Crear es por supuesto destruir convenciones, romper con comodidades idiotas, deshacer maneras de hacer ¿sagradas?, no son sagradas, más bien se vuelven inútiles y perjudiciales.
Donde los miedosos bloqueados no encuentran nada y regurgitan lo-mismo-de-siempre (ese es su negocio) los más inspirados descubren o inventan jardines deliciosos en los abismos más altos. No tan difícil, si posees la valentía moral e intelectual suficientes.
¿Notaron que Dumont HACE LO QUE QUIERE? Dumont hace una película sencilla, solo opta por varias combinaciones aparentemente imposibles. Ha parido sin duda un objeto emocionante y único. ¿Qué más se puede pedir? La erótica de parir un mundo no entrevisto antes.
Y yo estoy harto de los cineastas cobardes sacadores de fotocopias.
Hay una especie de hipocresía en sentir esta película como extraña. Dumont solo se ha paseado por lo que puedes escuchar en una radio o en tu playlist, distintos tipos de estilos musicales (y ni siquiera todos los posibles). Esta película hubiera sido aún más razonable si se hubiese puesto aún más loca.
Ya. Haz un musical. Sobre Juana de Arco. Que nada te detenga. ¡Ah, los escenarios naturales para el género más artificial! ¡Niñas dialogando como lo harían dos filósofos! ¡Y resulta!
Nuevas formas de percibir, de estructurar, encuentros dispares de mares anímicos, electrochoques estéticos, expanden tu ser. ¿Juana de Arco? ¿Musical? ¿Qué estoy viendo? ¿Cómo puede…?
Algunos huyen despavoridos.
La seriedad absoluta, ¡es Juana de Arco!, más lo cómico, lo ridículo, lo sublime, sientes todo eso en unos pocos segundos, muchas veces, con esta película.
Qué Juana de Arco quieres ver, cuántas hay. Las que quieras, si eres capaz.
No sé por qué haya que dar todo por sentado. Es mejor que todo parezca posible, que a continuación pueda pasar cualquier cosa. Tienes razón, Dumont. La furia ante la maldad solo puede expresada de manera metalera…
Qué espera un espectador. Sorpresas, rarezas. Lo nuevo. El mejor espectador que los mejores hacedores de películas esperan.
Película en estado salvaje: de Pasolini a Simón del desierto de Buñuel, de Von Trier a los Straub.
¿Qué música escucharía o compondría Juana de Arco en 2017 D.C.?
El peso del texto hablado-cantado-himneado-rapeado habla de una Juana radical, revolucionaria, que cuestiona a dios mismo. Que quiere la solución real más allá del engaño y la cobardía. Y es cómico que se demore como se demora para decidirse a ir hasta el fondo de su misión trágica. El Dios y Patria es más bien, o es también, o es más áun, Justicia y Revolución.
Hay frases del texto de Péguy usado en la película que hubieran podido ser citados por el Godard de Film Socialismo o Adiós al lenguaje.
Cineastas del futuro, repitan conmigo: Quiero ser tan libre como Bruno Dumont.
Dumont es un subversivo festivo.
Finalmente, o en principio, esta es una película contra la lógica mutiladora (también en lo estético, el ‘decoro’) del capitalismo. Casi con los materiales de un reality (“Yo soy Juana de Arco“) Dumont se burla de la pureza babosa del espectador más conservador, acostumbrado a lobotómicas sesiones de homogeneización.
Juana de Arco sigue siendo útil.
Dan ganas de resucitar a Juana de Arco solo para que vea esta película.