Opinión
Adiós a las (j)aulas
Lee la columna de Julio Barco
He decidido no ser profesor de colegio. Si alguna vez tuve la vocación, tal vez hechizada por algunas películas, hoy vuelvo a confirmar mi falta de entusiasmo. No me gusta el uniforme, los horarios, la forma de programar las materias. La Literatura, por ejemplo, resulta solo una suerte de Historia de la Literatura y se resume en algunos datos precisos, como saber el número de cantos de la Odisea. ¿Y a quién le importa eso?
Me cuesta pararme frente a batallones de jóvenes generalmente aburridos e indiferentes. Sin embargo, creo que esta desazón no es solo individual, sino eco de un problema mayor: las formas de educación de nuestro país. Pienso en Constantino Carvallo y Los Reyes Rojos, muy parecido al proyecto Sumerhill, el colegio que fundó para motivar una nueva educación. ¿Hasta cuándo la educación literaria será memorística y centrada en un puñado de autores?
No quiero exagerar si digo que se puede contar con los dedos alumnos interesados en la Literatura. Algunos solo ven una materia más del combo de aburrimiento escolar. Por otro lado, con el ChatGPT ya no existe ningún esfuerzo.
Entonces, ¿qué significa enseñar Literatura hoy en día? Si trabajas para un colegio particular, significa seguir los lineamientos de un examen universitario. Si estudias Literatura en un colegio nacional implica someterse a los lineamientos del Diseño Curricular Nacional y trabajar las competencias e indicadoras, junto a los planes transversales.
Es decir, significa evitar lo más vital del campo literario: la redacción, la expresión y la crítica. No tengo ánimos de ser militar y dar órdenes. Yo veo los salones como cárceles, donde se hacinan los jóvenes en medio de la bulla. Sin embargo, en el camino de la escritura los senderos son pocos.
Sin deseos de desanimar a nadie, exijo una reflexión más abierta del sentido de enseñar Literatura en las escuelas. Urge volver a entender la palabra como un espacio vivo y conflictivo, con frontal creatividad. Así, el desafío es darle voz y voto al ser nacional, y no es posible sin la lecto-escritura. Mi vocación por la Literatura sigue intacta. Dejo el plumón al siguiente docente.