Pienso en la efectividad de una novela. Para que una novela sea efectiva debe magnetizar con el poder de su prosa (forma), con su trama (estructura) y su ficción (tema), agreguemos que también debe “dialogar” con la tradición. Si esto no funciona, el lector deserta. Yo busco ciencia y placer al leer; y creo que todos persiguen la misma utopía.
En ese sentido, las novelas del americano Philip K. Dick son telarañas poderosas y cumplen con lo planteado. Te las lees de una. Atrapan, seducen. Destruyen la realidad. Pienso en Ubik, El tiempo desarticulado, El mundo que Jonés creó, novelas efectivas que se leen sin claudicar. Tras alucinadas tramas, donde conocemos a los personajes y sus complejos —detalles dickeasianos que agradecemos—, somos sumergidos en la desembocadura final, generalmente vital o angustiante.
En el caso de Dick la temática es crucial: pensamiento futurista, universos distópicos, androides místicos, destrucción de la realidad, guerras alienígenas: ¿Qué pasaría si llega una flota de extraterrestres? ¿Qué sucedería si el mundo es una creación y se descubre su mentira? ¿Qué puede pasar si hay una droga tan poderosa que te atrapa en el pasado y lentamente socava tu mente? ¿Cómo podríamos enfrentarnos a una guerra cósmica?
Dick es parte de una tradición vastísima. Ahí donde Pynchon es denso, Roth demasiado patriota, Cheever muy melancólico, Foster Wallace muy elástico, Carver muy sentimental, Irving muy políticamente correcto, la obra de Dick nos sacude por el temblor de su desquiciado encanto. ¿Acaso un Chuck Palahniuk + Rick Moody den un Dick? En suma, es heredero de los demonios de Melville, no de la luz de Twain. Y abre bien el siglo XXI, como un Kafka versión androide.
Aunque sus tramas son de lo más variopintas, la esencia que las sostiene son los conflictos humanos. El hombre moderno reconociendo su vacío y su angustia; el no concretar su felicidad, o el vivir en el absurdo vital. En ese sentido, la ciencia ficción vale tanto por la creatividad desplegada como por cómo por toca temas de nuestra condición; esa la del día a día, sin naves del espacio ni ovnis.