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Andrés Rázuri y la Batalla de Junín: ¡mi comandante… carguemos!

Un artículo de Hélard Fuentes Pastor

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Por Hélard Fuentes Pastor

En el año 2000, el Caballero de los Mares, Miguel Grau Seminario, fue denominado como el “Peruano del Milenio”, como un homenaje que subrayó su heroísmo durante la guerra con Chile. Este reconocimiento, por votación pública, obedece a un contexto histórico específico que dejó abierta la posibilidad de considerar a otras figuras en el futuro con dicha mención. Hoy, en el marco del bicentenario de la batalla de Junín, se presenta una oportunidad propicia para revisar y reconocer a otro personaje clave de nuestra historia: José Andrés Rázuri Esteves, un militar cuyo papel en la Independencia peruana fue decisivo.

SU HEROICIDAD

Rázuri Esteves, nacido en 1791, se distinguió por su entrega, valentía y liderazgo durante las guerras de la Independencia. Pese a su juventud, se unió a la expedición libertadora de San Martín, abandonando el deseo de sus padres de ser sacerdote. Tras el encuentro de Guayaquil, Rázuri ayudó a las gestas de Simón Bolívar, siendo un pilar en la constitución del regimiento Húsares del Perú, posteriormente “de Junín”. Su actuación más destacada ocurrió en la batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824, un punto crucial en la emancipación, enfrentándose a los realistas comandados por José de Canterac.

Para muchos de los protagonistas, la victoria realista era cuestión de tiempo. En ese momento, el coronel Isidoro Suárez, le ordenó a Rázuri pedir instrucciones al general José de La Mar. Así sucedió, pero no estuvo de acuerdo con el fatalismo de La Mar, quien solicitó el repliegue del ejército, incluso llegó a decir que el coronel Suárez debía salvar a su escuadrón como pudiera. Naturalmente, aquella actitud anunciaba la derrota; pero Rázuri, que era un hombre audaz, diligente e intrépido, no acató la orden y, con la vehemencia que le caracterizaba, cambió la decisión de La Mar y le dijo a Suárez: “mi comandante: qué bella oportunidad; carguemos” (Domingo Solís, 1918).  

Ese acto es considerado como un desacato a la autoridad; sin embargo, estuvo fundado en un plan que previamente ideó cuando divisó a los realistas descuidando la retaguardia su afán de perseguir a los patriotas. Rázuri decidió sorprenderlos; volver a los perseguidores, los perseguidos; y con su ímpetu convenció a las huestes que atacaron con bravura. Un apunte señala: “apareciendo por la retaguardia, derrotaron al enemigo que perdió 250 hombres y 60 cayeron prisioneros” (Víctor Angles Vargas, 2007). De este modo, se logró la victoria del 6 de agosto.

LA IDEA DE UN PERUANO DEL MILENIO

Nuestra naturaleza social tiende a enfocarse en las heridas y derrotas, las cuales están presentes en la memoria colectiva y nos atrapan, a menudo, en un ciclo de ambivalencia (la rememoración y la desmoralización). Esto acentúa los traumas de un país que no ha podido superar los cruentos episodios de su historia. No está mal recordar, pero hay que saber cómo, y a decir verdad, hemos descuidado los logros y victorias que podrían ayudarnos a redefinir el sentir patrio. Por ejemplo, recordamos con gran efusividad el 8 de octubre, en conmemoración a Angamos, pero durante mucho tiempo hemos mantenido a la sombra, fechas igualmente significativas como el 6 de agosto, aniversario de la batalla de Junín, y el 14 de diciembre, fecha de la batalla de Ayacucho.

La acción heroica de Rázuri Esteves nos invita a reflexionar sobre la construcción de paradigmas patrióticos. Si bien el sacrificio de todos los hombres que combatieron en batallas y guerras es indiscutible y digno de reconocimiento, es sorprendente que no prestemos igual atención a aquellos personajes que, además de luchar, de mostrar su caballerosidad, su compromiso cívico, también lograron victorias significativas para nuestro país. La memoria colectiva a menudo se enfoca en los dolores, pero es igualmente importante, celebrar y reconocer a quienes alcanzaron el triunfo. No es festejar la guerra, pero sí remarcar que no siempre fuimos los vencidos.

Algunos catedráticos de Historia, como Rubén Pachari Romero en el homenaje virtual de la Batalla de Junín organizado por el Consejo Nacional de Decanos de los Colegios Profesionales del Perú (2024), opinan que proponer a otro personaje como “Peruano del Milenio” podría considerarse un apasionamiento, especialmente cuando Grau ya ostenta este reconocimiento popular. Lo cual se respeta; pero dicha denominación no es exclusiva y tampoco asunto legislado. Además, es importante considerar el contexto de cada figura histórica. Reconocer a otros héroes, en otros procesos, como José Andrés, no solo permite visibilizar actos heroicos propios, mejor aún en la Independencia Peruana, sino resaltar el alcance social de una gesta integradora. Emocionalmente, tendría un buen impacto en la ciudadanía que intenta construir su identidad a base de derrotas, olvidándose de los triunfos. Una derrota siempre deja una herida que debemos sanar. 

Por ese motivo, no es una exageración pensar Rázuri como un “personaje del milenio”, porque además fue un hombre cauto y sencillo. Bien señala el Documental del Perú del departamento de La Libertad (1966), que “fue el hombre que convirtió una virtual derrota en resonante victoria, cuando en la hora decisiva en las pampas de Junín, cambió las órdenes recibidas y lanzó al Regimiento Húsares del Perú”.

LA REPRESENTACIÓN SOCIAL DE UN HÉROE

José Andrés Rázuri, aunque considerado criollo, provino de un sector históricamente marginado, desplazado o invisibilizado en nuestra sociedad: el campesinado, en la villa de San Pedro de Lloc, en Pacasmayo (en ese tiempo partido de Lambayeque e intendencia de Trujillo). El recuerdo nos dice que no hemos valorado adecuadamente a nuestras provincias, menos a través de sus personajes. Piura con Grau es un logro extraordinario. Actualmente, Lambayeque y La Libertad con Rázuri, resultaría encomiable.

Sus padres, Juan José Rázuri y Seferina Esteves Núñez, deseaban que él siguiera una carrera clerical, y obediente a sus deseos, ingresó al seminario de San Carlos y San Marcelo en la ciudad de Trujillo donde permaneció por seis años aprox. Sin embargo, no tenía dicha vocación y abandonó los estudios para dedicarse al campo en su hogar. Pronto, su vida dio un giro decisivo con la llegada de la expedición libertadora de San Martín a Huaura.

Tenía 28 años y motivado por el deseo de contribuir a la causa independentista, Rázuri Esteves se presentó ante el general el 18 de noviembre de 1820, quien, impresionado con su valentía y determinación, se enlistó en el regimiento Granaderos de los Andes. Proclamó la independencia de su pueblo, el 1 de enero de 1821, y marchó a Lima, donde estuvo presente en la Proclamación del 28 de julio. Luego se sumó al contingente de Santa Cruz y participó en la batalla de Pichincha en 1822, que selló la independencia del Ecuador. He aquí su compromiso patriótico, sin ostentaciones ni adulaciones.

Una de las misiones que tuvo que cumplir fue reclutar hombres en el norte. Junto a sus hermanos ―era el mayor de cinco hijos: Santiago, Dionisio, Miguel y Casimiro―, logró formar un destacamento conocido como los “Dragones de Pacasmayo”, y posteriormente se incorporó a los Húsares. Estos grupos eran notablemente heterogéneos, integrando tanto a criollos como a indígenas, y sirvieron de modelo ejemplar o paradigma de integración.

Después de la batalla de Junín, participó en Ayacucho y con el grado de capitán acompañó a Agustín Gamarra en la campaña sobre Bolivia en 1828. Al finalizar la guerra, se dedicó a la agricultura. Según una biografía, en 1878, ya en la última etapa de su vida, se retiró a la casa solariega donde también residieron sus padres (Revista Militar del Perú, 1962). Para ello, ya viudo, en 1881, le pidió a su hija María Ignacia, que lo trasladara allí, con su hermano Casimiro.

Con el paso de los años, no solo fue respetado, sino admirado. Su nombre se hizo leyenda en la localidad sanpedrana, pero también en Latinoamérica, incluso, se cuenta que durante la ocupación chilena, aquellos lo saludaban y evitaban importunar, siempre en respeto al artífice de Junín. Llegó a dar indicaciones respecto a su muerte, pidiendo a Casimiro que, al morir, inmediatamente lo entierre para que ningún chileno le haga honores. Así sucedió, falleciendo el 4 de enero de 1883.

SU LEGADO ESTÁ PRESENTE

Fue descrito como un “héroe epónimo, predestinado a las grandes causas y a los triunfos decisivos de la Historia” (Thelmo Zegarra, 1961). En reconocimiento a su entrega patriótica, la resolución legislativa N.º 11 882 del 11 de octubre de 1952, durante el gobierno de Manuel A. Odría, lo declaró “Prócer de la Independencia Nacional” y dispuso el traslado de sus restos del Cementerio de San Pedro de Lloc al Panteón de los Próceres en Lima. Pronto, un colegio en Pacasmayo recibió su nombre y con él cerca de nueve instituciones educativas. Además, se erigió un monumento en San Pedro de Lloc, inaugurado el 6 de agosto de 1974.

Un libro publicado por José Vicente Rázuri, titulado José Andrés Rázuri: Heroico Gestor de Nuestra Emancipación (1954), recoge la biografía del personaje, contribuyendo al proceso de iconización similar al que se ha dado con figuras como Mariano Melgar en Arequipa, con su sobrino José Moscoso Melgar. Además, hay numerosos artículos que destacan su gesta heroica, como el trabajo de Carlos del Castillo: “Coronel José Andrés Rázuri Esteves: Prócer Sampedrano, Forjador de Nuestra Independencia” (1953), publicado en la Revista Militar, y “Breve Semblanza de José Andrés Rázuri” de Alejandro Contreras Sosa (1953). Vale la pena seguir profundizando sobre su legado patriótico.

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