Gran sorpresa ha causado en el mundo editorial el resultado del concurso convocado por el Ministerio de Cultura para la “Adquisición de Material Bibliográfico para la Dirección del Libro y la Lectura en el Marco del Decreto de Urgencia N° 104-2020”, consistente en la compra de libros en tiempos de pandemia para apoyar a las editoriales que se habían visto afectadas por la profunda crisis económica que vivimos, lo cual no es difícil de imaginar. Las ventas en estos meses han bajado notablemente; los autores y editores han tenido que ser más cuidadosos y no han podido invertir como antes, lo que se tradujo en un descenso dramático en la producción y venta de libros nacionales.
Al comprometerse el Ministerio de Cultura a comprar grandes cantidades de títulos no solo apuntaba a apoyar a los editores, sino también a distribuir esos libros en “espacios de lectura”: bibliotecas, colegios, asociaciones, etc. cuyos usuarios serían jóvenes estudiantes y potencialmente investigadores y profesionales. El beneficio, pues, sería para tanto para los editores como para los lectores, algo sumamente importante teniendo en cuenta que desde hace décadas el Estado no invierte en un programa de compras anuales para mantener actualizadas las bibliotecas a nivel nacional. ¿Quieren cultura? Pues hay que leer, y para ello debemos tener buenas bibliotecas, y para eso hay que comprar libros.
Lamentablemente, la lista de los libros seleccionados está llena de arbitrariedades y obvios favoritismos. El MINCUL se ha convertido en una NUEVA INQUISICIÓN que califica y descalifica qué libros deben comprarse y distribuirse a partir de criterios completamente cuestionables y en cantidades tan ridículas como escandalosas.
Por ejemplo, de los 865 títulos escogidos, tenemos:
• Quiero ser feliz. El libro de autoayuda que esperabas, de Heriberto Trejo (#244, con 45 ejemplares).
• Los amores y vínculos íntimos, de Pedro Juan Viladrich (# 425, con 71 ejemplares).
• ¿Qué puedo esperar?, de Britta Teckentup (# 478, con 150 ejemplares).
• El hogar desecho (sic, por “deshecho”), de Alejandro Ángulo Bada (# 517, con 80 ejemplares), especie de novela con múltiples consejos sobre cómo conservar el matrimonio y la unidad de la familia.
Si el género de la autoayuda tiene una finalidad supuestamente humanitaria y de compensación psicológica, es sabido que obedece a la carencia de bases culturales más amplias. En general, esos libros están escritos en un lenguaje que poco contribuye al desarrollo del pensamiento abstracto y artístico del individuo.
Libros para niños:
• A los perros buenos no les pasan cosas malas, de Elvira Sastre (# 154, con 151 ejemplares).
• Al ritmo de las estaciones, de Claudia Bielinsky, traducido del inglés (# 262, con 45 ejemplares).
• ¿Qué será de ti?, de los polacos Aleksandra y Daniel Mizielínski (# 301, con 350 ejemplares).
Estos son títulos de autores extranjeros, algunos de ellos (como Elvira Sastre, poeta española), sumamente cuestionados por su facilismo y falta de rigor estilístico.
Sin embargo, hay una cantidad mayoritaria de otros libros para niños y jóvenes, como, por ejemplo, Un perro muy raro, de José Watanabe (# 784, con 105 ejemplares), y otros de reconocidos autores como Jorge Eslava y Micaela Chirif, así como algunos menos conocidos (Patricia Fernández, Antonio Malpica, Doris Erlita Ojeda Zañartu, Cecilia Valdivia Flores, etc., etc.).
Ubicamos algunas irregularidades:
• La calle de los objetos perdidos, de Rosario Cardeña (# 485, con 80 ejemplares), libro financiado el 2018 por el propio Ministerio de Cultura en su “Concurso para proyectos creativos de autoras y autores de libros de literatura infantil y juvenil”.
• Algo azul, de Becky Urbina (# 563, con 477 ejemplares), novela infantil que fue financiada por el Ministerio de Cultura en su programa de “Estímulos Económicos en la categoría de publicación de libros inéditos”.
Es decir, el Mincul paga por publicar estos libros y después los compra en ingentes cantidades. Negocio redondo para los autores y editores, a costa del presupuesto nacional.
En poesía, la cosa no es menos discutible. Los títulos que encontramos son:
• Máquinas Inservibles, del joven autor mexicano Luis Eduardo García (# 259, con 45 ejemplares).
• Filosofía vulgar, de su homónimo peruano Luis Eduardo García (# 329, con 70 ejemplares)
• El primer asombro, de Denise Vega (# 349, con 70 ejemplares). Debe recordarse que este libro fue originalmente publicado el 2014 por Paracaídas Editores, cuyo director, Juan Pablo Mejía, fue denunciado públicamente por varios casos de violencia sexual.
• Vieja pared, de Mario Luna (# 362, con 70 ejemplares).
• Musas del celuloide, de Marco Martos (# 372, con 71 ejemplares).
• Poesía completa, de José Watanabe (# 434, con 105 ejemplares).
• Y la muerte no tendrá dominio, de Victoria Guerrero (# 449, con 105 ejemplares), libro cuya publicación fue financiada por el propio Ministerio de Cultura hace dos años.
• Poesía y narrativa completas, de César Vallejo (# 474, con 80 ejemplares).
• Baladas de la piedra del amor y de la muerte, de Arturo Corcuera (# 489, con 80 ejemplares).
• En las arenas de Homero, de Marco Martos (# 543, con 477 ejemplares).
• Los amantes, de Arturo Corcuera (# 544, con 477 ejemplares).
• Arakné elogio de la danza, de José Ruiz-Rosas (# 645, con 202 ejemplares).
• Catulo / Marcial, de Ernesto Cardenal (# 660, con 281 ejemplares).
• Cementerio general, de Tulio Mora (# 662, con 716 ejemplares; sí, leyó bien: 716 ejemplares).
• Cuentos y poesías, de César Vallejo (# 677, con 202 ejemplares; repite en otra edición el contenido del número 474)
• Hijos de puta. 15 poetas latinoamericanos, compilación de Darwin Bedoya (# 708, con 269 ejemplares).
• Lo que no veo en visiones, de Ana Varela Tafur (#731, con 701 ejemplares; sí, leyó bien, 701ejemplares).
• Los elementos de la noche. Poesía I (1958-1964), de José Emilio Pacheco (# 732, con 281 ejemplares).
• Poesía reunida 1949–2000, de Blanca Varela (# 760, con 377 ejemplares).
• Poesías completas. Volumen I: Poesía, 1909-1962, de T. S. Eliot (# 761, con 269 ejemplares).
• Prueba de galera, de Rosella Di Paolo (# 765, con 181 ejemplares; libro de 1985).
Es un escándalo que se haya dado preferencia a varios de los desconocidos de esta lista cuando entre los candidatos (según sabemos de buena fuente) figuraban libros de indudable reconocimiento nacional e internacional como Usina de dolor, de Antonio Cillóniz (Premio Nacional de Literatura del Perú el 2019), El zorro y la luna, de José Antonio Mazzotti (Premio Internacional de Poesía José Lezama Lima, otorgado por Casa de las Américas, Cuba, el 2018) y Ofertorio, antología de Róger Santiváñez, uno de los autores peruanos más innovadores de los últimos años. Coincidentemente, los tres fueron presentados por Hipocampo Editores, que no obtuvo ninguna compra, pese a contar con un catálogo de más de treinta títulos entre narrativa, poesía y ensayo. ¿Se trata de un veto directo contra esta editorial o estos autores? Y es otro escándalo las diferencias de cantidades de ejemplares. Algo huele muy mal aquí.
En Narrativa, los sospechosos de siempre, autores cercanos a Vargas Llosa como Guillermo Niño de Guzmán, Santiago Roncagliolo (# 535), Alonso Cueto (# 810 y 812). Tampoco faltan Alfredo Bryce Echenique (# 402 y 403) y hasta cinco títulos de Karina PachecoMedrano (# 437, 438, 448, 455 y 462), autora cuzqueña de larga vinculación con el Ministerio de Cultura.
Y aunque se incluye a algunos autores menos conservadores y promocionados (casos de Miguel Gutiérrez, Oswaldo Reynoso y Óscar Colchado), llama la atención que se compren 70 ejemplares de una edición de El zorro de arriba y el zorro de abajo de José María Arguedas de una editorial que no es la que ha publicado la edición crítica de la obra, es decir, la más completa, ¡oh casualidad! de Hipocampo Editores.
También figuran numerosos libros de ciencias entre los números 113 y 158, pero destacan los de oficios prácticos dirigidos al extractivismo. Por ejemplo, en Minería:
• Reglamento de Seguridad y Salud Ocupacional en Minería, por Editorial Macro (#21, con 477 ejemplares).
• Introducción a la Ingeniería de Minas: guía de prácticas, de Patricia López Casaperalta (# 421, con 71 ejemplares).
• Compendio de los yacimientos mineros metálicos y no metálicos y su presencia en la vida diaria: la minería industria promotora del desarrollo del país, de Patricia Yaneth López Casaperalta (# 862, con 477 ejemplares), aparte de numerosos títulos sobre empresariado, emprendurismo, marketing y gestión comercial.
Es muy curioso que se haya ordenado la compra de varios libros para colorear y de comprensión lectora, contraviniendo las mismas bases de la convocatoria, que explícitamente señalan que no se aceptará “Material bibliográfico cuya principal funcionalidad sea la de textos escolares, actividades de comprensión lectora o para colorear”. Así, tenemos:
• Los números 248 a 250, de Autores Varios, con 45 ejemplares cada uno (Atlas Perú: Coloreo mi Costa; Atlas Perú: Coloreo mi Sierra; Atlas Perú: Coloreo mi Selva).
• El desafío de aprender a leer: los pre-requisitos de acceso a la lectoescritura, de Lorena Arrebillaga (# 7, con 477 ejemplares).
• Escuchar, leer y escribir poesía con niños, de Cecilia Beuchat (# 55, con 477 ejemplares).
• Educando niños lectores, de Daniel Wilingham (# 80, con 477 ejemplares).
• Aprendamos con el abecedario, de Orlando Almeyda (# 590, con 477 ejemplares).
• Abecedario, de Ruth Kaufman, Raquel Franco y Diego Bianki (# 635, con 262 ejemplares).
En suma, algo huele muy mal en este catálogo de 865 títulos seleccionados por el Ministerio de Cultura, con títulos en géneros explícitamente excluidos en las bases y autores muchas veces irrelevantes, con cantidades de ejemplares que resultan excesivos. Es obvio que una buena parte de los editores premiados tendrán que apurarse a hacer tiradas rápidas para cubrir la demanda del MINCUL.
Mientras tanto, numerosos autores y ediciones valiosas son vetados de las bibliotecas públicas peruanas, lo cual revela una política discriminatoria contra ellos y las editoriales que los promueven.
¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué no hay coherencia y, sobre todo, transparencia en los criterios de selección? Cuando se le preguntó a un funcionario que prefirió mantener su nombre en reserva, simplemente dijo que, por su cargo, no podía declarar. También se habla entre los editores de la presencia de un conocido narrador del círculo vargasllosiano que vetó a una editorial entera.
Demás está decir que las funcionarias del MINCUL y la Dirección de Libro y la Lectura no pudieron ni quisieron responder la pregunta más simple durante la reunión por Zoom que se llevó a cabo con varios editores de todos lados del país: ¿Quiénes son los “especialistas” que han seleccionado los títulos? ¿Cuáles son sus nombres y sus credenciales? Hablan de transparencia y repiten esta palabra cada 5 minutos, pero son incapaces de responder. Señores: tenemos el derecho de saber quiénes son los que escogen qué se lee y qué no en el Perú.
No puede ser posible que el MINCUL esté comprando con el dinero de todos los peruanos, los libros del Youtuber mexicano Luisito Comunica, dejando de lado autores peruanos valiosos. Esta compra, recordemos, es una AYUDA PARA LAS EDITORIALES PERUANAS. Privilegien, pues, a los autores peruanos. Es una oportunidad de oro para que, a los estudiantes y usuarios de las bibliotecas y otros espacios destinados a la lectura, lleguen autores largamente postergados.
Sr. Ministro de Cultura y autoridades correspondientes, publiquen los nombres del comité y los criterios de selección. Aireen la casa y mejoren la atmósfera que se respira en sus concursos. De lo contrario, el fantasma de Richard Swing y las prácticas argolleras del MINCUL seguirán infestando sus pasillos. Qué vergüenza.
Sobre los criterios de selección vemos que no hubo ninguno relevante. Hay editoriales y editores que se encuentran implicados en una investigación preliminar por corrupción y por violencia sexual, en el primer caso se encuentra Alvaro Lasso, (de la editorial Estruendomudo) implicado como testigo en la investigación preliminar del caso del Libro de Plata de la Municipalidad de Nuevo Chimbote a cargo del fiscal Alejandro Galloso Asencio de la Fiscalía Anticorrupción, y en el segundo caso figura el señor Juan Pablo Mejía. ¿Esto tomó en cuenta el Ministerio de Cultura? pues no.
Pero qué podemos esperar de UNOPS y del Ministerio de Cultura de Richard Swing. De ellos nada, pero sí se puede solicitar la intervención de la Contraloría y de la Comisión de Cultura del Congreso de la República para que fiscalice el gasto de los 10 millones de soles.
Esperemos que pronto se vaya el hedor de las oficinas de la sede central de Javier Prado y Aviación.