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Alejandro Castellote «Estoy muy contento de haber premiado a Samuel Chambi»
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10 años agoon
Alejandro Castellote (Madrid, 1959) fue parte del jurado del IV Salón de fotografía del IPCNA. En la actualidad es director de la DAEGUPHOTO BIENNALE 2014 en Corea del Sur, curador del Festival San José Foto, Uruguay, ponente invitado en la feria Young Art Taipei, Taiwan, director del Master Latinoamericano de Fotografía en el Centro de la Imagen de Lima, entre otras cosas. En el 2006 le fue concedido el Premio Bartolomé Ros a la mejor trayectoria profesional en fotografía española y en 2011 el Premio Entrefotos.
Castellote agitó las aguas al premiar las imágenes de Samuel Chambi. Un premio que despertó un acalorado debate, entre estética y ética. Personalmente soy una de las personas que desconfía del Centro de la Imagen, la forma como se han manejado los últimos concursos ha sido dudosa, más cuando los ganadores siguen siendo alumnos y profesores del Centro de la Imagen.
El debate fue fuerte, y ha tenido repercusiones, la más notoria es que Roberto Huarcaya haya sido sustituido en el jurado de Repsol por Susana Pastor. Huarcaya tiene demasiados anticuerpos, tan solo mencionar su apellido despierta mucha desconfianza.
Alejandro Castellote nos dice que hay que desdramatizar, y no lanzar piedras. Para él no ha existido la falta de ética. Y menciona que respeta mucho a Roberto Huarcaya. Aquí la entrevista con el tercer hombre del jurado.
LA ESTÉTICA DEL CONCURSO
¿Cómo has tomado ser parte del jurado del IV Salón de fotografía del ICPNA?, un premio que ha generado una discusión histórica sobre la fotografía y los procesos de calificación de estos concursos.
Me encantó, me encanta formar parte de la vida cultural del sitio donde vivo. Es un lujo que apenas llegar te inviten a participar. Se pusieron en contacto conmigo desde el ICPNA para formar parte del jurado y Carlo Trivelli me puso en contexto este concurso. Acepté porque me daba la oportunidad de ponerme al día con la fotografía peruana; los concursos sirven también para eso, para ver tomarle el pulso a la fotografía de un país: qué proyectos se mandan, cómo los presentan y qué tipo de relación tienen con el medio… Acceder a eso es una parte muy interesante en mi trabajo. Hacerlo además de una manera desinteresada, porque el ICPNA no da honorarios a los jurados, te da libertad y uno siente que lo están llamando por su criterio.
¿Cuál fue tu criterio para elegir las fotos ganadoras?
A mí me interesan los autores, gente que tiene una mirada propia, una voz propia en lo que está haciendo, que desarrolla proyectos de una manera continuada, que los madura, que los va sacando a la luz conforme se va sintiendo más seguro con las imágenes qué está haciendo. Eso sólo se puede apreciar cuando se valoran proyectos y no imágenes aisladas.
Pero en el caso del ICPNA ¿Qué te dijo “estas imágenes son las ganadoras”?
En mi caso, después de haber participado en muchos concursos, cuando ves la totalidad de lo presentado, es fácil identificar cuáles son los candidatos con más probabilidades. Déjame que te cuente cuál es el procedimiento: primero, se examinan los dosieres de los fotógrafos que se presentan (lo hacen desde muchas zonas del Perú); el concurso del ICPNA se llama Salón Nacional porque convoca, no sólo a fotógrafos limeños sino a los de todo el país. Me llamó la atención que, desde algunos ámbitos críticos, se le otorgue a esta acotación geográfica “nacional” la categoría de un premio institucional organizado por el estado. Tras ver los dosieres, mi selección se suele orientar a los trabajos que hacen visible al autor. En general, me interesa poner en valor proyectos que transcienden las aproximaciones superficiales o meramente estéticas a determinados temas. En la segunda fase, los fotógrafos seleccionados envían un máximo de 3 fotografías que no necesariamente coinciden con las que presentaron en sus dosieres. Cuando el jurado se reunió por segunda vez, lo hizo ya en la sala de exposiciones del IPCNA. Las fotografías, ya enmarcadas, estaban desplegadas en la sala para poder verlas todas y elegir a los ganadores. Tras un primer recorrido, a cierta distancia de las obras, yo ya tuve claro al menos 5 candidatos a los premios. Uno de ellos era Samuel Chambi. Al acercarnos a las obras vimos que sólo Samuel había firmado sus fotografías. El nombre del resto de los participantes estaba escrito en la trasera de los marcos. Hubiera preferido que su firma no fuera visible, pero en mi opinión al firmar sobre el papel quería asimilar sus fotos a las serigrafías o las acuarelas… En cualquier caso, a la hora de elegir premios en un concurso, me interesa la capacidad que estos tienen de ser cajas de resonancia para la fotografía actual. Me interesa apostar por trabajos que abren puertas a los diferentes caminos que se pueden explorar desde la fotografía. A menudo eso permite evitar que una determinada tendencia se consagre y anima a otros autores a presentarse. La polémica con el premio a Samuel Chambi –en algunos casos de corte muy purista- recuerda a los salones del siglo XIX, cuando quienes estaban rompiendo los cánones académicos –los impresionistas- eran marginados al Salón del Arte Feo. En pleno siglo XXI, la fotografía ya no es lo que era, nos guste o no. Para muchos fotógrafos, el objetivo fundamental ya no es conseguir una imagen que tenga detalles en los blancos y no se le empasten los negros según los parámetros del sistema de zonas de Ansel Adams. Ahora las fotografías también son instrumentos de los que se sirve el autor para hablar de otras cosas, para opinar de la sociedad en que viven o para proponer preguntas al espectador. Cada vez menos el objetivo es generar imágenes espectaculares, imágenes bonitas o que sorprendan visualmente. Nuestra convivencia con ese mar de imágenes que nos rodean está generando otro tipo de reflexiones en todo el mundo. Samuel Chambi y sus imágenes ganadoras.
Pero Chambi dijo que lo mandó al concurso porque de casualidad le salió un error. Le falló el escáner.
Josef Koudelka decía que la fotografía era el único medio de expresión capaz de generar obras de arte por casualidad (porque se dispare la cámara accidentalmente, por ejemplo), también el mundo del arte ha utilizado los errores y los ha convertido en obra. De hecho los surrealistas basan una parte de su ideología en la acción del azar: aquello de encontrar un paraguas en una mesa de disección. Prestar atención a los accidentes, a los encuentros que genera el azar se convirtió en uno de los pilares que sustentaba al pensamiento surrealista. En la actualidad el uso de los errores que generan los dispositivos digitales para obtener fotografías y hacerlas circular se están incorporando en la obra de muchos artistas visuales. Es lo que se ha dado en llamar el inconsciente tecnológico de estos aparatos. Los archivos digitales, en su producción, procesado o en un su almacenamiento generan errores, archivos corruptos, distorsiones cromáticas, etc. que incluso ponen en riesgo la permanencia futura de las fotografías. Esa reflexión sobre la fragilidad de las imágenes virtuales, o sobre el uso que les adjudicamos es algo que están abordado muchos creadores. Ahora mismo en Madrid, en el festival PHotoEspaña, había dos exposiciones que mostraban propuestas de esa naturaleza. Una se llamaba Fotografía 2.0, el curador era Joan Fontcuberta, la otra se llamaba P2P, tomando prestado el epígrafe de archivos que se intercambian entre diferentes usuarios, y la habían organizado dos fotógrafos –Iñaki Domingo y Luis Díaz Díaz- junto con la directora de la Photographer’s Gallery de Londres, Charlotte Cotton. En ambas exposiciones se planteaban sobre todo muchas preguntas sobre el uso que estamos dando a las imágenes. Los resultados no siempre son gratos estéticamente hablando y eso sorprende al espectador, que inercialmente espera encontrar fotografías hermosas, donde el asunto sea reconocible. Creo que las fotos de Samuel Chambi están en esa frecuencia de onda que se mostraban en esas dos exposiciones, curiosamente en la misma onda del único extranjero que había en las dos muestras –el peruano, residente en Sídney, Diego Collado. Chambi trabaja con escáneres, como muchos de los fotógrafos actuales, y él además lo hace profesionalmente; muchos de sus colegas aficionados o profesionales acaban jugando con los errores que producen esos dispositivos. No creo que haya que dramatizar ni incendiar pasiones por eso, y menos por un concurso. Habría que desdramatizar la importancia que tienen los concursos; a menudo les sirven a los fotógrafos para testar cómo funciona, visto por otros ojos, lo que están empezando a hacer. Te escucho y me pregunto
¿Dónde queda lo que muchos profesores de fotografía siempre dicen, hay que educar el ojo?
Sí, precisamente lo de educar el ojo me parece fundamental, educarlo es conocer la historia y el presente del medio. Soy radicalmente partidario de la educación… yo pertenezco a una generación posdictadura, para quienes la educación era un instrumento revolucionario, capaz de modificar las estructuras sociales…
Pero dime, mirando el trabajo de Samuel Chambi dónde queda eso.
Déjame que dé una vuelta antes de ir a eso. Cuando empezó la polémica respecto al fallo del jurado, recordé uno de los libros que me he traído aquí a Lima, Amazonia, de Claudia Andujar y George Love (publicado en 1979), uno de los grandes libros de la historia reciente de la fotografía que se ha hecho en Latinoamérica. Es un libro soberbio; nada más abrirlo, las primeras páginas reproducen esas colas del rollo fotográfico, donde los químicos generan colores distorsionados; hace casi cuarenta años, estos dos fotógrafos ya utilizaron esas imágenes del comienzo del rollo para hablar, en sentido metafórico, del viaje que les llevó hasta la selva. Viajan desde la oscuridad –desde el desconocimiento- hasta las profundidades de la selva para encontrarse con una comunidad yanomami. Muchas de las fotografías que utilizan en el libro ilustran eso que es tan difícilmente representable: las emociones. Ahora que ha pasado tanto tiempo por el libro, uno lo mira eso y se dice: ¡que valor el de esta gente para publicar eso en aquellos años! En la actualidad, podemos pensar que ya hemos incorporado y amortizado esas aventuras visuales, pero ya vemos que aquellos que asumen riesgos siguen siendo objeto de feroces críticas. Es difícil mostrar tu personalidad creativa con sólo tres fotos. En mi opinión, Samuel Chambi está jugando con algo que le es muy cercano y con lo cual está lidiando todos los días, que es con el escáner y con el procesado de las imágenes. Desde ese un punto de vista es un trabajo honesto. La mayoría de nosotros desconocemos cómo es el proceso de formación de una imagen digital; escapa a nuestra capacidad de concretarlo dentro de la cabeza. Y la manera que tienen los seres humanos de entender el mundo es conceptualizarlos a través de imágenes. Por eso, muchos artistas visuales se detienen en ese momento en que el error interrumpe el proceso y extraen esa imagen –abstracta, difícilmente legible-, para aproximarla a una estética que nos resulte familiar; como puede ser el expresionismo abstracto. Tú habrás visto las fotos en directo, impresas en un papel de algodón, llenas de sutiles matices cromáticos, y si las miras desde lejos dices: tenemos al nieto de Rothko viviendo en Lima y haciendo fotografías.
Pero lo que hace Samuel Chambi en la fotografía no es nada nuevo, eso ya se hizo hace más de 50 años en el arte.
Claro que se ha hecho, desde los surrealistas o los dadaístas, más las vanguardias del primer tercio del siglo XX. El arte evoluciona porque algunos artistas exploran caminos nuevos.
Entonces ¿por qué dices que cada vez es más difícil generar cosas nuevas?
Lo que digo es que explorar caminos nuevos, es un asunto muy interesante porque abre un debate sobre la naturaleza del arte en nuestros días. No es tan importante dónde se llega como enfrentar ese viaje. La virulencia verbal que ha despertado este premio, la intolerancia, el fundamentalismo, la gente cargada de bolsas de piedras para apedrear al jurado, al ganador, etc., es lo que realmente me ha sorprendido, porque los debates, en esencia, no tienen como objetivo llegar a poner de acuerdo todo el tiempo a todo el mundo, sino intercambiar opiniones y hacerlo con argumentos. Mucho de lo que se ha manejado en todo este debate no tiene nada que ver con cómo pensamos las imágenes, qué estatus ocupan las fotografías en la actualidad y el uso que les estamos dando. ¿Realmente hay que seguir llamando fotografía a ciertas propuestas que no se ajustan a los parámetros tradicionales del medio? o deberíamos callarnos un momento y mirar la producción de las nuevas generaciones: cómo están mezclando disciplinas, recursos formales y tecnología sin detenerse a pensar si se ajustan a las clasificaciones históricas del arte. Hacen grafitis, intervienen sobre las imágenes, las pasan a tres dimensiones, las ponen a dialogar de múltiples maneras, con fotos que han hecho ellos o tomándolas de la red, rescatando fotos de sus álbumes familiares o apropiándose de la publicidad, de imágenes de televisión… lo hacen de una manera espontánea y muy natural. Somos nosotros los que les seguimos diciendo, ¡ah no!, hasta aquí es fotografía y hasta aquí no. Y yo creo que ese es más nuestro problema que el de ellos, porque poner límites a las cosas, darles nombres e insertarlos en categorías de las que no te puedes salir es lo que generalmente origina el problema. Si no lo categorizáramos, veríamos que tampoco dramatizaríamos los resultados y no estaríamos tildando de revisionistas a quienes no siguen las normas. Ese término -el revisionismo- pertenece a la revolución cultural maoísta y siempre ha querido eliminar a los que se salen de la disciplina ideológica. Ansel Adams y muchos de los grandes fotógrafos, son ya del siglo pasado. Estamos en el siglo XXI, manejamos las imágenes e intercambiamos la información de otra manera, deberíamos también modificar la manera en que miramos y nos relacionamos con las fotografías. En las bases no se especifica que las fotos sean realizadas con una cámara fotográfica.
Mucha gente le molestó el hecho de que estas imágenes sean producidas por un escáner, porque cuando se habla de un concurso de fotografía lo primero que se piensa es que se tiene que realizar con una cámara fotográfica. ¿Eso se tendría que aclarar en las bases?
Sí, yo lo que creo es que los concursos tienen que ser libres, para que la gente que participa sea libre. No pasa nada porque una foto se haga con un celular, no pasa nada si pones la cara encima del escáner, como toda la vida se hacía con las fotocopiadoras… en la historia del medio las imágenes se han realizado, algunas veces con cámaras sofisticadas y otras con un cajón oscuro, algunas con estenopos y otras con objetivos más precisos… a veces se transportaba una imagen desde una publicación a un papel en blanco (seguramente lo habrás hecho así en las clases de trabajos manuales en la escuela), otra veces se han usado polaroids quitándoles la trasera y se ha llevado la imagen hacia otro soporte. Ponerle puertas al campo es un contrasentido cuando se habla de creación, ésta debería ser lo más libre posible. Que la gente se enfade por no haber utilizado una cámara, porque se haya puesto un objetivo 35 mm cuando debería haber puesto uno de 85… yo sigo buscando esas tablas sagradas de la ley, las que dicen cómo se tienen que hacer las fotografías. Probablemente no las encuentro porque no las hay. La nueva gente que está surgiendo es la que se está inventado las leyes sobre la marcha. Van contando lo que quieren contar y se sirven de todo lo que tienen a mano para hacerlo. Cómo le vas a obligar a un chico de veinte años a que se limite a utilizar una cámara analógica y que luego revele el rollo, etc., etc. Quienes hablamos de nuevas tecnologías somos únicamente los que tenemos una cierta edad. Para ellos, las nuevas generaciones son sus tecnologías. Estamos en otro siglo: nos estamos hablando por skype y enviando fotos por whatsapp con cualquier lugar del mundo y nos sale gratis, nuestros mensajes se pueden traducir instantáneamente para facilitar la comunicación. Nada de eso existía hace 25 años. Es natural que ahora no dramaticen tanto una sola imagen, porque están acostumbrados a hacerse fotos, mostrárselas a alguien y desprenderse de ellas mandándolas a la basura de la computadora. Nosotros no hacíamos eso. Tengo una sola foto de cuando tenía doce años; de esa época solo tengo esa y la que me hicieron en la escuela con todo el grupo de mi clase; esa foto jamás la voy a tirar a la basura. Ahora todos convivimos con un montón de fotografías y videos; es natural que los procesen de una manera distinta a la nuestra. Estar esperando con la guadaña para ver quién se sale de los límites es una actitud bastante retrógrada.
Se pueden salir de los límites o se puede explorar como artista, pero el asunto acá es que esa exploración que tú dices, ganó el premio del ICPNA. Eso es lo que más ha causado molestia.
Sí, como te decía inocentemente, pensaba que era interesante conectar esa reflexión que estaba haciendo Samuel Chambi -sobre cómo generamos las imágenes, qué uso les damos, de dónde salen, etc…- con el debate que se está haciendo, no en Nueva York o en Londres, sino en todo el mundo. Y me parece interesante abrir ese debate. Claro que genera polémica, por supuesto, pero cuando uno debate y lo hace con argumentos me parece que eso siempre enriquece. Aunque no te convenza, a lo mejor tu oponente dice una frase que se te queda ahí dando vueltas y te mueve a reflexionar; a mí eso siempre me ha parecido positivo: debatir y debatir. Primero, porque habla de una sociedad madura, tolerante y adulta, en donde cada uno expresa su opinión y lo hace de manera libre. Y eso no excluye las bromas y los sarcasmos, pero sin insultar, sin ir a quemarle su casa al que no piensa como uno. De la confrontación sale todo el mundo enriquecido.
LA ÉTICA DEL CONCURSO
La otra parte de la crítica del premio es la ética ¿Por qué premiar a un trabajador del centro de la imagen?
Ese es el otro problema. Insistes en la premisa de que el concurso del IPCNA está amañado por el Centro de la Imagen. Y eso no es cierto. La afirmación de que nos habíamos puesto de acuerdo previamente en una comida para decidir quién iba ser el premiado y todo eso, no sería más que un mal chiste, pero está poniendo en duda mi ética profesional y eso es muy serio para mí. La teoría de la confabulación ya estaba enunciada cuando se presentó a los miembros del jurado como pertenecientes todos al Centro de la Imagen. Antes de reunirnos ya se había puesto en duda el resultado. A mí se me presentó como docente del Centro, no como un curador independiente que lleva 32 años en esta profesión; a eso se le llama arrimar “el ascua a la sardina que interesa”. Ya intuía que ganara quien ganara, iba a haber polémica. Que el autor fuera Samuel Chambi, echaba más leña al fuego, pero uno no puede tomar decisiones bajo esa óptica. Más bien, lo que pensé es que iba a estar bien que se generara polémica. Chambi adoptó una posición de cierta valentía para presentarse con esas imágenes, y eso, a posteriori, todavía me gusta más. Uno, como jurado, no puede estar pensando en los intereses del ICPNA. Votamos sabiendo que le íbamos a ocasionar una polémica al ICPNA, porque la gente iba a criticar esta decisión. Sin embargo, el ICPNA en ningún momento hizo comentario alguno al jurado en esa dirección, lo que les honra. Me da exactamente igual lo que vaya a decir gente como los de Apertura Fotográfica, que exigen transparencia para los demás, pero ellos son anónimos. Tu revista tiene toda la libertad de decir lo que quiera, pero con una diferencia: das la cara y sabemos quién eres; hablamos, contrastamos nuestras opiniones y eso no nos lleva necesariamente a coincidir, pero por lo menos puedo aportar mi punto de vista. A los de Apertura hace meses que les solicité a través de Facebook poder ser ”amigo” de su página para defender mis posiciones. Nunca me contestaron. Es muy interesante premiar a gente que tiene trabajos en desarrollo y no imágenes, que les pueden haber salido bien por casualidad. Cuando se da continuidad a un proyecto, el que trabajes a partir de un error en un dispositivo, termina por ser anecdótico, porque lo que se hace visible es la intención. Eso es lo que distingue a un autor. Finalmente ¿Qué es el arte? como decía el escultor Donald Judd “si alguien dice que algo es arte, lo es”. Es así de amplio y de escurridizo. Hay ríos de tinta escritos al respecto.
Pero es también peligroso eso.
Mucho, pero al final uno no va a ninguna parte poniéndose fuera o dentro del mundo del arte. Lo importante es la honestidad.
Repito es peligroso que cualquiera diga que todo es arte, yo acabo de tomar un vaso de gaseosa ¿este vaso es arte?
Mira lo que pasó con el arte Pop en su momento, llevar los objetos cotidianos a la categoría de arte por la vía de cambiarlos de contexto. A mí me explicaron el arte pop por primera vez nombrando unas latas de sopa que se llamaban Campbell, y yo no entendía absolutamente nada, ¿sabes por qué?, porque en España no llegaba la sopa Campbell. Si lo hubieran hecho con cualquier otra marca que nos llegara a nosotros, yo hubiera entendido lo que es el arte pop, o sea, reprocesar signos, imágenes y objetos con los que nos relacionamos continuamente. Yo te decía que a todos los que usan escáner les ha pasado algo parecido a lo de Samuel Chambi. También los que trabajan en las imprentas a veces se quedan con algunos pliegos -las maculaturas- que se utilizan para ajustar las tintas, porque al superponer las impresiones de libros diferentes en el mismo papel se generan imágenes curiosas. Lo que están haciendo muchos artistas tiene que más ver con la comunicación en un ámbito que no es del ensayo, el de la literatura, el del cine ni el de la danza, es otra cosa.
Me estás diciendo que en la actualidad el arte tiene que ser explicado para entenderlo…
No necesariamente. Pero obligar a que el arte deba ser comprensible sin explicaciones por un niño de 3 años y por una persona de 90 es una afirmación demagógica. Uno de los mitos asociados con la fotografía “una imagen vale más que mil palabras” es igualmente inexacto. He visto algunas imágenes, en la exposición sobre el archivo de la revista Caretas en la Casa Rímac, donde yo no entiendo absolutamente nada de lo que está pasando en la imagen. Y no soy alguien ajeno a la fotografía; no entiendo muchas de esas imágenes porque pertenecen a un contexto que yo desconozco: los años sesenta, setenta y ochenta en el Perú. Claro que hay que explicarlas, las fotografías necesitan texto muy a menudo. A mí me gusta decir que determinados proyectos y determinadas obras de arte, necesitan que se le facilite al espectador una contraseña, el password que te permite acceder a los significados que hay inscritos en la obra. Mi respuesta es: si; hay que explicar el arte, por supuesto; como hay que explicar la filosofía, la música clásica, la danza contemporánea y un sin número de expresiones artísticas o intelectuales.
Tú dices que al ver la muestra de fotografías de Caretas en la Casa Rímac no entendías algunas imágenes, imagínate a la gente en Lima viendo la fotografía ganadora de Samuel Chambi.
A mí lo que me pasó en esa exposición fue una cosa muy agradable: me sirvió para entender algo más el pasado de este país en el que ahora estoy viviendo. ¿Qué es eso de la post fotografía? No es obligatorio que la gente sepa qué significa eso. No es ignorante el que no sabe, sino el que no quiere saber. Si alguien tiene curiosidad puede leer al respecto encontrará que nunca había pensado en esos términos cuando pensaba sobre las fotografías. Esa parte ya es positiva. Luego, si su opinión es “a mí esto me parece una tontería”, pues estupendo; pero por el camino has tenido la oportunidad de informarte y de escuchar a gente que está trabajando en ello. Que los curadores somos gente que a veces se pone muy pedante en su manera de hablar, sí; se nos va muchísimas veces la mano; utilizamos palabras que pertenecen a una jerga de uso reducido; también les pasa a los filósofos, los semiólogos, los músicos. Jerga como la de los futbolistas, como la de los fotógrafos de prensa: te sientas con ellos y están hablando de tarjetas, de números de megas y de softwares para manipular las fotos, de por cuál número va la cámara de Canon o de Nikon. Todas ellas son jergas incomprensibles para los profanos. Lo que pasa es que unos parece que exhiben el halo del intelectual y eso escuece un poquito más.
Regresando al tema ético del concurso, lo que ha sucedido con el tema de Chambi, el hecho de que el Centro de la Imagen premie a sus profesores ha pasado a ser repetitivo y esto ha causado una molestia masiva ¿por qué no corregir ese error por parte del Centro de la Imagen?
Mira, yo no hablo por el Centro de la Imagen; pero como te decía antes, he investigado y en los tres concursos que organiza el Centro de la Imagen, el de Derechos humanos, el Courret, y el Repsol, en los últimos catorce años, solo ha habido cuatro premios para gente que pertenezca al Centro de la Imagen. Eso por un lado, por otro lado, el que dentro de una empresa privada se contrate a los mejores profesores que estén a su disposición, no debería de excluirles de participar en concursos donde los miembros del jurado, como es el caso del de Derechos Humanos, sean el defensor del pueblo o personas independientes. Suponer también en ese caso, que una persona con esa autoridad moral va a dejarse influenciar… raya en lo paranoico.
¿Cómo qué no? Es como si Lima Gris organiza un concurso de fotografía y termino premiando a los fotógrafos de Lima Gris.
Partes siempre de una presunción de culpabilidad que yo no comparto. A todo aquel que en algún momento haya impartido un curso en el Centro le sitúas como empleado. Somos muchos los profesionales que damos clases en diferentes escuelas y eso no nos hace formar parte del staff de todas ellas. En el caso del jurado del IPCNA, Carlo Trivelli fue invitado, entre otras cosas por ser uno de los curadores de la Bienal de fotografía de Lima (“ridiculizado” por los de Apertura por ser algo así como la mano derecha de Jorge Villacorta). Yo quiero hacer una declaración aquí: ¿dónde hay que apuntarse para poder ser la mano derecha de Jorge Villacorta?, en media hora con él aprendes más que todo lo que puedes aprender en varios meses en una biblioteca; y yo he venido al Perú a aprender. Me parece que Carlo Trivelli, que viene además del mundo de la prensa, tiene una trayectoria que amplía la mirada hacia los media y no se queda sólo en lo fotográfico; me parece un perfil muy interesante. Y Jorge Villacorta lo ha aprovechado, dentro de la bienal se ha rodeado de curadores e historiadores jóvenes como Andrés Garay, lo que amplía el espectro visible de historiadores de la fotografía que están surgiendo en el Perú, y eso me parece positivo. Lo mismo es aplicable para Carlo Trivelli. Así que, de los 3 miembros del jurado, solamente Juan Mulder pertenece al Centro de la Imagen.
Pero tú mismo has dicho que estás trabajando en el Centro de la Imagen. No has venido de paseo, eso te hace parte del Centro de la Imagen.
Sí, y yo podría decirte entonces cuando venga Joan Fontcuberta al Centro de la Imagen y alguien quiere contar con él para participar en un concurso, también entonces va a pasar a ser Joan Fontcuberta docente del Centro de la Imagen: Si lo presentaras como el Premio Hasselblad, Premio Nacional de Fotografía, Premio Nacional de Ensayo y uno de los fotógrafos más importantes que hay ahora mismo da una lectura diferente. Utilizar sólo una parte del curriculum de quien va participar en el máster o de mi propio curriculum me parece una manipulación interesada de la información, para insistir en tu teoría; por eso te propuse: “cambia el titular y pon Alejandro Castellote, director de la Daegu Photo Biennale en Corea del Sur” y verás cómo la lectura es otra. Ignorar o no citar deliberadamente mi curriculum profesional es quitarle al lector elementos que le permitan hacer su propio juicio.
En el casoTrivelli, fue docente del Centro de la Imagen y actualmente tiene una relación muy cercana con esa institución.
Normal, por el centro han pasado muchas de las personas vinculadas a la fotografía peruana, bien porque han colaborado en las actividades que ha puesto en marcha durante años o porque han participado en ellas como artistas.
Y Mulder mucho más, que prácticamente es dueño del Centro de la Imagen ¿No te parece que el jurado debió ser otro?
Me parece que esa pregunta se la tienes que hacer al ICPNA.
El gerente cultural del ICPNA, Fernando Torres, se lavó las manos en una carta donde solo dijo que lamentaba que los resultados hayan causado tanta controversia.
Bueno…
Ese es el problema, nadie se quiere hacer responsable de esto.
Una institución, la Municipalidad de Lima, con dinero público, tiene la obligación de atender a todo tipo de colectivos; una empresa privada puede contratar a quien quiera para que trabaje para ella, con el objetivo de generar un buen producto y tener beneficios, es el objetivo de toda empresa privada: eso no es una actitud criminal. Si una empresa privada, como es el ICPNA, llama a alguien del Centro de la Imagen, como Juan Mulder, en su calidad de coleccionista y como persona que además forma parte del comité del International Center of Photography de Nueva York, será porque algo de conocimiento de fotografía tiene. Si llaman a Roberto Huarcaya, que lleva un montón de años dedicado a la fotografía, lo hacen porque tiene un criterio. ¿Por qué tiene que estar prohibido que gente de calidad esté vinculada al Centro de la Imagen?
No es que esté prohibido, el problema es que premian a sus alumnos y profesores.
Tú sigues dando por hecho que a priori sabíamos que Samuel Chambi se iba a presentar y que ya teníamos decidido darle el premio… como te dije antes, yo había hecho público mi voto antes de saber la autoría de sus fotos. También conozco a los otros premiados y a los que se llevaron las menciones honrosas. Pero cuando valoré esas imágenes no sabía de quién era. Y si lo hubiera sabido no habría cambiado en nada mi votación.
El premio Courret del año 2013, entre los ganadores estuvo Rochi León y Solam Adum, profesoras del Centro de la Imagen. ¿Alejandro, no está mal eso?
Yo insisto en que le estás pidiendo al Centro de la Imagen que haga funciones de institución pública. Ya te expliqué antes que en 14 ediciones de los tres premios que el Centro ha organizado con otras empresas o Instituciones sólo en tres o cuatro han sido premiados profesores o ex alumnos del Centro.
Entonces que hagan sus concursos de fotografía para los alumnos y profesores del Centro de la Imagen, porque al final ellos son los ganadores.
Yo estuve en la entrega de premios, que hizo el embajador de Francia del premio Courret, y antes había estado haciendo un recorrido con varios fotógrafos para ver cuál me parecía el candidato más interesante para el premio; era por la tarde y no se veían demasiado bien ni las fotografías ni los nombres, pero con todo mis opiniones no distaron mucho de los premios finales. No sé por qué en una convocatoria como la del Courret debe quedar fuera todo el que haya estudiado en el Centro. Sobre la repetición de nombres en los jurados, yo tengo que decir que en España me han invitado a participar en cientos de jurados y casi siempre he dicho que sí, porque a mí me interesa ver qué es lo que se está haciendo en ámbitos que a veces no conozco. También se me llama muchas veces porque las empresas que los organizan quieren nombres conocidos y los que llevábamos muchos años somos los que más les sonamos, es así de sencillo. El Centro de la Imagen organiza el premio Courret con la embajada de Francia, con la Alianza Francesa, que son quienes ponen el dinero; lo hacen para apoyar proyectos que tengan que ver con la fotografía de prensa o con proyectos documentales y lanzan una convocatoria abierta. Asociar eso a falta de ética, es una apreciación tuya muy respetable. Pero si yo organizara un premio, me parecería lógico que estuviera presente un miembro de la institución, un miembro de la empresa y otras personas independientes. En el Courret de esta edición, estaba Roberto Huarcaya, un representante de la Alianza francesa, la editora gráfica de algunos de los suplementos de El Comercio, y otro independiente que ahora no recuerdo. Ganó un fotógrafo que había estudiado en el Centro de la Imagen, sí ¿y? ¿Estás acusando a todos los miembros del jurado de plegarse a los intereses del Centro?
¿O sea no te parece raro, entonces los del Centro de la Imagen son los bendecidos o los talentosos del Perú?
Vamos a ver, vamos mirar este proceso desde otro lado. Desde 1989, cuando llegué por primera vez al Perú, me ha interesado mucho la fotografía histórica y contemporánea peruana. He conocido a muchos fotógrafos, y a algunos de ellos he tenido la fortuna de poder seguir su trabajo. A la gran mayoría de ellos no les he preguntado dónde habían estudiado, si pertenecían al Centro de la Imagen o a cualquiera de las otras escuelas del país; yo busco buenos trabajos. Si el Centro de la Imagen genera buenos fotógrafos, pues será porque tiene buenos profesores, lo mismo se aplica a los que salen de otras escuelas en todo el mundo. ¿Por qué tiene tanta fama la Helsinki School? porque sus alumnos y ex alumnos tienen un gran nivel y eso les da visibilidad. Conociendo a Roberto Huarcaya desde hace muchos, te puedo asegurar que ese perfil intrigante que le quieres adjudicar no existe. La mejor manera de comprobarlo sería que hablaras con él.
¿Pero cuando es repetitivo?
Cuando es repetitivo yo te diría, pregúntalo de otra manera, ¿qué hace el Centro de la Imagen para que mucha gente que ha estudiado ahí sean ahora nombres con proyección internacional y estén exponiendo o dando clases ahí?. Quienes tienen proyección exterior compiten con artistas de todo el mundo. Cuando alguien que ha estudiado en Estados Unidos dice “yo me formé en el ICP”, lo dicen porque del ICP han salido muy buenos fotógrafos. Y en algunos de los premios que organizan hay estudiantes suyos, por supuesto. Lo que pasa es que nosotros estamos en un tipo de sociedad que es completamente diferente a la anglosajona, en los países anglosajones cuando alguien trabaja duro, sube y triunfa, todos le apoyan y le aplauden; en los países latinos cuando alguien se hace visible por su trabajo, todos lo esperan con un bate de beisbol para darle en la cabeza, para tirarle piedras y para poner bajo sospecha el cómo habrá llegado ese allí. Yo creo que deberíamos de abandonar este cainismo y empezar a fijarnos un poquito más en cómo suben a su gente los franceses, los ingleses y los norteamericanos y cómo recibimos a los extranjeros acá. Hagamos esa reflexión en lugar de tirarnos piedras todo el rato entre nosotros los latinos; empecemos a remar en la misma dirección y a apoyar a la gente que vale. Eso es sumar, lo otro es destruir, sabotear, restar y dejar todo ese espacio limpio para que cada vez que llegue alguien de fuera sea el tipo más importante que ha pasado por Lima. Lima y el Perú tienen enormes fotógrafos, autores con un gran potencial. Pero a veces da la sensación de que aquí se dedica más energía a vilipendiar a quienes están organizando la Bienal de Lima que a generar apuestas alternativas. No puede dejar de sorprenderme esta campaña que los anónimos de Apertura y tú emprendéis contra Jorge Villacorta. Ya quisiéramos tener en mi país a alguien de esa estatura intelectual y con ese espectro de conocimientos tan amplio.
Entiendo tu lectura, pero son un 80 % de fotógrafos que les ha parecido mal esto de los premios y la bienal ¿qué le dirías a ellos?
Bueno eso es como las estadísticas, dónde están los datos técnicos del perfil y número de encuestados, a qué sector social y profesional pertenecen… para afirmar que el 80 % del sector piensa así. Este debate ha llegado a España y, curiosamente, la discusión va en otra dirección: hay que abrir la puerta, hay que mover las aguas, porque si no estancan. Un tipo de comentario que también he escuchado aquí. Probablemente es porque hablamos con personas distintas, yo también podría decir que hay un 78% -por ejemplo- de gente que piensa de otra manera, pero eso yo no lo puedo validar con ninguna encuesta, sucede que si uno habla con los suyos y con sus pares de pensamiento, todos coinciden con esa opinión. A la gente que está en el mundo de la fotografía contemporánea, que está atenta a lo que se está haciendo en otros sitios, les preocupa este panorama que no les permite crecer, porque les obliga a que su fotografía deba ir sólo en una dirección la comprometida socialmente, etc, etc, como si quienes no militan en ello fueran un grupo de frívolos, artistoides y gente despreocupada y sin interés por las cuestiones sociales. Yo lo que creo que sería interesante es que nos juntáramos todos a hablar sobre esto y que diéramos la cara, sin insultarnos, evitando convertirnos en los guardianes de la fe. Debatir, conversar, aportar argumentos… Lo positivo es discutir. La fotografía, lo repito todo lo que puedo, es demasiado importante como para ser mirada sólo como arte o fotoperiodismo.
Nadie tiene la razón, pero de alguna manera crees que te has equivocado
Partimos de la base de que en una discusión ninguno de los que discute tiene toda la razón. Equivocarme no; no tengo la sensación de equivocarme, los jurados “fallan” los concursos, esa palabra conlleva un doble significado; no tengo la sensación de equivocarme porque cuando uno expresa su opinión y hace una elección libre y honesta, no se equivoca. Se equivocaría si votara otra cosa para no molestar al ICPNA, para no meterse en conflictos, para ponerse a buenas con un determinado colectivo que le está dando caña en redes sociales… eso sería equivocarse porque es no votar con honestidad. Yo estoy muy contento de haber premiado a Samuel Chambi, porque me parece que es bueno mover las aguas para que no se estanquen. Al año próximo habrá otro jurado y otro premiado…
¿Pesó de alguna manera que Samuel se apellidara Chambi?
Conocí hace tres años a Samuel. Lo primero que hice fue preguntarle, pero figúrate cómo no vas a preguntar a un tipo que se llama Samuel Chambi si tiene relación con la familia Chambi; me contestó que no tenía nada que ver, y lo que le dije fue: ¡vaya peso que te has quitado de encima!. Porque si tuvieras que responder a las expectativas de ser nieto de Chambi, el peso que cargarías sobre tu obra sería insoportable.
Te digo una cosa, Alejandro, yo no desconfío de ti, yo desconfío del Centro de la Imagen.
Entiendo que puedas desconfiar, pero lo que hay que hacer es informarse. Y hablar con los interesados. En la prensa seria no se da una noticia sin antes hablar con las personas a las que se está acusando de algo. Yo te hablo como alguien que ha estado dentro de este jurado, que podría perfectamente haber sido público. En este jurado, como en todos, si llego a recibir la más mínima propuesta de favoritismo, habría renunciado inmediatamente. Por supuesto estás en tu derecho de creerme o no pero, como comprenderás, yo no me voy a jugar mi posible prestigio profesional por darle un premio a alguien. El mayor halago que me han dicho en mi vida profesional es “Alejandro Castellote no se casa con nadie”, ¿puedes imaginar lo que eso significa para un profesional independiente? Honestidad, es nuestro único activo.
No se trata de creerte o desconfiar de ti, lo importante de todo esto, es que el tiempo pasa y el tiempo es el mejor testigo de lo que está ocurriendo.
Ya verás cómo cambia, ¿sabes cuál es el jurado de Repsol?, es Susana Pastor, Sharon Lerner y yo. Roberto Huarcaya, en el ámbito de los gestores y los activistas culturales es una de las personas más generosas e integradoras que conozco, por eso tiene todo mi respeto.
Para mucha gente el jurado fue soberbio, para otros el jurado los desconcertó, qué le dirías a la gente que cree que fueron soberbios. Porque de alguna manera ustedes con los premios marcan una línea de lo que se debe ver y hacer.
Sí, eso es lo que quería evitar, la exhibición de soberbia porque, como te dije antes, al premiar uno debe ser consciente de que el resultado puede y, en mi opinión, debe generar una puesta en cuestión de las inercias estéticas. Eso no es bueno hacerlo desde una pose de soberbia. Los premios de esta edición del concurso tienen una voluntad: apostar por gente que arriesga. Y los tres premios son propuestas que van en esa dirección. Es inevitable que se nos mire como soberbios, puesto que tomamos decisiones y nunca gustas a todo el mundo. Es normal; es parte de nuestro trabajo recibir críticas.
¿Qué es lo peor que te ha dejado este debate?
El acusarnos de falta de ética, desde la impunidad del anonimato, eso es lo peor. Lo de los insultos, lamentablemente es una práctica habitual en los blogs y chats de todo el mundo. Abundan los vómitos y los insultos. Cuando recién llegado a Lima vi los comentarios de AP y de tu revista pensé que eso era un síntoma de animación en el panorama de la fotografía. Si hay humor, sarcasmo y crítica es que el medio está vivo. Ahora bien, ese papel de ayatolas, autoproclamándose vigilantes de la ortodoxia, que ha adoptado algún grupo, emitiendo amenazas y llamando al sabotaje me parece contraproducente. Se alienta el odio y el resentimiento. Manipulan los textos, inventan conciliábulos, expanden calumnias y todo bajo el paraguas de la fotografía social y comprometida. La cultura, en mi opinión, merece ser abordada, en primer lugar desde el respeto a quienes no piensan como nosotros. Pensar antes de hablar. Debatir, disentir, cuestionar es una actitud básica para crear cultura, pero poner mierda delante del ventilador, tirar la piedra y esconder la mano es una actitud bastante cobarde.
¿Si no sabemos quiénes son los de Apertura Fotográfica, quienes son los de Cerradura Fotográfica?
Bueno, eso es lo que estábamos hablando antes de grabar la entrevista, sino te gusta una cosa, haz algo: propón una alternativa. Lo que han hecho los de Cerradura Fotográfica es introducir humor en este deliberado escenario de beligerancia que quieren crear los de AP. ¿Se imaginan una Bienal de Lima organizada por este grupo de guardianes de la fe y la verdad fotográfica? Hasta donde sé, uno de los que están detrás de Apertura es un estudiante de antropología que vive en Inglaterra. Da la sensación de que están haciendo prácticas de revolucionarios sociales desde la distancia. Ese airado “aleccionamiento” a las masas populares para que boicoteen lo que no les gusta, desde mi punto de vista, revela sobre todo una profunda ignorancia de lo que, desde hace muchos años, están promoviendo muchas personas en el Perú, entre ellos Jorge Villacorta o Roberto Huarcaya. Acciones, que como decía Martin Parr cuando vino a Lima, nos están permitiendo asistir al esperado renacimiento de la fotografía peruana. ¿A lo mejor es que Martin Parr está trabajando para el centro de la Imagen?, porque le vi un día por allí.