Los gobiernos e individuos que trascienden no sólo promueven crecimiento, también siembran cultura, legan talentos, no les ponen trabas. Los grandes renacimientos culturales suelen estar asociados, por ello, a grandes estadistas cuando no a poderosos patrocinadores.
Al margen de la promoción legal del mecenazgo, hay iniciativas que pueden nacer desde la médula empresarial. Sería fructífero que los privados institucionalizaran una red de mecenazgo y patronazgo de cultores artísticos.
No conozco algún registro de mecenazgo que permita identificar a aquellas empresas y personas, que por incentivos o amor a la cultura, estén dispuestos a financiar la creación y difusión de nuevos talentos o, como reza el título, a “adoptar un artista”.
Existen muchos empresarios y empresas interesadas en el arte y que llevan internalizado el principio de la responsabilidad social. Es notorio, en contrapartida, que abundan en el país talentosos artistas (músicos, pintores, escritores, actores, bailarines, cineastas, etc) que viven en el anonimato y sin posibilidad material de publicar su primera novela, presentar su primer recital, realizar su primera exposición o simplemente formarse en una escuela.
El anonimato, los obstáculos administrativos y la pobreza suelen ser una conjunción letal para el talento ¿Cuántos artistas simplemente abandonan su actividad cultural por tareas más prosaicas y menudas desde la perspectiva del espíritu? ¿Cuántos grandes artistas sacrifican su creación por empleos mal remunerados, oscuros y escasamente creativos? Muchos cultores van a la deriva y sin auspicio, reptando sobre la yerma sin crear. Ante una convocatoria de ese tipo, diversas empresas podrían hacerse cargo de un artista, promoverlo y convertirlo en un símbolo institucional mediático, lo que redundaría en un estrechamiento de lazos entre las empresas y los ciudadanos, generando un vínculo de afecto que incidiría en la solidificación de la imagen empresarial. Pero ¿Quién o qué entidad podría articular y promover este proyecto?
Existe un mecenazgo económico, pero también hay experiencias interesantes que expanden el significado del término, es el apoyo directo al joven talento a través de la tutoría. Si bien no se financia la creación, formación y difusión de las obras, se asigna al cultor un mentor cultural con cierto renombre. Quizás el INC podría ser uno de los promotores de una red de discipulado y apoyo a la formación del artista convocando a los consagrados y propiciando una adopción justa, sin origen en algún vínculo amical previo que contamine la pureza de la promoción o los rígidos círculos predeterminados que no contribuyen con el descubrimiento de nuevos valores (En Lima y más allá de esa capital que pareciera conservar sus «inexpugnables» murallones virreinales)
Hace algunos años, en el marco de la Iniciativa Artística Rolex para Mentores y Discípulos, un joven literato colombiano, apenas con una publicación en su haber, escribió el borrador de su obra en 12 meses, bajo la tutela y guía de Mario Vargas Llosa . Esta relación maestro-alumno concluyó en la publicación de la novela “Recursos Humanos”, editada por Editorial Planeta. Sirva la referencia.
Este es un tema que en algunos países viene cobra importancia y genera, además, el interés espontáneo de las empresas y amantes de la cultura. Hay mucho más arte y más creación, al margen y, en ocasiones, lejos de esas urbes amuralladas y centralistas, donde hace falta más que un permiso para entrar.