Opinión

200 veces Tilsa

Lee la columna de Gabriel Rimachi Sialer

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“Si Jorge Chávez vive en el corazón de los peruanos, ¿en el corazón de quién vivimos los peruanos?”, se preguntó alguna vez Luchito Hernández. Jorge Chávez, símbolo y referencia de una parte importante de nuestra nación, nunca ha estado en un billete pero le dió su nombre a la Escuela Central de Aviación del Perú, cuya primera promoción tendría en José Abelardo Quiñones su más alto referente y héroe nacional. Quiñones sí estuvo en un billete, el de 10 soles, durante muchos años, hasta que el canto centenario de Chabuca Granda pudo más y a punta de valses y polémica se instaló en el billete verde que ya todos conocemos.

Sólo la muerte es para siempre, y por eso es que la memoria celebra la vida de quienes dejaron una huella profunda en la historia del país. José María Arguedas entró en reemplazo del historiador Raúl Porras Barrenechea, y es quizá, entre el color y el diseño, uno de los billetes más lindos que tenemos ahora. El gran Abraham Valdelomar tuvo su billete —que llevaba los colores del “Caballero Carmelo”— pero se retiró para ser reemplazado por la historiadora María Rostworowski (terror de algunos arqueólogos e historiadores que la trataban con la punta del zapato por ser autodidacta), y que alguna vez, luego de bajar del auto que estacionaba en el jardín de mi abuela, le dijo “Ahhh, Naty, así que Gabriel entró a arqueología, ¿y en San Marcos? Dígale, que vaya a verme”, pero esa es otra historia.

Y bueno, todo este preámbulo es para tratar de explicar y entender la importancia de la presencia de algunos rostros en los billetes de circulación nacional. Llegamos así entonces al billete más grande que tenemos, el rosado, el de 200 soles, el Santa Rosita, patrona de las Américas, Indias y Filipinas, nacida en 1586 y canonizada en 1671 por el Papa Clemente X, la primera santa americana canonizada y cuyo cuerpo descansa en el convento de Santo Domingo (por donde nos escapamos alguna vez para “tirarnos la pera” los alumnos del Santo Tomás de Aquino). La Rosita entonces es un peso pesado recontra pesado, la Mike Tyson de nuestra memoria en billetes, y su imagen debería haber sido reemplazada por alguien del mismo peso, cosa difícil claro está, pero no imposible. Tilsa Tsuchiya fue una pintora peruana de ascendencia japonesa y china, egresada de Bellas Artes, y cuya obra es francamente bella, atravesada por el color de los sueños. “Yo pinto la realidad, los sueños son reales” le dijo alguna vez al poeta Juan Ramírez Ruiz. Tilsa falleció, joven, en 1984, a los 55 años, víctima del cáncer. Su obra es poca pero importante, y sin embargo ¿basta eso para reemplazar a Santa Rosa y aparecer en el billete de más alta denominación? Creo que no. Y aunque ya está todo consumado, deberíamos conocer quién decide estas cosas y cuáles son los criterios que se manejan. Aunque no lo crean, es importante.

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