El Che Guevara es una buena prueba de la falta de discernimiento o de entereza entre sus fieles seguidores que no asumen todos los elementos conformantes y críticos del mito guevarista. De hecho, es terrible que cinco décadas después de su asesinato en Bolivia, el revolucionario argentino siga siendo una especie de santo de la izquierda mundial al que no se le reconocen defectos.
En este sentido, negar los asesinatos injustificados del Che – crímenes distintos al enfrentamiento contra una fuerza armada, es decir, homicidios de gente rendida, fusilada o ejecutada en el acto, como el mismo Che confiesa haberlo hecho, sobre todo, en su diario y en cierta famosa intervención suya en la ONU – y algunos elementos oscuros de su personalidad es un despropósito y un absurdo, un ejercicio de intenso negacionismo de izquierda.
Esa gente que trata de colocarlo en un altar, no puede ser considerada positiva para el mundo. Además, ningún hombre merece esa “beatificación” laica.
La valentía del Che no se puede negar, pero, del mismo modo, no se pueden negar sus crímenes, excesos y caídas. Por ello, el ejemplo heroico del Che es importante solo para un izquierdista revolucionario no evolucionado, no para uno democrático ni, mucho menos, para un liberal.
Solo los izquierdistas de bien son capaces de reconocer siquiera la posibilidad de que en algunos fusilamientos y ejecuciones extrajudiciales al Che se le fue la mano; los otros, los que lo justifican en todo momento, a sangre y fuego, son irrecuperables.
Sería interesante averiguar a través de una encuesta u otra forma igual o superiormente satisfactoria, ¿cuál es la principal diferencia entre El Che y tipos como Néstor Cerpa Cartolini?
Debo precisar que en temas tan férreos como la guerra o la insurrección donde la violencia es el medio de resolución de conflictos más inmediato, por una cuestión de principios, se debe dotar de ciertas garantías a los procesados sino se desencadenaría la barbarie como en los casos de la contrarrevolución genocida que muchos oponen de gratis como si el exceso de violencia puede justificarse por la procedencia ideológica de cada uno.
Sé, perfectamente, que algunas personas son irrecuperables para la sociedad mas no por ello se les debe exterminar -en circunstancias extraordinarias- sin, asegurar, por lo menos, el cumplimiento del debido proceso.
El Che, mismo confesó haber ajusticiado a un tipo – Eutimio Guerra- solo por sospechar que era soplón. ¿Alguien sabrá alguna vez si Eutimio Guerra era culpable de la imputación del Che?
Yo soy un defensor de la libertad pero sé que la realidad es más que cruel con los ideales de la humanidad ya que a las luchas más importantes por enaltecerla y lograrla le han sucedido como consecuencias funestas, las caídas más hondas y despreciables. Me estoy refiriendo sin ambages, a las revoluciones de 1789 y a la de 1917 ya que ambas degeneraron, para mal de todos los involucrados, en formas muy particulares del terror; la guillotina, por un lado, los juicios de Moscú y el Gulag, por el otro. Mas no por ello, debemos dejar de luchar por la libertad desde cualquier trinchera que no atente contra ella.
Sin embargo, aún en los extremos del despotismo comunista puede rastrearse un potencial liberador, elemento que niegan quienes soslayan los excesos de muchos de sus líderes mundiales. En cambio, en una aberración tan baja como el nazismo, por ejemplo, el potencial liberador no existe ni puede existir. Es imposible que una “ideología” cimentada en la supuesta supremacía de una raza pueda liberar a cualquier ser humano. La historia nos ha demostrado que solo posibilitó su hundimiento absoluto.
Finalmente, ¿es menester justificar el uso de la violencia para reprimir a todo aquel que atente contra el orden público o la seguridad ciudadana o no? Desde luego, sí. El problema es la rigurosidad y justicia de quien define estos términos pero esta fundamentación no puede estar en contra de la libertad.