Opinión

Al creador de “El Tamalito”, Andrés Soto

Lee la columna de Luis Felipe Alpaca

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El cantautor Andrés Soto Mena, nació el 29 de abril de 1949 y falleció el 7 de julio de 2017. Actualmente habría cumplido 75 años de edad.

El creador del “Tamalito”, “El Menbrillito” y “Quisiera ser caramelo” fue uno de los máximos representantes de la música peruana debido a sus entrañables trovas y coplas negras de índole costumbrista.

“Yo empiezo a cantar en mi barrio de Jesús María donde me crié. Había un parque y nos reuníamos amigo boleristas y en la noche cantábamos”. Andrés debutó en el teatro Segura interpretando ‘La Noche’ de Adamo, a pesar que estaba enyesado de los dos brazos debido a un partido de fulbito.

Luego cantó sus propias composiciones. —“Al principio lo hacía todo por oído, pero era insuficiente y me matriculé en la Academia Juan Sebastián Bach que quedaba en el jirón Puno; allí aprendí solfeo, compases y armonía y cuando estaba en el ómnibus de Cocharcas, se me ocurría un tema, entonces sacaba mi boleto y dibujaba el pentagrama y marcaba Sol, la melodía principal para no olvidarla y cuando llegaba a casa la sacaba con guitarra y ya no se me perdía”—.

Aquello no fue suficiente y estudió música en el Conservatorio y para comprender mejor los orígenes de sus letras, estudio sociología en la universidad.

Andrés Soto creía que en los últimos tiempos los ritmos iban perdiendo belleza y riqueza:

“Antes la música era más poética y uno utilizaba más recursos literarios para expresar sus sentimientos. Ahora es mucho más plana y mucho más pragmática la manera de hacer música y las letras son bien arrabaleras, simplonas. Francamente no se han cultivado”.

Cierto día, el joven compositor cantaba en casa de la escritora Dora Bazán y de pronto una señora llegó hasta la puerta del inmueble y tras esperar que concluyera la pieza musical, tocó el timbre y muy deleitada pidió si podían repetir la canción y luego de sentarse en las escalinatas de la casa, Andrés volvió a cantar y desde allí se hicieron amigos inseparables. La curiosa oyente, era nada menos que Chabuca Granda.

Andrés Soto, antes de fallecer reveló: “Nunca me ha faltado un plato de comida y un estado mínimo necesario para tener esa disposición de ánimo de crear y crear”—.

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