¡Cierren el Congreso! ¡Quemen ese nido de ratas! ¡Ese Congreso no me representa! Cuando ocurre cada protesta social se pueden leer pancartas y banderolas exigiendo el cierre definitivo del Palacio Legislativo, aquel recinto donde actualmente alberga a 130 congresistas, y los que en su mayoría están conformados por las bancadas de Fuerza Popular (21), Podemos Perú (13) y Alianza para el Progreso (14).
Curiosamente esos tres partidos son considerados como las tres fuerzas que más daño hacen al país cuando se trata de promover o bloquear un proyecto de ley. Sumando las tres bancadas, su peso a nivel de votación llega a 44, llegando a más de la mitad de votos necesarios para una reforma constitucional (se requieren 87 votos).
Por esa razón, y muchas otras más, es que se siente un descontento por parte de la población apta para votar, pues consideran que muchas veces nuestros legisladores están ahí solo para satisfacer intereses particulares, y no tanto para beneficio de la población.
Esa apatía política se puede percibir mucho más en los jóvenes del Perú. Una encuesta realizada en diciembre del año pasado por la Universidad de Piura (UDEP) nos recuerda que alrededor del 40 % de los jóvenes universitarios les resulta completamente “indiferente” una postura política del próximo presidente, esto debido a los recurrentes casos de presunta corrupción donde siempre aparece el nombre de un jefe de Estado, ya sea formado en la izquierda o en la derecha.
En esa misma línea, 60 % de ellos respondió que no se identifican con ningún partido político o ideología. Sin embargo, aclara la politóloga Andrea Paico para RPP, no es lo mismo que no estén interesados en la política, lo que pasa es que ellos se encuentran indignados con los actuales partidos políticos que se ofrecen “en vitrina”, estando involucrados al menos una vez al mes en algún escándalo con tintes de corrupción.
Qué hay en la ‘parrilla electoral’, ¿más de lo mismo?
Las Elecciones ya se anunciaron que serán en abril del 2026 y ya se van perfilando algunos candidatos, entre ellos se pueden destacar el comediante Carlos Álvarez; el actual alcalde de Lima, Rafael López Aliaga; el ex rector de la UNI, Alfonso López Chau; el economista Hernando de Soto; o el actual congresista Guillermo Bermejo, por mencionar a solo alguno de ellos, sin descartar la participación de Keiko Fujimori o César Acuña, ambos líderes de las dos fuerzas congresales con mayoría en el Parlamento.
Hecho una rápida observación de los confirmados y potenciales candidatos, el joven votante con mucha razón ve de manera pesimista lo que le puede deparar al país. Guiándonos nuevamente por la encuesta de la UDEP, el 81 % de los jóvenes considera que los partidos políticos actuales no se preocupan por el bien común. Pero ese desencanto no es exclusivo del Perú, en América Latina y otras partes del mundo también se replica la misma problemática.
Cerca de 2 millones de jóvenes votarán por primera vez el próximo año. Foto: Andina.
La respuesta: el poder de la palabra
Tal como sucede en la vida cotidiana en cualquiera de las situaciones, ya sea en el ámbito familiar, amical o laboral, cuando una persona dice que va a realizar algo y no lo cumple, un poco de confianza se va perdiendo por parte del receptor; y si incumple de manera reiterativa con honrar su palabra, ya el otro sujeto sencillamente habrá construido una idea de su autoridad de mentiroso y poco responsable.
Claro que a nivel gubernamental esas promesas no son algo sencillas como “mañana te pago”, sino que representan un esfuerzo colectivo como construir una carretera o terminar de edificar un colegio o una posta médica, sin embargo, muchos de esos candidatos, con tal de ganarse el voto de los ciudadanos, prometen cosas cayendo en el populismo.
Es importante recordarles a los potenciales candidatos para presidente, senadores, diputados o gobernadores que no caigan en promesas difíciles de cumplir al menos en un solo periodo, que pongan sobre todo la sinceridad y transparencia, y que por supuesto tomen en cuenta la forma y el fondo de hacer las cosas.
Como todo en la vida, cuando no se cumple con lo prometido va creciendo la desconfianza.