Textiles, pinturas y esculturas componen el nuevo conjunto individual de Eduardo Llanos. “Piel y texturas” se inaugura el 11 de setiembre en La Galería de San Isidro.
Desde que tiene memoria, el textil precolombino siempre fue su inspiración. También la arquitectura contemporánea. Y las texturas, ese golpe de sensibilidad al tacto. Utilizando una gama de técnicas y materiales que van desde el acrílico hasta la escultura y el tejido tridimensional con materiales no tradicionales —e inesperados, como el metal—, el artista también ha experimentado con trozos de cerámica, vliselina, yute y piedra. Todo lo cual funciona como disparador metafórico de su arte.
Pero la curiosidad de Eduardo Llanos (Lima, 1957) también viaja hacia las insondables profundidades del ser. “La psicología y el arte no solo eran mundos atractivos, eran espacios de indagación que ya habitaban en mí”, dice. Entonces ingresaría a la facultad de sicología de la Católica y, tiempo después, se embarcaría rumbo a Holanda para estudiar en Rietveld Academie de Ámsterdam. Fue inminente su inmersión en el movimiento Stijl, que evolucionó el cubismo hacia la abstracción geométrica pura.
Europa fue un espacio de exploración constante. La arquitectura como madre de todas las artes y el respeto por material ancestrales como el textil peruano. El interés por la aplicación utópica de la creación y el diseño. La búsqueda de lo básico, de la esencia del material y su ubicación precisa en el espacio. Nada de lo cual era fácil para alguien que venía de un mundo tan barroco, sincrético y contradictorio como el nuestro.
Llanos culminó sus estudios con un proyecto de examen final que causó grandes controversias: era un altar barroco hecho de desechos y un espejo donde el espectador podía mirarse como un santo. En la obra subyacía la estructura arquitectónica recubierta por la parafernalia barroca latinoamericana. Una foto del altar salió publicada en la primera plana del diario holandés “Het Parool”, ese fue el detonante para una carrera prolífica y llena de matices.
Valor agregado
Lo cual devendría en una serie de pinturas y esculturas donde el textil precolombino, en su complejidad y sutileza, se conecta con nuestra propia historia e inspira nuevas formas. El textil es nuestro arte más antiguo, una metáfora de la complejidad de ese mundo sincrético que era el antiguo Perú. “En nuestra existencia subyacen estructuras formadas por hilos, vínculos que nos sustentan, nos protegen, pero también nos enredan, nos desmadejan y nos vuelven a sostener. Siento que en la historia de mi familia y de todos nosotros como peruanos el textil está presente, como esa estructura subyacente. Reconozco que en mi es casi una forma de pensar”, señala el artista.
Tu arte trabaja sobre el misterio de la asociación libre y la indagación sensible de lo inconsciente. Pero, ¿esa no es la naturaleza de toda obra artística? En todo caso, ¿cuál es la diferencia y/o el valor agregado de tu trabajo? “Efectivamente, la asociación libre y la indagación sensible de lo inconsciente no solo es propiedad del psicoanálisis, es un bien compartido felizmente con el arte. Recuerdo un libro de Chamberlain titulado ‘Freud, el artista escondido’ donde postula que Freud tratando de explicar su teoría recurre repetidamente a la literatura y el arte y termina creando una forma de explicar el mundo”.
¿Y cómo compatibilizas el arte con tu trabajo analítico? “En consulta veo colores, formas que después desarrollo en lienzos y estructuras abstractas. De alguna manera se entretejen historias, sentimientos y emociones que se ven plasmadas en algo totalmente distinto. No es nuevo, no hay nada nuevo bajo el sol, es lo antiguo cualitativamente digerido y transformado. Como toda obra artística, es una suerte de búsqueda sublimatoria de las tragedias de la vida. Que en mi encuentra expresión en la pintura y escultura como sustento de nuestra existencia».
Búsqueda y encuentro
Existencia que, en el caso de Llanos, se sustenta en su entrega al arte desde la recordada “¡Feliz 28!” en la Sala Miro Quesada Garland de 1993, su primera muestra en Lima después de su formación en Holanda. El año anterior había hecho en el Museo voor Volkenkunde de Rotterdam una muestra dedicada al encuentro de dos mundos que necesitaba replicar en su país. “En el 92 vine para coordinarla. Pasábamos por situaciones terribles, llegué justo el día de la bomba de Tarata. Recuerdo a la gente corriendo por las calles huyendo del terror, pero también a Lucho Lama que me decía hacemos la muestra de todas maneras, aunque tal vez el próximo año no haya país”.
Un arte que, como la vida misma, está en constante evolución. “Uno y el contexto donde vive no es el mismo. Así quiera, no puede repetirse. Siento que, como artista, soy un ser constantemente insatisfecho, lo que hago siempre me plantea nuevas preguntas, nuevos retos. Las imágenes que uno tiene adentro nunca son lo que quisiera plasmar en el material. Hay siempre una suerte de frustración. Felizmente, porque eso nos permite seguir creando, seguir buscando. Una obra da pie a la otra. Un formato, un trazo y hasta un error o una mancha inesperada da lugar a un nuevo camino, a una nueva búsqueda”.
¿Y de qué otros artistas/corrientes/estilos te sientes tributario? “Kela Cremaski, Olga de Amaral, Shiela Hicks, Herman Scholten, Maria Blaisse, Venancio Shinki, Gerrit Rietveld, Carlos Runcie. Conocí a varios de ellos, de muy joven visité varias veces a Kela Cremaski, que me enseñaba sus obras con mucha simpatía. También de joven conocí a Sheila Hicks en su taller París, le encantó recibir a un joven peruano que se atrevió a llamarla por teléfono. Herman Scholten y Maria Blaisse, entre otros, fueron mis grandes maestros en la Rietveld Academie, de ellos aprendí que la sobriedad y el trabajo diario, terco y constante rinde sus frutos. Qué decir de Carlos Runcie, un gran amigo y colega que siempre ha estado allí con su entusiasmo presto a dar una mano y con quien comparto inquietudes estéticas de nuestra generación y procedencia”.
Bajo la piel
Y así llegamos a “Piel y texturas”, nueva muestra que tiene toda esa impronta que desde su primera exposición —Museum voor Volkenkunde de Rotterdam, 1993— hasta ahora, no se destruye, solo se transforma. Si su primera muestra era una instalación neobarroca fabricada con espejos y desechos, las siguientes habrían de transitar por la deconstrucción de múltiples perspectivas simultáneas hacia el expresionismo abstracto, el diseño gráfico, la escultura y una serie de trabajos con plata que lo aproximan a la orfebrería. “Mi obra está teñida de esa mezcla y yuxtaposición insólita de estilos, saberes e ignorancias, repeticiones y descubrimientos, avances y retrocesos”, señala.
“Piel y Textura” son una serie de rugosidades inspiradas en la piel y los pliegues que nos constituyen. Rugosidades armónicas y a veces también conflictivas. Son 16 obras que van de la pintura a la escultura y a los textiles escultóricos. “Pretenden ser metáfora de esos misterios que la piel muestra y a la vez oculta, protege y a la vez devela en el encuentro con ese otro”, señala. “Mi arte vive en las márgenes. No me molesta, pues es una búsqueda muy personal, más allá del cliché del pintor. Por ejemplo, el textil es a veces considerado artesanía, un arte menor, y está asociado comúnmente con lo femenino. Cosa que en muchos casos es tributario de un vano estereotipo superficial. Acá en el Perú, en muchos pueblos andinos un muchacho ‘para hacerse hombre’ tiene que ser capaz de tejer un chullo con 5 palitos que cuentan su historia. Tal vez sea el precio de la originalidad”.
La exposición se ubica La Galería en la calle Conde de la Monclova 225, San Isidro, y va de lunes a viernes de 11 a.m. a 8 p.m., y los sábados de 4 p.m. a 8 p.m del 11 de setiembre al 5 de octubre. Ingreso Libre.