La idea es maravillosa: cómo los supuestos discapacitados son mejores, más sinceros, más inteligentes que nosotros. Estamos tan condicionados, el sistema educativo está basado en el miedo a ser tonto, a ser digamos discapacitado. -Del chivo expiatorio al bullying-. Liberar la espontaneidad, practicar la máxima transparencia emocional, parece ser enfermo, obsceno, una idiotez o una locura, en vastos casos.
Esta película muy a su manera protesta amorosamente, discretamente, con humilde buena onda, ante ese estado de cosas.
Incluye una lección de cine de quienes no saben cine. Pero tal vez saben algo que la mayoría de gente de cine no sabe: ser ellos mismos. Ser auténticos. El goce de filmar aquí es absoluto, algo que la camarógrafa protagonista autista nos hace sentir prácticamente en todo momento, está en su cara, en su sonrisa. En su cuerpo inmerso en el mágico juguete. Está haciendo del mundo algo suyo, forma parte más activa del mundo, se lo apropia, conversa con él, construye un doble; pasa al ambiguo otro lado.
Ya gente como Brakhage o Mekas se había dado cuenta y practicado con gloria tenaz cómo esos supuestos errores técnicos, esas faltas gramaticales que no se deben cometer, no necesariamente lo eran: desenfocados, imágenes movidas, desplazamientos caprichosos o torpes que parece o que no van a ninguna parte, la escritura más bella podría ser la de los garabatos, la de signos abiertos, la de mensajes inesperados…
El encanto de la sinceridad de estas personas en esta película es apabullante. Sin idealizarlos. Cierto es que el director pudo ir más allá, en cierto sentido pudo renunciar a dirigir, pudo haber más, mucho más del punto de vista ‘extraño’ inundando más los planos, la pantalla. ¡Los ninguneados al poder! ¿Qué habría pasado? Queda la duda. Nada impide que alguien lo intente…
Una cosa más. Este es un cine que a los que se pasan de inteligentes, de astutos, de convenidos, de calculadores, de adictos a los fondos dinerarios, de planificadores eficaces de su prosperidad socioeconómica, puede chocar, no es una película para ellos, de hecho, los desenmascara.
Suicidarse en el campo de concentración de la homogeneización no es el camino.
Necesitamos más discapacitados capaces de ser ellos mismos, también, cómo no, en el cine peruano.