Ántero Flores-Aráoz representa un modo de hacer política en nuestro país: es el viejo político criollo y conservador, conocedor de las instituciones republicanas. Abogado de larga data: experto en los tejes y manejes de la política y el derecho, acostumbrado a moverse en los círculos más selectos del Perú. Un hombre que no desentona en un debate sobre derecho constitucional. Un hombre que conoce los caminos sinuosos de la Historia del Perú. Un hombre que va a misa, reza por los pobres, cree en los sacramentos y hace caridad. Un cabal representante de los “políticos de antaño”, esos políticos que —frente a la ramplonería y al arribismo político de nuestros días— algunos nostálgicos recuerdan con fervor. Antero Flores-Aráoz es también quien etiquetó como llamas y vicuñas a un grupo de peruanos. Y es que, para los viejos políticos criollos, existía una íntima convicción: los peruanos no somos iguales. No cualquiera puede tener las riendas del poder. Menos aún si ese cualquiera es un serrano.
Para el político de antaño —entre serranos y criollos— quien debía dirigir las riendas del país era el criollo culto y preparado: aquel que heredó el Perú como una chacra y que, por lo tanto, conoce sus más íntimos designios.
Los políticos criollos de antaño heredaron el Perú como quien hereda una empresa familiar. Cuando se hereda una empresa familiar es natural que el heredero se interese sobre su constitución, pérdidas, ganancias y necesidades. Si no lo hace ¿Cómo podrías gestionar? Los políticos de antaño heredaron una chacra: el Perú. Y naturalmente tenían que conocer la historia de su chacra: son expertos en historia y en política republicana. No podían saber menos. Y a la vez poseían una convicción: ningún arribista debe regir los designios del país. Era, de algún modo, su país. Lo conocían bien y ellos eran los indicados para regir sus designios políticos.
Antero Flores-Aráoz fue diputado en 1990 por el FREDEMO de Vargas Llosa, luego fue congresista tras el autogolpe de 1992. Reelegido en este cargo hasta el 2006. Durante el gobierno de Alejandro Toledo fue presidente del Congreso. En enero y diciembre del 2007 fue representante permanente del Perú ante la OEA. En el segundo gobierno de Alan García fue elegido ministro de Defensa (2007) y ejerció ese cargo cuando se produjo el Baguazo (2009). En el 2016 postuló a la presidencia de la República, quedando entre los últimos diez candidatos en carrera.
Como se ve, Antero Flores-Aráoz, hizo su ingreso a las lides políticas durante el gobierno de Fujimori. Un período marcado por la ascensión mayoritaria de los sectores cholos a las diversas esferas del poder en el Perú. El populismo fujimorista hizo de ese aserto su divisa: en las elecciones de 1990 se polarizó el electorado. De un lado se enfrentaban los blanquitos y los banqueros capitalistas, que eran capitaneados por Vargas Llosa. Y en el otro bando estaban los chinitos y los cholitos marginados que querían cambiar la política. Eran los outsiders. Los cholos que luchaban por el pueblo, contra los viejos políticos blancos y criollos.
El pueblo elector era mayoritariamente cholo: recién desde la constitución de 1979 todos los peruanos fueron considerados ciudadanos y pudieron votar por igual. Fujimori apeló a ese sector. El pueblo le entregó su voto y Fujimori entró con todo … a las riendas del poder. Ya conocemos esa historia.
Antero Flores – Aráoz, en 1990, representaba a los sectores blancos y criollos: iba con el FREDEMO de Vargas Llosa. Luego de la derrota de 1990 el FREDEMO se disolvió. Tras el autogolpe de 1992, Vargas Llosa condenó la convocatoria —al calor del autogolpe— para elegir un congreso espurio. Algunos políticos que formaron parte del FREDEMO postularon al nuevo Congreso Constituyente Democrático (que daría la Constitución de 1993) entre ellos Antero Flores – Aráoz, siendo elegido congresista.
Así como los primeros Homo Sapiens convivieron con los Homo Neandertales; así como en la Grecia Antigua el mito convivió con el logos; así también en la política peruana los viejos políticos criollos convivieron con los nuevos sectores cholos que llegaron al poder: los outsiders. Los cambios, como se sabe, no son siempre radicales. Y los viejos políticos criollos para no perder su cuota de poder tuvieron que aceptar, a regañadientes, la ascensión de los nuevos sectores cholos al poder: Tudela, Trazegnies, Flórez Aráoz, son una muestra de ello.
Antero Flores-Aráoz —a diferencia de Tudela y Trazegnies— no fue fujimorista, pero hizo su ingreso a la política durante el período de ascensión de los sectores cholos al poder. Criollos y cholos unidos —en algunos casos— enfrentados, en otros, llevaron las riendas de la política. En el fujimorismo convivió el conservadurismo religioso de antaño con el populismo cholo y el autoritarismo. Ya conocemos esa historia: los cholos y los outsiders desfalcaron el país igual que los viejos políticos criollos de antaño.
El tiempo ha transcurrido: los viejos políticos de antaño ya no llevan las riendas, de modo visible, en el Perú. De vez en cuando alguno candidatea y logra una curul, de vez en cuando alguno es elegido ministro. El viejo político de antaño: culto, leído, preparado, católico y a la vez discriminador, racista y desfalcador de las arcas del Estado, no es el político común de nuestros tiempos. Eso no implica que no merodeen por las sombras del poder.
El político contemporáneo es mayoritariamente cholo, de extracción popular, provinciano, hecho a sí mismo: el denominado emprendedor. Quizás, por eso mismo, menos racista que el antiguo político criollo, quizás menos discriminador. Pero con las mismas taras, modales, corruptelas y pendejadas de los viejos políticos. Es lo que vivimos contemporáneamente. Es la historia de estos días.
Hoy, este político cholo vuelve a hacer un pacto con el viejo político criollo de antaño. Desde hace mucho tiempo los viejos políticos criollos entendieron que, en los meandros del poder, era mejor pactar. Que la ascensión de los cholos al poder era inevitable. Desde entonces cholos y criollos desfalcan al país por igual. El poder conoce cada vez menos de razas. Los intereses particulares y las componendas los federan. Y tienen muchos intereses en común: el conservadurismo plutocrático criollo – religioso de antaño tiene un símil con los sectores emergentes de la economía: los nuevos ricos de raigambre conservadora de estilo cholo contemporáneo.
Cuando el elector se desentiende de los mecanismos de la política sucede lo de estos días. Este congreso, hoy en palacio, es el congreso que se eligió hace unos meses. La consigna fue: esta vez se debe elegir bien. Esta es la mejor elección que pudo hacer el elector peruano. Si no se conoce para qué sirven las instituciones, si no se sabe qué es democracia ¿Se puede elegir bien? Si se cree que un demócrata es el que come un chicharrón o el que te regala polos, entonces este es un Congreso a la medida.
El elector peruano vive en un sueño y cree que democracia es votar, simplemente votar. La democracia requiere el estudio, la investigación y la práctica de los mecanismos institucionales. De lo contrario se seguirá votando por los candidatos que ríen, chupan para la tribuna y se dejan agarrar los huevos, para que el pueblo vibre. Por eso, cuando el peruano despierta, siempre se da cuenta que el otorongo todavía está ahí. Y bien metido … hasta el fondo.