Cultura

A 15 AÑOS DEL DEBATE LITERARIO

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(Escritores Miguel Gutiérrez, Alonso Cueto y Fernando Ampuero en Madrid. Foto: Paolo de Lima)

Un 23 de mayo como hoy, de hace quince años, se inició en Madrid el I Congreso Internacional “25 años de narrativa peruana (1980-2005)”. Fue organizado a iniciativa de la Asociación Cultural Mirada Malva, de los escritores Jorge Eduardo Benavides y Mario Suárez Simich, y del consejero cultural de la Embajada peruana en España, Augusto Elmore. El lugar fue el Palacio de Linares, sede de la Casa de América, el año 2005. Este congreso se volvió célebre debido a que posterior a él se produjo un encendido debate literario entre varios de los asistentes que luego fue difundido por los principales diarios del país. ¿Qué queda de ese enfrentamiento entre escritores bautizado en los medios como «debate literario» o «andinos vs. criollos»?

Existe cierta conexión entre el libro La generación del 50: un mundo dividido (1988) y el debate literario del 2005. Miguel Gutiérrez, quien tuvo una participación activa en este último, mencionó alguna vez que se había reavivado una discusión que él creía superada y a la que ahora se añadían nuevos actores y temas:

Pensé que los odios y rencores que suscitó mi libro La generación del 50: un mundo dividido eran cosas del pasado, hasta que un artículo mío —escrito en el 2005 para restablecer la verdad de lo que realmente ocurrió en un encuentro de escritores celebrado en Madrid—, desencadenó una increíble polémica que del territorio de la literatura se extendió a los campos de la cultura y la política (1).

Un antecedente histórico fue el Primer Encuentro de Narradores Peruanos realizado por la Casa de la Cultura del Perú en 1965. En aquella oportunidad se congregaron en la ciudad de Arequipa Ciro Alegría, José María Arguedas, Oswaldo Reynoso, Jorge Cornejo Polar, Tomás Escajadillo, José Miguel Oviedo, Sebastián Salazar Bondy, Eleodoro Vargas Vicuña, Carlos Eduardo Zavaleta, Antonio Cornejo Polar (director de la Casa de la Cultura y organizador), entre otros (2).

En la polémica entre «andinos» y «criollos», en cambio, se rompió el gueto de un congreso literario, probablemente sin proponérselo, y se difundió a través de los más importantes periódicos del país (3).

Los hechos: el congreso en Madrid se desarrolló del 23 al 27 de mayo del 2005 con una asistencia aproximada de cincuenta y cinco personas entre escritores, críticos literarios, editores y profesores. La cantidad de narradores era representativa no solo del periodo estudiado (1980-2005), sino de, por lo menos, un par de décadas antes (4). Fue más variopinta y ambiciosa que la realizada cuatro décadas atrás (de aquel evento solo repitió Mario Vargas Llosa). Participaron en doce mesas temáticas siendo el discurso de inauguración dado por Mario Vargas Llosa y el de clausura por Miguel Gutiérrez. En el primero, el autor de La Casa Verde resaltó que actualmente existen más ventajas en ser escritor de las que había en los años 50, cuando él comenzó. También criticó la supuesta persistencia de una narrativa «telúrica» en el presente siglo y que a algunos les hizo recordar sus postulados de La utopía arcaica (5). En la clausura, Miguel Gutiérrez habló sobre la perspectiva actual de la narrativa peruana y trató de poner paños fríos a ciertas escaramuzas que se habían producido. Dijo que el reconocimiento a la labor del escritor era algo accidental y que, a veces, llegaba tarde (recordó el caso de Arguedas). Además, que lo verdaderamente importante era el proceso creativo y no el tamaño de la foto en los diarios (6).

Miguel Gutiérrez. Foto: Andina.

No obstante, en los cinco días que duró el congreso se produjeron intervenciones en las que hubo ataques explícitos. Algunos de los denominados “criollos” sugirieron a los escritores “andinos” que debían copiar las fórmulas de los cantantes Chacalón o Dina Paucar para alcanzar su propio éxito. A su turno, los andinos denunciaron la existencia de favoritismo en los medios de difusión en Lima e insinuaron que la narrativa andina era superior a la producida por los criollos. En esos días los organizadores notaron que ambas tendencias comenzaron a nuclear a la mayoría de los asistentes en dos bandos reconocibles (e irreconocibles). A diferencia de lo ocurrido durante el encuentro de 1965, en el que los narradores llegaron a discutir sus diferencias en un ambiente de interés y de respeto por lo que decía el colega, en el congreso las fricciones rebasaron las buenas formas. Una de las expositoras, Rocío Ferreira, mencionó:

[…] llama la atención la apatía, la poca curiosidad intelectual y falta de solidaridad y ética profesional que algunos narradores de distintas generaciones que fueron invitados al Congreso en Madrid desplegaron al no escuchar las ponencias de sus colegas y, por el contrario, evidenciaron un exacerbado individualismo (7).

Por ese motivo y para aclarar los malentendidos, Miguel Gutiérrez decidió escribir un artículo a su vuelta a Lima sobre lo que, según su perspectiva, había ocurrido. El artículo salió el 29 de junio en el diario Perú21 y fue la chispa que incendió la pradera. En él reseñó positivamente la organización del congreso, resumió su propia ponencia, y criticó la práctica de los criollos a quienes tildó de ‘secta’:

[…] el malentendido tuvo que ver con la relación del grupo hegemónico que domina los medios de comunicación y los narradores del mundo andino.

[…]

Que la secta mantiene su poder lo prueban los despachos y crónicas desinformantes (publicados en los medios que ella controla) sobre el desarrollo del encuentro.

[…]

Es de conocimiento público que esta corriente [andina] es omitida por el grupo hegemónico en sus informes literarios, así como se margina o se minimiza a sus escritores más representativos.

A los pocos días el escritor Alonso Cueto respondió en el mismo diario:

[…] la hipotética secta debe ser muy inútil, pues los medios mencionan y reseñan obras de Miguel y de otros muchos escritores. La única secta real que existió aquí fue la de la revista Narración, que juzgaba y condenaba escritores en base a su supuesta ideología.

Para no hacer un recuento de todas las intervenciones, me centraré en aquellas en las que Miguel Gutiérrez intercambió argumentos y alguno que otro pullazo con Alonso Cueto, Fernando Ampuero y José Miguel Oviedo (8).

Afirmó Gutiérrez que la narrativa peruana estaba atravesando por un buen momento debido a la producción de las generaciones de los 80 y 90 procedentes de distintas partes del país. En cuanto al tema andinos y criollos, utilizó los términos «mafia», «secta», «argolla» aclarando que lo hacía en forma metafórica y sobre ello se preguntó: «Pero ¿existe todavía un grupo de esta naturaleza? Increíblemente sí, aunque ya no dispone ni mucho menos de ese poder casi omnímodo que detentaba el círculo en su época dorada (los años 50 y los 60)».

Alonso Cueto manifestó su desacuerdo en apoyar a un solo tipo de literatura ya que eso equivaldría a crear trincheras innecesarias. Agregó que: «Debemos “estar” pues solo por la buena literatura, la que surge de la soledad esencial de sus creadores. De lo contrario, corremos el riesgo, entonces sí, de caer en una visión sectaria, y habremos perdido, en realidad, toda esperanza».

Alonso Cueto.

Quizá las intervenciones más punzantes —en todo el sentido de la palabra— fueron las del escritor Fernando Ampuero y las del crítico José Miguel Oviedo. El primero inició su respuesta coincidiendo con Gutiérrez y Cueto en que el Perú de hoy es un país pluricultural que en el plano de la literatura no debería ser dividido en andinos y criollos. Y para entrar en la discusión afirmó que, si los escritores andinos no despiertan interés hoy, es porque no tienen el nivel de un Ciro Alegría o un Arguedas. Luego repitió la comparación hecha en Madrid: «Interesa Chacalón’, interesa Dina Paucar. ¿No es más bien que no se impone un equivalente literario de rasgos claramente andinos que desate pasiones entre los lectores?». En otra publicación se pesa de que el debate no se haya centrado en discrepancias ideológicas o políticas, sino en los ‘lamentos’ de ciertos escritores andinos ante la falta de reconocimiento público o fama. Por último, Ampuero recusó la apreciación que hizo Gutiérrez sobre los escritores criollos:

En su envanecida visión de sí mismo, Miguel Gutiérrez se arroga el derecho de juez supremo y hasta se pone magnánimo. Él osa calificarnos como autores «de nivel medio considerable, incluso los mejores de entre ellos», dando por descontado que lo suyo es lo literariamente encomiable.

Para José Miguel Oviedo, quien no asistió al congreso, pero fue aludido en un artículo: «Gutiérrez inventa una siniestra y gigantesca conspiración, una vasta intriga que parece inspirada a medias entre la novela gótica y la de espionaje, para explicarse todo lo que ocurre a su alrededor y donde él no esté incluido» (9). Añadiendo que el criticado era admirador de Mao Tse-Tung. Mientras tanto Ampuero, en otra publicación, agregó que lo era de Abimael Guzmán. Ante tales arremetidas, Gutiérrez replicó:

[…] remito a los lectores interesados a la extensa entrevista que me hizo el profesor de filosofía Dante Dávila para el libro Del viento, el poder y la memoria (páginas 309-333) publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Católica. Todo está ahí dicho con claridad, con el necesario espíritu autocrítico, pero sin desgarramientos ni ominosos complejos de culpa (10).

A esas alturas las publicaciones habían proliferado en ambos bandos y todo hacía pensar que el fuego cruzado no iba a detenerse ni a tratar más sobre literatura (11). Pero, si revisamos con atención en los mismos artículos podremos encontrar reflexiones sugestivas.

Por ejemplo, mientras que para los criollos el problema que originó el debate se debía a la expresión de resentimientos acumulados, reclamos por falta de publicidad o conspiraciones ficticias; para los andinos, su raíz debía buscarse en un detonante más complejo y antiguo: la práctica hegemónica que durante décadas unos grupos sociales han tenido sobre otros. Un problema que trasciende a ambas tendencias y que tiene que ver con la historia misma del país. Donde la literatura solo es uno de los territorios en los que esa dinámica de uso del poder se manifiesta. La socióloga francesa Anouk Guiné, interesada en el tema, lo explicó así:

Decir que el debate «hegemónicos/andinos» es obsoleto equivale a olvidarse de la realidad histórica del Perú y de su impacto sobre la vida literaria. Pareciera que también en este país el «multiculturalismo», muy preciado hoy día en ciertos ámbitos académicos y políticos, hubiera hecho olvidar que la «diversidad» es fruto de relaciones de poder de tipo colonial y racial.

Anouk Guiné.

Una postura que intentó mediar, la del escritor y crítico Gustavo Faverón, sostuvo en aquella oportunidad:

Cuando un escritor con cierto poder en los medios de comunicación capitalinos niega (o desconoce) la dificultad que sus colegas provincianos tienen para acceder a esos medios, ese escritor contribuye, acaso involuntariamente, al doloroso centralismo y al injusto desequilibrio social, económico y político que aleja a Lima del resto del país.

«¿Qué hacer frente a esta realidad?», se preguntó Miguel Gutiérrez intentando contener la polarización a la que habían llegado:

En primer lugar, dar al traste las lamentaciones y no pretender ser admitido en los medios que la secta domina, pues es probable que si se le tocan las puertas alguno podrá ser admitido, pero en condiciones de subordinación. No, lo que hay que hacer es persistir en la creación de calidad cada vez más rigurosa y desarrollar una campaña agresiva estableciendo y fundando espacios, revistas y editoriales alternativos pero muy acordes con la modernidad.

Otro argumento que surgió en el fragor del debate fue considerar la venta de libros como la justa medida para establecer el éxito literario de un autor. Sin embargo, esto fue rebatido con la idea de que es justamente en ese espacio donde opera la influencia de las amistades en la industria editorial. Las recomendaciones o ‘argollas’ ciertamente pueden decidir qué libros verán la luz o qué libros no. Por consiguiente, la venta no garantiza obras trascendentes o siquiera aceptables. Para Raúl Tola: «… incluso bajo ese supuesto, la única distinción que debería importar es la que separa la buena literatura de la mala, y allí las ventas y la presencia mediática no definen nada (pensemos en Paulo Cohelo, si no)». Un enfoque distinto introdujo consideraciones de carácter étnico. Gregorio Martínez señaló a su turno que la literatura andina tiene que atravesar por un tamiz que se enfoca en el color de la piel: «… en la reyerta literaria existe de por medio una cuestión de pinta y pretensión. Siempre ha sido así, en el Perú y en América entera. Esto desde la invasión europea. Todo matiz caucasoide otorga privilegios». Por ello se cuestiona:

¿Acaso la (Escuela) Naval y otras instituciones no exigen examen de presencia? Justamente los ‘regios’ quieren perpetuarse como los exclusivos comensales del exquisito manjar que en castizo se llama gollería. También para trabajar en la TV y en cualquier sitio con buen salario, la pepa caucasoide, no el talento, es condición imprescindible.

Por eso en décadas pasadas grupos como Narración y Hora Zero representaron una irrupción multicultural de escritores mestizos, andinos y amazónicos que supieron enfrentar el centralismo de Lima y el hegemonismo en los medios. Para ello recurrieron a sus propias formas de expresión en base a revistas, libros, recitales, talleres, pronunciamientos, debates, etc. Otros colectivos surgidos en el presente siglo provienen de universidades, centros culturales y de los más diversos rincones del país (12). Estas nuevas oleadas han sabido aprovechar los espacios que brindan las editoriales independientes, el auge de las ferias de libros realizadas en provincias, y la creciente influencia de Internet y las redes sociales. Todos mecanismos legítimos para enfrentar lo que el autor de La violencia del tiempo denominó “el problema entre hegemónicos y excluidos”.

En una entrevista que le hice a Miguel Gutiérrez el año 2013 precisaba su participación en el debate:

En esta famosa polémica a mí me ubicaron como escritor andino o muy ligado a ellos. Pero yo en ningún momento planteé mis criterios en esos términos. En mis textos yo matizo mi posición. Lo que pasa es que el escritor criollo se refiere al escritor limeño y, particularmente, al escritor miraflorino o de San Isidro, mejor dicho, al pituco. Pero, en todo caso, los criollos serían todos los costeños de las grandes ciudades, en ese sentido yo también sería un escritor criollo. En lo que no estoy de acuerdo con mis colegas, que denominan andinos, es que solamente la literatura andina representa al país. Yo no creo eso y más bien estoy por la imagen multiétnica y pluricultural del país (13).

En uno de sus últimos ensayos, La cabeza y los pies de la dialéctica, señaló a manera de conclusión: «Si algo demostró esta inusitada polémica es que también en el aparente territorio neutral de la literatura y el arte el Perú sigue siendo un país dividido en el que se reflejan las exclusiones sociales y étnicas imperantes».

Hechas las cuentas, ¿fue positivo el debate entre andinos y criollos? Al menos para el escritor cusqueño Luis Nieto Degregori lo fue: «Solo a raíz del debate iniciado en el Congreso Internacional de Narrativa Peruana realizado en Madrid en mayo del 2005 los escritores andinos salieron de su relativa invisibilidad». Lo dice porque los medios de comunicación pueden contribuir a la promoción del autor y su obra delante del gran público. Al menos parcialmente. Un diario como El Comercio, por ejemplo, tiene una considerable influencia en el campo de la cultura. Pero como se trata de una empresa privada sus directivos y redactores podrían alegar que ellos promocionan a quienes consideran conveniente. Un argumento casi irrefutable. Sin embargo, existen medios del Estado, es decir, financiados con los impuestos de todos los peruanos, que también hacen programas culturales. Fue el caso del programa televisivo Vano oficio, que dirigía el novelista Iván Thays, que fue acusado por algunos escritores de no ser un espacio plural.

Todo esto explica por qué en Madrid se desbordó el cuestionamiento en torno a la orientación o influencia que tienen los medios.

En el balance final de la española María Ángeles Vásquez, organizadora del congreso, hubo unas de cal y otras de arena:

Lo visto y expuesto en el congreso de Madrid debe servir para que los escritores peruanos acepten sin discrepancias la diversidad y pluralidad expresivas y temáticas de su propia narrativa, que dirijan su esfuerzo a romper el aislamiento académico y mediático, fruto de una inexistente política editorial que los mantiene prácticamente inéditos. Están suficientemente maduros para ello y los avala una irrefutable calidad.

Y dando por concluida su participación en el debate, Miguel Gutiérrez, quien más ataques y objeciones había recibido, dijo:

No me ha hecho feliz esta contienda, pero si en algo puede ayudar a los escritores de provincias, y a todos aquellos que son marginados o silenciados, a persistir en su entrega a la literatura y a luchar por abrirse un espacio propio, entonces todo será justificado.

NOTAS

(1) Entrevista de Ezequiel Maldonado y Angélica Aranguren: “Miguel Gutiérrez: un heterodoxo en la literatura latinoamericana” aparecida en el portal Pacarina del Sur, Revista de Pensamiento Crítico Latinoamericano. Año 2013. P.328.

(2) Mario Vargas Llosa no estuvo presente, pero semanas antes había ofrecido una conferencia sobre el tema en la ciudad de Arequipa.

(3) La mayoría de artículos y entrevistas se publicaron desde fines de mayo hasta septiembre en los diarios La República, El Comercio, El Peruano, Correo, La Primera y, especialmente, Perú21. También opinaron personajes mediáticos como César Hildebrandt, Rosa María Palacios, Beto Ortiz y Augusto Álvarez Rodrich. Los textos fueron agrupados por la revista Ómnibus en una edición especial y a la cual remito la mayoría de citas usadas. http://www.omni-bus.com/congreso/debate/indicedebate.html

(4) María Ángeles Vásquez, directora de Mirada Malva, mencionó que antes de iniciarse el congreso los escritores donaron —para su sorpresa— casi trescientas de sus obras a la Biblioteca Nacional de España.

(5) Ensayo sobre la vida y obra de Arguedas que en 1996 desató una intensa discusión en el campo de la literatura y aun en los de la antropología y la sociología.

(6) Pueden ver el programa de las mesas y los nombres de los ponentes en:  http://www.congreso2005.miradamalva.com/mesas.html

(7) Coincidiendo con Ferreira, uno de los organizadores, Mario Suárez, escribió en El Peruano: «Alonso Cueto […] calificó de «irregular» el contenido de las ponencias presentadas durante el congreso. Respetaría su opinión si hubiera asistido a la mayoría de ellas y no sólo a aquellas en las que participaban sus compañeros de grupo. Si no se hubiera ido de museos y toros con Ampuero y demás satélites […] Pero no sólo no lo hicieron, sino que además Cueto criticó al resto de sus compañeros, a la mayoría de ellos sin siquiera oírlos, y con el agravante de haber sostenido él mismo la más pobre de las ponencias».

(8) Fue tal el aluvión de artículos, entrevistas, cartas que un escritor radicado en Europa por más de cuarenta años, Carlos Meneses, sugirió que con ellos se podía editar un libro: «Eliminadas las mezquindades, ¡dónde no las hay!, y restada algo de fuerza a la pasión con que varios han intervenido, la reunión de textos puede ser todo un éxito».

(9) Voy a omitir otras intervenciones que incurrieron en golpes bajos y medias verdades debido a que distorsionarían lo esencial de este recuento.

(10) Se refiere a las respuestas que dio sobre diversos temas, especialmente en torno al marxismo en la literatura, Abimael Guzmán y Sendero Luminoso.

(11) Escritores como Oswaldo Reynoso rechazaron esta discusión en la que, sin embargo, tenían una clara postura: «Me parece una polémica inútil, que no aclara nada, y da una visión de lo que actualmente es la crisis de la cultura en el Perú. Yo no creo que haya escritores andinos, criollos, limeños, provincianos, exitosos, excluidos… Me parece que esas cosas son tonterías. Lo que toda la vida ha existido en el Perú son grupetes de pitucos que se arrogan la representación literaria del país, porque detrás de ellos están los poderes».

(12) A nivel gremial se pueden considerar dos interesantes experiencias: la Asociación Nacional de Escritores, Artistas e Intelectuales del Perú (ANEA) y, más recientemente, el Gremio de Escritores del Perú.

(13) En revista Sikuri, Año I N.º 1, 2013. “La violencia del tiempo está formada por varias novelas”. P.21.

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