Bombardero[1], que no es libro sino «artefacto», como dice su autor, es un verdadero derroche poético cyberpunk y biopunk, un arma de desconstrucción masiva del lenguaje y un acelerador de partículas.
Mi lectura de esta novela, -que no es novela, sino síntesis, cristalización y paradigma de todos los géneros literarios que conocemos-, empezó, porque así lo quise, encima de las nubes: exactamente a 9500 m. de altitud, 967 Km/h y faltando 10,210 Km. para alcanzar mi lugar de destino. Bombardero y yo hemos cruzado los cielos y las noches de mil amparos desde Nubegris (que así se llama Lima en el libro) hasta Paris, vía Amsterdam, a bordo de un Boeing 747-400. Una música árabe del Medio Oriente, la que propone KLM a bordo de sus aviones, inundó y nutrió mi lectura por más de 9 horas. No podía imaginar empezar Bombardero sin música árabe, el perfecto soundtrack para una historia que se basa en los ataques de las Twin Towers de NYC, el 11/09/2001.
No quería dejar de volar hasta llegar a la última página. Porque una vez que se entra en este papel, en este texto y en esta maquinaria y mecánica de flujos, fluidos y fragmentos, no se vuelve a ver el mundo, la belleza y la poesía como antes. Y desafío a cualquiera desmentir el hecho de que existe y existirá un antes y un después de Bombardero en la historia de la literatura latinoamericana.
Citando a Mircea Eliade, el escritor y jurista Kadel Sabir (2011) escribe en 9/11: Credo quia absurdum (Agoravox):
Ground Zero se ha vuelto un Axis mundi, un lugar hierofánico por excelencia donde lo «sagrado se manifiesta»; esta irrupción de lo sagrado crea un punto fijo donde gravitan todos los valores. Así como se piensa que el sol gira alrededor de la tierra, se piensa hoy que la moral gira alrededor de Ground Zero.
Pienso que de la misma forma que Bombardero tiene su eje en Ground Zero, la historia de la novela, su sentido sagrado y sus valores, tendrán que girar entorno a Bombardero.
Las palabras milimétricas, quirúrgicas y corrosivas del poeta peruano CzarGutiérrez, el lenguaje, jamás agresivo y de una gran elegancia, la gráfica, los códigos, los símbolos, los dolores, los circuitos internos -electrónicos, mecánicos, químicos y humanos- y las redes virtuales explorados de manera continua, el movimiento que el autor da a las naves aéreas, a los cuerpos, a los metales, a los cristales, al plasma, al mercurio, a los goces, a los cerebros, a la luz, a la velocidad, a los sentimientos y a la muerte, son increíbles por inéditos y altamente innovadores.
Digo “movimiento” porque considero que CzarGutiérrez ha inauguradola era cinética de la novela. Y digo “electrónico” porque considero que también ha inaugurado la era cibernética de la novela latinoamericana. Estamos ante una escritura que conoce el arte de paralizar un avión en pleno vuelo y de estrellarlo con el infinito y la eternidad contenida en la poesía más alta, que hace transpirar de goce en goce.
Estamos de lleno en la lógica de Roland Barthes cuando, en «El placer del texto» (Le plaisir du texte, 1973), afirma:
La escritura es eso: la ciencia de los goces del lenguaje, su kamasutra (de esta ciencia, hay un solo tratado: la escritura en sí)… Iré hasta gozar de una desfiguración de la lengua, y la opinión dará altos gritos, porque no quiere que ‘se desfigure la naturaleza’.
Y para desfigurar el lenguaje, como lo hace CzarGutiérrez, no solo se requiere amar y sufrir en todos los sentidos de la palabra, sino también ponerse a sí mismo en peligro constante a través del lenguaje, de su estructura y de su goce. Porque de esto se trata aquí, es decir, reitero, de los goces del lenguaje y de gozar de una desfiguración de la lengua.
Devórame, defórmame a tu imagen, escribe Marguerite Duras en Hiroshima mon amour, en medio de un lugar desfigurado por la guerra y donde el goce amoroso llega también hasta el deseo de desfiguración de los cuerpos. De hecho, desde el inicio del primer capítulo, Reset, CzarGutiérrez nos dice: Alguien se dispone a desfigurar la geometría del globo, alguien quiere borrar las coordenadas, alguien quiere, alguien busca, alguien planea.
Lo que aún no sabemos es que el autor se dispone a desfigurar la geometría del lenguaje y de los cuerpos en una suerte de fragmentación que remite a la poesía de J. E. Eielson, en particular a Noche oscura del cuerpo. Desde el polvo y hacia el polvo, Czar Gutiérrez opera estas desfiguraciones construyendo una nueva arquitectura de la novela y de los mecanismos de escritura, inaugurando también una nueva relación entre las comunidades estructurales que conectan lo escrito hecho de «letras» y lo escrito hecho de “imágenes”, como lo plantea la «téxtica» (http://www.ccic-cerisy.asso.fr/textique11.html) que pretende establecer una teoría que unifica las estructuras de lo escrito.
Gutiérrez convirtió las ruinas (del 11S) en un taller de escritura y ha hecho de su libro un peregrinaje literario que lo ha convertido en el producto de su propia novela, la que ha seguido transformando en el Internet, el videoarte, la lectura high-tech; y, al final, en un acto de fe literaria sólo paralelo al de Joyce en el “Work in progress”, al de Julián Ríos en Larva, a la novela desvelada bajo las de Perec como escribió muy justamente Julio Ortega (2011) en Imaginario 9-11 (http://www.elboomeran.com/blog-post/483/11248/julio-ortega/imaginario-del-119/):
La estética plástica de Bombardero resulta ser una experiencia sensual -lograda también con frecuencia por el humor- donde cada página y cada frase, hasta la más irreverente, resulta fascinante. Sin duda alguna, es un texto que transforma nuestra relación a lo escrito, a la lectura, a los géneros literarios, al objeto libro, a la escritura computacional, a la poesía y a la prosa. De hecho, he leído Bombardero como escucho la música celestial de Philip Glass. Como obra fundamentalmente musical, esta novela nos hace penetrar un minimalismo y unas estructuras repetitivas dignas de obras como Dance 8: http://www.youtube.com/watch?v=KSOb_Xm1WnA
Glass es maestro de los circuitos electrónicos que fueron alimento del rock progresivo, género del cual siempre se nutrió el autor en cuanto ex dj. En su “caja negra”, escribe que ritma su novela con cancionero popular, acústico, retro, pop, punk, postpunk, new wave, acid, sicodelia, emo, house, indie, jungle, latino, lo-fi, dance, noise, singer, trance, trip-hop…Y cuando leo:
el puño de acero martilla y martilla y martilla la arena hasta que el desierto sangra de negro…me sobra el tiempo para ametrallarte y ver tu cara destrozada, 48 Scuds acaban de ser despedidos con bombos y platillos y acaban de no ser interceptados…es una delicia el olor del Verbo, es una delicia el olor del Ébola, ojo con los Scuds, ojo con los satélites, ojo con el Astra y el Eutelsat, la muerte ya no existe si me miras a los ojos, amor, el puño martilla el acero y los ruiseñores de la guerra cantan: himno aéreo / himno a-e-e-é-reo
Puede decirse que Bombardero es un gran himno a la Electronic Body Music (EBM).
Ocurre también que David Bowie, uno de los personajes de esta novela, era gran admirador de P. Glass desde su performance en el Royal College of Art en Londres en 1970. Bowie compuso después la obra minimalista y abstracta Low http://www.youtube.com/watch?v=quE7e-1ZDqk&feature=related, elogiada por Glass en 1992. Cuatro años más tarde, grabaron juntos Symphony No. 4 ‘Heroes’ en 26 Mixes for Cash (Aphex Twin): http://www.youtube.com/watch?v=FjBcNU1UZUs&feature=related. Czar Gutiérrez celebra la versión original de Heroes (1978): http://www.youtube.com/watch?v=Phf0WWlfbF8&feature=related hasta el punto de ofrecernos parte de su partitura sagrada en medio del libro y de poetizar magistralmente obras no menos magistrales como Neuköln:
ahora el saxo de b0W1e comienza a salir como una mano solitaria desde una estación de trenes cubierta por nubes de estroncio, el saxo se despliega en espacios de orfandad y vacío donde nunca termina de caer, el saxo rebota y se duele y se desploma otra vez para terminar naufragando en un mar de espirales y aullidos primorosos y soledades que solo pueden dibujar el camino de un hombre que se dirige hacia el polvo bajo la atenta mirada de las estrellas en forma de canción que muere de muerte dulce y violenta y subyugante y brutal, rip.
Por su complejidad creativa, CzarGutiérrez, heredero, entre otros, de Glass, de Bowie y de Eielson, pertenece, como ellos, a los innovadores y a los transgresores que marcan la historia.