Opinión

Anatomía de una relación, de Luc Moullet y Antonietta Pizzorno (1976)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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La franqueza sexual —¡frescura en la precisión!— con que la situación es expuesta —incluyendo caras y cuerpos descubiertos, en acción o en semi acción— resulta casi ya ejemplar, didáctica y hasta (por qué no) ‘de paso’ terapéutica, para permitirnos reconocer los detalles (urgentes y sabrosos, y sinuosos) del ‘paisaje del desastre’ que son —más frecuentemente de lo que se admite— las relaciones hombre-mujer, logrando ser tan admirable por directa como entretenida, irónica y también cruel, alcanzando —dada la gigantesca comedia de equivocaciones que implica el tema— en ocasiones (no pocas) lo desternillante. Ninguno de la Nouvelle Vague llega al punto de ser tan puramente cómico con tanta gracia y agudeza. Y está claro que Moullet se niega a lanzarse en los dominios pantanosos del psicodrama.

Teniendo en cuenta que el objeto implícito y explícito de la burla ¡necesaria! es el personaje masculino (mucho más que el femenino, lo cual está absolutamente justificado y merecido) y si se añade el dato, para nada prescindible, de que el propio director es quien actúa (aunque con ambigüedades, propias de su estilo, de su juego sabio con el absurdo) incluso a partir de esa monomanía razonadora y pose intelectual que se atribuye tanto a los franceses, llevada aquí hasta el borde del delirio, y sin que nadie se despeine mucho, el retrato —de manera general— del espíritu de la película ya se encuentra, creo, mínimamente delineado.    

Cualidades le sobran a esta película. Hay una convincente naturalidad. No digo que no haya ficcionalización pero esa pareja parece de carne y hueso… Su minimalismo —no diré ‘falta de pretensiones’— lleva a las situaciones por una muy deseada exactitud, de acuerdo al objetivo más o menos autobiográfico. Queda al desnudo el egoísmo ‘inocente y feroz’ del personaje masculino, la típica obsesión machista por el placer propio sin saber bien cómo dárselo o compartirlo con su pareja… Un Moullet en cierto sentido tan hablador como un Woody Allen. El personaje de la mujer, en su lógica confusión, es por su parte más lúcida y está más cerca de la resbaladiza verdad.     

Y el asunto central, como he venido insinuando líneas arriba, es el humor, la visión de Moullet. ¡No se puede tomar la existencia humana sin humor!

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