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Adiós, caballos negros

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Los caballos negros han muerto. Uno por distraído, el otro con honores.

Bélgica mordió, empujó y pegó. Pero no jugó. Origi estuvo desenchufado y los otros delanteros se dedicaron a caer en posición adelantada y cometer faltas dentro del área. Dio la impresión de que esperaron demasiado. Sufrieron el clásico exceso de confianza que suele matar a las promesas de cualquier deporte.

Argentina anotó a los 8 minutos gracias a un Higuaín que, después de haber sido un fantasma en el torneo, apareció en el momento oportuno. Siguiendo su instinto goleador, el número 9 disparó sin mirar al arco. A partir de ahí, los albicelestes aplicaron a su modo la virtud de manejar el resultado.

Messi, en una actuación inédita, eludiendo la amonestación del árbitro con la misma habilidad que driblea a sus oponentes, devolvió varias patadas a los zagueros rojos que en muchas ocasiones lo persiguieron y acorralaron como una jauría de depredadores a su presa. Cerca del cierre, asombrosamente, se asustó ante la salida del gigante Courtois y se apresuró en puntear la pelota en lugar de rematar como sabe.

En el único alargue de cuartos -ya ni la FIFA creía en los clavados de Robben- Holanda parecía no tener problemas en penetrar la defensa tica a base de largas triangulaciones, pero se mostraba incapaz de vencer al extraordinario Navas, cuyas soberbias atajadas impidieron que su equipo fuera al descanso con el marcador 4 a 0 en contra.

En la segunda parte las acciones se nivelaron y los anaranjados, que hasta aquí se han pasado el 70% de su mundial enfrentando a 2 selecciones de Concacaf y 1 de Conmebol, constataron cómo el grado de dificultad ha ido creciendo en cada fecha.

En un choque tan parejo, corriendo el tiempo suplementario, sólo había una forma de quebrar la balanza: cometiendo una desfachatez. Por ejecutar ese cambio de arquero casi en los descuentos, Holanda merecía clasificar a semifinales (y quizás ser campeón).

Krul sustentó su fama de especialista en penales, no porque contuvo 2 de ellos –les fue a todos en la dirección correcta- sino por el trabajo psicológico que hizo con los rivales. Les habló, los saludó, les deseó suerte y luego de algunos ejercicios de calistenia los retó y amedrentó.

Van Gaal tenía todo previsto, no libró nada al azahar. Pinto también, no cabe duda.

Lo que dejó Costa Rica en el campo lo ubica como el mejor de Latinoamérica, incluso por encima de Brasil y Argentina, en términos de orden, disciplina, valor y talento.

Holanda, por su parte, le recordó al mundo que en 1974 revolucionó para siempre el fútbol. La personalidad de sus jugadores y el arrojo de su técnico refrendaron por qué, a pesar de los años y ciertos detalles, siguen siendo la Naranja Mecánica. Tan agresiva y poco convencional como la del otro genio, Stanley.

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