Cultura

«Antología Mínima de Siete Microcuentos Políticos», por Mario Guevara Paredes

Una selección de microcuentos del escritor cusqueño Mario Guevara Paredes.

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LA HEROICA

Nadie sabe dónde está La Heroica. Años trabajó para el Partido, y gracias a ello se ganó ese apelativo. Ninguna como ella hacia lo que otros no podían, y siempre cumplía disciplinadamente los encargos. A veces, mientras otros yacían cansados por la extenuante labor, ella seguía y seguía imprimiendo el boletín y los volantes del Partido. Ahora que la policía se llevó por la fuerza a La Heroica, la extrañamos en demasía porque nos arrebataron a nuestra querida máquina offset Davidson 700, que batalló toda una vida por el Partido sin cobrar un puto centavo.

2022

EL PERDEDOR

Allá por los setenta, en el café Extra de Cusco, don Jesús Veramendi, más aprista que su jefe Víctor Raúl Haya de la Torre siempre vociferaba: «malditos comunistas, sin dios ni patria», cada vez que perdía (por abandono) una partida de ajedrez.

2021

PLUSVALÍA

Después de una acalorada discusión, el convicto y confeso trotskista, poniendo en práctica su ideología marxista (conocimiento que le sirvió para salir airoso de incontables polémicas, las cuales derivaban de que el mundo está jodido por los dictados del Tío Sam, que introduce sus pestilentes narices donde nadie se lo solicita, porque este viejo pendenciero y manganzón se cree gendarme de la humanidad), intentó disuadir a su cónyuge para que no contratara los servicios de una empleada de hogar, porque consideraba que ese trabajo iba contra de sus principios materialistas, dado que la explotarían como viles e infames capitalistas…

La mujer, con la parsimonia de siempre, le contestó: «¿Y quién lavará tu mugrosa ropa?»

2000

SUBVERSIVO

Para el teniente Matamoros, este no era su día de suerte. En la choza donde pernoctó estuvo lidiando contra voraces piojos que no lo dejaron entrecerrar los cansados párpados. Pero aun así se levantó con temible optimismo: le arrancaría información al detenido, un profesor de una escuela enclavada en las serranías ayacuchanas. Su único delito era haber brindado alojamiento a una columna de subversivos que asolaba a la región. Entonces, sin mediar palabra alguna, golpeó con violencia al detenido, conminándole a que hablara, a vista y paciencia de los soldados que integraban el pelotón. El indefenso profesor, que permanecía con las manos atadas a la espalda, el rostro cubierto de sangre y los ojos cerrados y amoratados, estampó en la cara del uniformado su ira contenida. El teniente, luego de limpiarse con la mano el salivazo sanguinolento, desenfundó la pistola que llevaba al cinto y de un balazo le destapó el cráneo. Después, como si nada hubiese ocurrido, dijo con cierto enojo: «¡Mierda, otra vez se me fue la mano!».

2015

EL ANIMAL POLÍTICO

Antes que todo soy un animal político, me dije, parafraseando al filósofo griego Aristóteles. De pronto, apareció una turba de neonazis, y arremetieron contra mí, tachándome de comunista. Recibí golpes y patadas que me dejaron inconsciente. Cuando me reponía de la agresión, asomó por la calle un grupo de comunistas, quienes también se fueron contra mí, tildándome de neonazi; las andanadas de golpes y patadas me condujeron a la cama de un hospital. Ahora, que por fin me dieron de alta, con el cráneo y las costillas fracturadas, he decidido, realmente, convertirme en un animal político.

                                                                                                              2023                                                                               

HEROE DE LA PATRIA

Conocí a un verdadero héroe de la patria. No era un militar condecorado; menos un izquierdista camuflado; ni que hablar de un derechista reaccionario. Era un hombre, que simplemente, todas las madrugadas, salía a las calles en busca de sustento para la empobrecida familia.

2023

ZONA DE EMERGENCIA

Cuando el capitán Sotomayor desenfundó la Smith & Wesson, el sargento Cahuana apresuró el aguardiente del vaso. Afuera, la noche aplastaba las calles del pueblo. Sólo se oían los ladridos desaforados de perros vagabundos. Cahuana siempre temió los arrebatos de Sotomayor, que alardeaba de tener los cojones más rayados de la Zona de Emergencia, pero no pudo soportar que le dijera, a voz en cuello y delante del alcalde, que él se cagaba de miedo cada vez que presentía la llegada de terrucos. Era la mayor ofensa que recibió en el transcurso de la noche, porque ponía en duda la hombría que le afloraba por efectos del alcohol. Sin embargo, después de aceptar el desafío ante el estúpido asombro del alcalde, que permanecía enmudecido en el asiento, comprendió que el destino le jugaba una mala pasada. Sotomayor, girando con violencia el tambor del revólver que contenía una bala, lo colocó en el mismo centro de la mesa, donde se consumía la botella de aguardiente. El lamparín de la tienducha dibujaba tenuemente el rostro desencajado de Cahuana, que miraba temeroso el borde metálico del cañón sin atreverse a tocarlo. Pero al escuchar los gritos y mentadas de madre para afrontar el desafío, descontrolado levantó el revólver en dirección contraria. El impacto congeló la sonrisa cachacienta del capitán Sotomayor, que cayó bruscamente al suelo.

1992

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