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Annette, de Leos Carax (2021)

Lee la crítica de cine de Mario Castro Cobos.

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Lo mejor se encuentra sobre todo en el principio y en el final; lo peor está en el medio. ¿Qué es lo mejor? Ese talento para mostrarnos que el éxtasis de la ficción es un juego, una gloriosa mentira. Bailada y cantada en nuestra cara. Emociona, arrastra, y en este caso sentimos su esencia musical, esa nueva realidad creada de la nada, esa fundación de un nuevo mundo donde cualquier cosa podría pasar. La ficción es la puerta milagrosa abierta a no se sabe qué.

Y queremos por si fuera poco que la ilusión se convierta en verdad.

Esto se nos muestra abiertamente con la invasión de la historia en los créditos. Es como si el cuadro se saliera de su marco. Y esa será, en general, la actitud, para bien y para mal. Se podría decir que se trata de agarrar el musical, ese lugar tan lleno de sentimiento, y de flagrante irrealidad, para ver qué hay más allá. Porque algo más debe haber.

No pude dejar de recordar tanto el principio como el final de Inland Empire, de David Lynch —otra película ‘posmoderna’, extrema, a la que se le notan las limitaciones del presupuesto, melodramática, surrealista, demente, con subidas y bajadas en su intensidad—. Annette por supuesto no posee el genio de Inland Empire, pero ambas comparten una muy evidente voluntad de hacer explotar las reglas narrativas y en ese sentido ambas toman no pocos riesgos.

¿Qué está en el medio? La previsible y muy tonta historia, contada —cantada— casi de la manera más tonta posible, es la irrenunciable (para Carax) historia de amor con mayúsculas, con resolución criminal, y también criminal con los matices. La tragedia de una mujer muy dulce (tan dulce que resulta de una pieza) y un hombre muy amargo (tan amargo como un polo complementario también de una pieza, eso sí, interpretado con convicción). Cualquiera se da cuenta de que Carax quiere mostrar la estupidez y el horror así como la maravilla del mundo del espectáculo. ¿Pero cómo hacerlo sin ser al menos un poco estúpido también?

Y aquí llega la aguda invención, la que le da título a la película, la hija del la diva operática y el comediante de stand up tan problemáticamente cómico: Annette. Personaje interpretado por una marioneta. Es el resumen de lo que el espectáculo hace con nosotros, pues la cosa funciona de ida y vuelta. Pero la sorpresa final y uno de los mejores momentos vendrá con la conversión de la marioneta en niña real. La niña de carne y hueso nos muestra en su interpretación el camino que la película tomó solo a medias.

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