo por falta de tiempo.
LG: Particularmente no creo el cuento de que la humanidad cambiará de milagro de la pandemia, porque no lo hizo con las otras pestes, con la gripe española; creo que lo único que va a cambiar es el incremento de los medios de informática más centrados en lo virtual. ¿Será un triste desaparecer de libros editados?
AC: Totalmente de acuerdo. Aunque es un poco paradójica la situación en el Perú respecto a Internet antes de la epidemia. Por un lado, nadie se fía del dinero electrónico, pero todo el mundo publica sus poemas en las redes sociales; por eso mismo, nadie compra libros con tarjetas bancarias, nadie se fía del pago a través de la red. Por eso también es que Amazon no opera prácticamente en América Latina; y ahora en el Perú existe la posibilidad de hacerlo a través de BiblioManager, una plataforma semejante a Amazon, de impresión bajo demanda, que se realiza en la imprenta El Aleph y cuyo pedido en teoría hay que hacerlo en SBS Librería Internacional, pero que en la práctica no funciona. ¿Cómo va a funcionar algo que no tiene funcionalidad porque nadie lo utiliza? Así que también en teoría como en la práctica los libros en papel no van a desaparecer, no tienen porqué desaparecer jamás. Lo que espero es que en principio las librerías del Perú se incorporen a la plataforma de BiblioManager para poder vender los libros como impresión bajo demanda, sin necesidad de tenerlos físicamente en sus locales. Eso sería una revolución en el mundo del libro en el Perú. Y si BiblioManager adopta el sistema de Amazon todo sería más simple y directo, hasta con envío a domicilio de los pedidos.
LG: Apuntas hacia el cuidado del medio ambiente. Sí, estoy totalmente de acuerdo, pero Antonio, los poetas se olvidaron de hacerlo, se perdieron en sus monólogos existencialistas y dejaron de luchar por la preservación de la Casa en donde vivimos.
AC: Todo tiene explicación. Siempre se ha dicho que en los textos literarios hay que distinguir el fondo de la forma, aunque eso resulta antiguo. Más bien la creación literaria, también la poética, produce signos, todo poema es un signo, y como tal signo tiene significante y significado; ahora bien, su significante es la concepción artística del poema, lo que se llamaba forma, y su significado es su visión del mundo, lo que se tenía como fondo. Pero dicho de un modo más vallejiano, la estética de un poema depende de su concepción artística, que al mismo tiempo debe depender de la visión del mundo que muestra y ésta dependerá de la ideología del poeta.
Así que no es que los poetas se hayan olvidado de dar voz al pueblo, porque seguirán leyendo que todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él. Lo que ocurre es que ya no prima la creación heroica sin calco ni copia. Dicho de otro modo, se han vuelto portavoces inconscientes y subliminales del neoliberalismo, es decir de un capitalismo envuelto en ilusiones demagógicas, un verdadero populismo, pero que en realidad es el despotismo de la economía más desilustrado que puedas encontrarte. Nada más.