La palabra ética se deriva del griego antiguo ēthikós, que significa «relativa al carácter de uno», y proviene de la palabra raíz êthos «carácter, naturaleza moral», que en latín es ethĭcus y su estudio se remonta a la antigua Grecia (1200 AC).
La rama filosófica de la ética está necesariamente asociada al comportamiento de las personas que conforman una sociedad. ¿Cómo se define la forma de ser de un individuo? ¿Qué está bien y qué está mal? En ese sentido, la ética estudia la moral, la virtud y la esencia de lo bueno y lo malo, de lo correcto e incorrecto, el deber, a través de la deontología y vivir procurando buenas acciones para obtener la felicidad.
¿Realmente vivimos con ética? ¿La aplicamos en nuestro día a día? El mundo no llegó con una premisa o paradigma de ética incluidos, y quien creó este principio moral fue el propio hombre, quien como primera acción antropológica ha priorizado el instinto de conservación, en principio, para conservar la vida y luego en escalas menos relevantes, para cautelar y satisfacer su propio deseo e interés. Y en última secuela, para conservar su ‘zona de confort’.
No solo en la contemporaneidad, sino en toda época, el individuo buscó el poder, y para conseguirlo no necesariamente ha sido ético. Por eso mentimos y faltamos a la verdad. Desnaturalizamos y desacatamos las normas, manipulamos al prójimo, somos deshonestos, indecentes, egoístas, impudorosos, mezquinos, e incompasivos —Es lo que hay—. Basta recordar la cita “ética” atribuida a Groucho Marx: «Éstos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros».
Quizá los filósofos, crearon la ética para que el hombre en algún momento de su vida encuentre un refugio introspectivo para lograr la sublimación y así poder redimirse luego de haber cometido un acto inmoral, porque su naturaleza es meramente antiética, antinormativa y acomodaticia. De ahí que surgieron el ‘ordenamiento jurídico’ y las ‘buenas prácticas’, porque como dice el refrán castellano: “La cabra siempre tira al monte”.
No obstante, nunca es tarde para reflexionar y volver a considerar que, en cada día de nuestras vidas, debemos procurar actuar correctamente y con virtud, porque solo de esa manera dejaremos y trasmitiremos a nuestra descendencia y a todo nuestro entorno social un legado de integridad y honor.
(Columna publicada en Diario UNO)