No andaba muerto tenía la batería baja. El periodista Aramís Castro reapareció tres días después, y con la insólita disculpa de que simplemente andaba desconectado.
Apareció en los informativos de América TV, La República y El Comercio, donde informaron de su misteriosa desaparición. Se vincularon nexos de posibles silenciamientos después de la publicación de una de sus notas de investigación.
Cuando ya comenzaban a armarse las cadenas de oración para que lo encontraran, y cuando ya solo faltaba que su foto figurara en la parte trasera del recibo de agua en el top ten de desaparecidos del mes (aquí en Perú todavía no tenemos el sistema norteamericano de cajas de leche con caras de niños y frikies desaparecidos), resulta que así como desapreció reaparece en las redes sociales el cuestionable periodista Aramís Castro.
No sabemos mucho sobre las causas de su ausencia que según señaló en un comunicado eran personales (bastante para preocupar a todo el gremio periodístico que ya contaba con un nuevo mártir de la profesión).
Como excusa declaraba Aramís en un comunicado subido en sus redes sociales que simplemente “Andaba sin red y sin batería”. ¿En serio? ¿Ser periodista de investigación paga tan mal? Yo soy periodista cultural y tengo al menos veinte céntimos para llamar desde un teléfono público. Para más guasa Aramís agregaba en el comunicado ocurrencias como lo siguiente:
“… creo, aunque errado por el modo en el que decidí actuar, que ha sido un momento en el que tuve un tiempo y espacio alejado del ajetreo diario.” O sea, no le importó poner en vilo a cientos de internautas que ya nos hacíamos en la cabeza toda una novela de Bolaño (yo ya me imaginaba una nueva serie cutre al estilo de Ciro), y ni que hablar de su familia, o la credibilidad de Convoca, que querámoslo o no, se ve afectada, aunque ganó harta publicidad en los medios por un par de días.
Por otro lado en el comunicado Aramís agregaba también con ínfulas de periodista irredento: “A veces es bueno tener un alto en lo que uno hace y lo apasiona”. O sea, no aprendió nada. Pero nosotros si.
La historia de Aramís recuerda un poco a la del niño que gritaba Lobo, atraía la atención de los mayores para solo burlarse de ellos. Hasta que finalmente apareció un lobo de verdad y entonces nadie le hizo caso al niño cuando gritaba desesperadamente lobo. Esperemos estas ocurrencias no vuelven a suceder.