Por Edwin A. Vegas Gallo
El pasado 12 terminó la Cumbre del Clima en Dubái, con una declaración manifiesta, después de treinta años y ya con evidencia científica, que la temperatura global terrestre se altera por la actividad humana; en la que los casi doscientos delegados suscribieron un acuerdo hacia “una transición para ir dejando atrás el uso de los combustibles fósiles”, más centrado en los producidos en el sistema terrestre y menos en el sistema marino, al cual casi ni consideraron; en un horizonte de conseguir el cero neto de emisiones al 2050.
La Declaración (como todas las declaraciones de política internacional de Naciones Unidas), ha sido muy cuidadosa en usar el vocablo “transición” que señala progresividad, antes que “eliminación inmediata” que provocaba resistencia a ultranza de los países productores de petróleo nucleados en la OPEP (Organización de Países Productores de Petróleo). Por cierto, en el corto plazo esta decisión de política internacional, no les afecta a aquellos en sus economías.
Aún cuando esta Declaración, pueda provocar decepción, sería mucho más frustrante, si no consideramos a la Ciencia del Clima y de la Biodiversidad, como asuntos de Ecología Política y de Derechos Humanos, en los que hay que trabajar en este real problema del cambio del clima en el Planeta Tierra, que ya lo experimentamos en esta generación.
Lo cierto es que sin financiamiento adecuado y sin política con educación climática para la descarbonización; según el estimado del Panel Intergubernamental del Cambio Climático la temperatura global promedio en 10 años sobre pasará el 1.5°C, mencionado como umbral climático por el Acuerdo de París de 2015.
En tal razón el futuro planetario está en nuestras manos, con acompañamiento de la Ciencia y Tecnología.