El reciente spot de Julio Guzmán y sus candidatos al Congreso demuestra, una vez más, el circo de la política peruana. Guzmán, en vano intento de acercarse a los sectores populares, juega al achorado, al tipo de barrio, pero queda como un impostor.
Los publicistas del Partido Morado la tienen clara: están dispuestos a dejar como un payaso a su jefe. El fin es ganar, el objetivo es la presidencia y las cuotas de poder. Si en las elecciones pasadas los spots de Guzmán intentaban desmarcarse de la política peruana como circo, hoy el discurso es otro. Guzmán ya no es más el outsider, aquel que intentó catequizar al electorado con el discurso del político serio y responsable. El baile de Julio está desfasado, hoy comienza el chongo de Julio. Y es que Guzmán, por el voto, está dispuesto a darle al pueblo lo que el pueblo quiere. El republicanismo, que dicen representar, es un proyecto veleta nacido al calor de los think thanks, maquillado y empaquetado por publicistas egresados de Youtube.
Se ha hablado de la solidez del Partido Morado, es un tópico que los morados se esfuerzan en posicionar: que tienen una ideología clara y concisa, que poseen un sólido plan de gobierno, que cuentan con bases democráticas. Wiflas. La ideología de los morados: el republicanismo, en clave light es solamente una mascarada, una sarta de frases tomadas de aquí y allá. Un Frankenstein para engañar bobos: detrás respira la bestia neoliberal, los lobbys, los políticos de cartón, la maquinaria económica de siempre que busca “que todo cambie” para que todo siga como está.
La seriedad de los morados nos ha regalado un sketch del especial del humor, el bus de Guzmán es el bus de la improvisación, de la payasada fácil, de la politiquería de toda la vida: “yo soy del pueblo, yo soy como tú”; pero detrás de la farsa late la evidencia: los morados no tienen contenido. Y es que Guzmán lo ha dicho: “no es de izquierda ni es de derecha”. Ni arriba ni abajo. No quería cambiar la Constitución hace un par de años y ahora, frente al avance del pueblo, ha cambiado de opinión. Da igual: es un político veleta, a gusto del pueblo.
La pregunta detrás de toda esta farsa, más allá de la payasada, es: ¿Cree Guzmán, que el Perú es el Tigrillo? ¿Cree que una retahíla de improvisados pueden llevar a cabo el proyecto de país ad portas del bicentenario? ¿O sabe muy bien que su proyecto político es una mascarada y ha intentado hacer reír al pueblo peruano? Si es así debería tomar unas clases de comicidad y quizás Jorge Benavides lo lleve de jale a su programa.