Cultura

¡A volar, barrilete cósmico!, por Helen Hesse

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Hoy mi hermano viene de visita. Como es regordete, calvo y empresario, Lito le ha puesto de chapa «Kingpin», como el villano del cómic de Marvel. Toca el timbre y nos ponemos algo nerviosos porque es la primera vez que conocerá a mi novio. Y digamos que hay una distancia muy grande entre ambos: la política.

A diferencia del Kingpin de ficción, mi hermano es bonachón y una persona bastante amable, excepto cuando habla de política. Por eso le pido a Lito que no hablemos de eso en la mesa, porque lo que menos quiero es generar un conflicto.

—Suficiente con los problemas del país como para tenerlos con mi propia familia —recalqué.

Luego de la cena, en la sobremesa y con vinos, Kingpin nos pregunta qué pensamos de las protestas y marchas a nivel nacional. Yo le reboto la pregunta y le pido que mejor me diga qué piensa él al respecto:

—La gente de nivel, los empresarios, es decir, gente que hace patria como yo —empieza Kingpin, inflando el pecho, copa en mano. — no estamos de acuerdo con estas corrientes progres que buscan cambiar la Constitución. ¿Sabes lo que me dicen mis clientes A, B sobre la gente que ha ido a la marcha?

—Ni idea —le respondo, mientras sirvo más vino en mi copa. Lito se altera, le pongo la mano en la rodilla a modo de tranquilizarlo.

—Que son gente que no tiene nada que hacer, hasta creen que les han pagado para ir.

—Ya —le digo, esperando que se explaye pues me pica la curiosidad. Lito evade la conversa revisando su celular.

—Lo que ha ocurrido es solo vandalismo azuzado por la prensa mermelera.

—No llego a entender tu punto —interviene Lito, intentando contener su fastidio.

—Como te vuelvo a decir, el sector empresarial piensa como yo. Solo que esa gente no comenta, se queda callada, no entra en debate, simplemente hace mutis.

—¿No entiendo por qué se quedarían callados? — Le replico a mi hermano. Lito en cambio vuelve a ignorarlo con su celular.

—No van a debatir con gente que no está a su altura, pues; pero cuando nos reunimos, nuestra posición es la misma.

—Ok, hermanito —digo, buscando evitar la confrontación.

—Lo que pasa es que, honestamente, la izquierda se ha enclaustrado tanto que, hablando en términos «marvelianos», son como Hydra.

—¿Estás comparando a la izquierda con…? —de reojo veo a Lito que trata de contenerse.

Y es que Hydra es un grupo terrorista en el universo Marvel que se jacta de su capacidad de reagruparse tras la derrota y volverse más poderoso frente al embate de sus enemigos.

—Claro. Porque como siempre han perdido, aprendieron a colarse en puntos clave del poder como parásitos y desde ahí están metiendo la mano en todo. Tanto así que, hasta los dueños de las empresas, en su propio negocio, no expresan su opinión por miedo a que los obreros tomen represalias.

—Hay algo en lo que sí estoy de acuerdo —le digo a Kingpin. Lito ya está en otra cosa—: la gente tiene miedo, y es porque todos los días suceden cosas inesperadas. Últimamente ya me da temor pensar en el futuro. Todos los días me pregunto ¿y ahora qué pasará?

Lito, pálido, nos mira y atraviesa con su brazo la mesa. Le sube todo el volumen a su celular y nos muestra la noticia:

«Ahí la tiene Maradona. Le marcan dos. Pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial. Puede tocar para Burruchaga… siempre Maradona, genio, genio, genio, tá, tá, tá… goooooooooool… quiero llorar, Dios Santo, viva el fútbol… ¡Golazooooo… Diegooooo! Maradona… es para llorar, perdónenme… Maradona en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos, barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste?».

—Maradona ha muerto —sentencia Lito.

Ahora sé qué será una noche larga.

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