Opinión

75° aniversario de la OTAN – el estado como garante de libertad en cuestión

No se trata de dinero, pero sí de volúmen de venta. Tan pronto como el trato comercial va en detrimento directo de un grupo en particular, surgen tendencias nacionalistas que exigen soberanía pero sin ceder acceso a mercados y ventajas.

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Los estados nacionales se formaron a partir de la pretensión de la burguesía de contrarrestar la pretensión feudal de poder con algo que se mantuviera independientemente de individuos específicos, a través de territorios contiguos, un idioma común y sistemas financieros controlables. La exigencia de exención del tributo fue crucial para el éxito, pero también la explotación masiva y genocidios.

En el siglo XX, las entidades supranacionales se volvieron necesarias para prevenir y abordar eficazmente los conflictos. Las alianzas basadas en recursos geoestratégicos tienen como principal objetivo regular el comercio y consolidar alianzas. Quienes lideraban el discurso seguían vinculados a la Ilustración europea y defendían intereses de una alta burguesía dotada de creciente capital financiero.

Instituciones supranacionales aisladas y desabastecidas

El actual debilitamiento de las instituciones supranacionales que se supone deben hacer cumplir los intereses del capital financiero es irritante y los discursos probados y ajustados a la crítica poscolonialistas también están flaqueando. El ataque de Hamás a los kibutzim fronterizos con Gaza y la falta de interés de Netanyahu en proteger la población y encontrar una solución pacífica a largo plazo  –y al margen de la aniquilación total– demuestra que el Estado nación ya no es el garante de la estabilidad.

Los partidos nacionalistas y de extrema derecha se involucran en una política clientelista para los grupos anti-Ilustración de la sociedad, capaces de cuestionar su propio Estado moderno. La invocación de una unidad original de un pueblo definido racial y religiosamente se extiende a todo el espectro político de extrema derecha y los actores se articulan ante las élites ilustradas en el sentido europeo a través de afirmaciones binarias de verdad, tildándolos de ‘eco-verdes’, ‘woke’ o ‘caviares’. La extrema derecha hace un esfuerzo por crear una autoimagen positiva y valores de libertad empresarial para la “gente pequeña” invocando roles supuestamente tradicionales para distraer de la incompetente atención de los déficits sociales. La pequeña burguesía se siente atraída por propuestas populistas y cree ver representados sus intereses, restableciendo patriarcados y estructuras estatales totalitarias en una forma contemporánea. La supuesta incapacidad de ésta para abordar las diferencias, las contradicciones y la mayor complejidad no es suficiente. Más bien, son esos discursos probados y liberales adaptados a los poscolonialistas, los que se ven forzados a doblegar sus discursos cuando invocan más guerras para defender la soberanía nacional de estados aislados pero con ubicación estratégica, poniendo al servicio entidades supranacionales como la OTAN.

En lugar de pensar más allá del Estado, planteado por Daniel Boyarin en La solución sin Estado – el desarrollo avanza hacia generar estados en estado de guerra permanente y por redefinir gobernar como “gestionar conflictos con el objetivo de aumentar la productividad”, es decir, la destrucción es buena siempre que se puedan vincular a ella expectativas de ganancias aún mayores. La duración y el retorno de la inversión de un conflicto deben calcularse de otra manera si los gobiernos títeres en las ex colonias ya no pueden asegurar el acceso a recursos a largo plazo.

La resistencia a lo mencionado arriba parece inútil, ya que en el “caso de defensa mutua”, como la OTAN propone, cualquier exigencia de paz puede ser declarada traición.

A la generación del siglo XXI sólo le queda exigir la preservación del medio ambiente, es decir, la exigencia de los “derechos de la naturaleza”, vinculados a los derechos humanos. Dado que estas exigencias actualmente no pueden ser reconocidas ni implementadas efectivamente por ninguna entidad supranacional, lo único que parece quedar es la referencia a la destrucción completa de esas expectativas de crecimiento y ganancias como resultado de las acciones actuales – tal como Kohei Saito lo describe en Marx’s ecosocialism. An unfinished critique of the political economy.

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