Yo para vivir necesito cine tanto como agua para beber y aire para respirar, pero como en Lima la cartelera cinematográfica es tan pobre me tengo que conformar con lo que hay en las salas. Me interesa, además, seguir el desarrollo del cine latinoamericano y, en especial, el peruano, el cual es casi imposible de ver en Europa, donde vivo. A eso habrá que sumarle de seguro algo de masoquismo porque de las 9 o 10 películas que he visto durante mi mes en Lima poco, muy poco, es lo rescatable. Más bien lo que cabe destacar son los mamarrachos: 3 peruanos y 1 mexicano.
El primero de ellos, el más pretencioso, el más «esteticista», el más «difícil»: «El elefante desaparecido». Para hacerse el interesante después de una película bastante buena («Contracorriente»), Javier Fuentes León quiere darse el lujo de meter a los espectadores en un laberinto, lo malo es que el propio realizador se pierde en él y no sabe a dónde va ni de qué se trata su película.
Segundo mamarracho: «La amante del Libertador», une peli realizada no con fines cinematográficos sino para crearnos conciencia de que hay que proteger el patrimonio inmobiliario. Para ello confunde el cine con la telenovela y añade buenas dosis de machismo: la protagonista de la parte que ocurre en el pasado no tiene convicción alguna pero termina comprometida con la causa independentista por seguir a un hombre.
Pero lo peor de todo viene después, con el tercer mamarracho: «Gloria del Pacífico». Guión pésimo, puesta en escena pésima, actuaciones pésimas y encima patrioterismo nauseabundo. Como si todos los espectadores fueran idiotas, el realizador de esta mierda en imágenes hace repetir frases y situaciones varias veces y así tenemos que la famosa frase de Bolognesi sobre el último cartucho, el canoso de barba postiza que lo representa en la pantalla juzga necesario decirla tres veces. Pero quizás lo peor de todo sea que al final de este horror involuntario, el día que lo vi en una sala de Larcomar, parte del público aplaudió: esta basura los había convencido.
Además de los tres mamarrachos peruanos mencionados, vi un mamarracho mexicano: «Cantinflas», una biopic hagiográfica, sin ningún interés aparte de «admirar» los esfuerzos de un actor español para que le creamos que es Cantinflas.
Definitivamente algo tengo de masoquista. Y el tan mentado auge del cine peruano es una mentira más en medio de tantas mentiras sobre las que se sostiene el Perú.