Texto: José An. Montero
Fotos: Fundación Internacional Alfredo Kraus
El 10 de septiembre se cumplen veinte años de la muerte de Alfredo Kraus. A la noche siguiente de su fallecimiento, Silvio Rodríguez y Luis Eduardo Aute pidieron un aplauso en homenaje al tenor a las 18.000 personas que asistíamos a su concierto en Las Ventas. Aplaudimos durante minutos. No estábamos solos. Kraus era también uno de los nuestros aunque no hubiera en el Discoplay camisetas negras con su nombre.
Los seres humanos construimos nuestra personalidad a base de filias y de fobias. Baldosas blancas y negras por las que vamos caminando. Para los hijos del rock and roll siempre fue complicado bajar de la locomotora y reconocernos en otros sonidos. Fuimos hijos de la palabra. Siempre más atentos a la letra que a la música. Nuestro mundo era el básico, proletario y callejero compás de 4/4. La ópera, el flamenco o el folk parecían sabores rancios y tardamos mucho en quitarnos los complejos.
Necesitamos un Omega para reventarnos las costuras y las fronteras. Un Tribus hispanas para comprender lo que existía antes de los rockers, punks y heavys. Y también hizo falta un Pourquoi me réveiller para expresar los sentimientos más allá de las baladas de Scorpions. Enrique Morente, Eliseo Parra y Alfredo Kraus fueron las baldosas negras por las que escapamos de nuestra jaula sonora.
Alfredo Kraus nos parecía un tipo serio y adusto, con un bigotito severo como de profesor de instituto añorado y querido, Don Alfredo. Alguien ajeno al marketing de los Tres Tenores con el que machacaban por tierra, televisión y radio. Trabajador y honesto. Nunca canceló una cita. Kraus era un tenor con un fraseo clarísimo, al que éramos capaces de entender. Sin florituras, sin pose de divo. Canciones puras, excelsas, de técnica perfecta. Alguien del que pensábamos que podíamos fiarnos porque no se exhibía en obras benéficas de cara a la galería.
Veinte años que se celebrarán la próxima semana con las jornadas Alfredo Kraus, il canto come arte en el Teatro del Maggio Musicale Fiorentino, un acto en Vegueta organizado por la Fundación Internacional Alfredo Kraus que lo recordará, a finales de mes con la celebración del VII Concurso Internacional de Canto Alfredo Kraus en Madrid, Florencia y Nápoles o con la remasterización de su álbum Esencial donde se recoge un ramillete de variopintas canciones con las que también consiguió reconciliarnos. Después de Kraus, y de la Fundación Guerrero, también pudimos quitamos muchos complejos con la zarzuela realizada con calidad, aprendiendo a saborear la belleza de un género al que tantos se empeñaron en desvirtuar y degradar con montajes y versiones infames . Veinte años ya sin Kraus. Un buen día para poner su Werther a todo volumen como si fuera la banda sonora de la última película de Tarantino. Seguimos aprendiendo. Seguimos caminando. Gracias maestro.