Trasmitir conocimiento y enseñanza es una práctica milenaria. En la antigua Grecia los efebos recurrían a un mentor y eran instruidos en el arte de la guerra, deportes, literatura, filosofía y otras disciplinas intelectuales, hasta convertirse en ciudadanos.
Posteriormente, en el mundo contemporáneo se diversificaron las ciencias y a través de un ordenamiento de conocimientos y técnicas surgieron las especialidades.
Sin embargo, es necesario contar con un buen profesor que a través de la didáctica sepa trasmitir el conocimiento (episteme). Si bien, no es una tarea fácil, ya que algunos teóricos mediante métodos confusos invitan al aprendiz a seguir los caminos más densos del saber; también existen tutores iluminados, que cuentan con el arte de descomplicar toda dificultad habitada en cada rincón de un “teorema”. A esta especie de excelsos se les denomina “pedagogos”. Habitualmente podemos recurrir a docentes, catedráticos, e instructores, pero ello no significa que necesariamente ejerzan “pedagogía” y se conviertan en maestros. Por lo que tal categoría solo la alcanzan los eximios humanistas, que a través de la simpleza forman a personas ilustres.
—Si no puedes explicar algo de forma sencilla, es que ni tú mismo lo has entendido lo suficiente—, se le atribuye la frase al Albert Einstein. Asimismo, Emerson decía: —La naturaleza y los libros pertenecen a los ojos que los ven—.
Es importante el ejercicio de la lectura, como es importante el ‘arte de vivir’ y conocer el mundo a través de las relaciones humanas. Démonos el menester de caminar, preguntar y contrastar lo que sucede alrededor y solo así nos convertiremos en doctos. Hoy en día en el mundo estudiantil existen grados y postgrados académicos que te dan un frio reconocimiento para acceder al mundo laboral; sin embargo, aquello no tiene nada que ver con el humanismo y la ilustración.
Si tan solo, recurriéramos al mundo del cine y recordáramos al profesor Mark Thackeray de “Al maestro, con cariño”, o al profesor de literatura John Keating de “La Sociedad de los Poetas Muertos”, o al historiador William Hundert de “El Club del Emperador”, sabríamos que solo los verdaderos maestros pueden lograr grandes personas, listas para emprender grandes cambios. Y aunque la IA se interponga entre nosotros, nunca desfallezcamos y encontremos a un mentor para que nos ayude a salir del oscurantismo.