El 15 de enero de 1881, fue el suceso más funesto y sangriento de la historia del distrito de Miraflores. Se trata de “La batalla de Miraflores”, que en el marco de la guerra del Pacifico, se volvían a enfrentar peruanos y chilenos.
Empezó, alrededor de las 14.30 horas; sin embargo, un día antes, el 14 de enero, las comandancias de ambos países acordaron negociar un armisticio, para dar cese a toda la sangre derramada en San Juan. Pero, inesperadamente las tropas chilenas del general Manuel Baquedano seguirían avanzando para estar preparados ante una eventual batalla.
El traidor fue el dictador Nicolás de Piérola, quien era presidente en esos momentos; y aceptó el pedido de tregua de los chilenos para darles tiempo; mientras, las tropas chilenas estaban en sus jolgorios emborrachándose, abusando mujeres y quemando rancherías, lo cual los mantenía desunidos para poder enfrentar algún ataque. Es allí donde el coronel Andrés A. Cáceres ve oportuno atacar con su batallón de dos mil hombres al desperdigado y ebrio ejército chileno, con el propósito de acabarlos y así ganar la guerra.
Pero, infortunada fue la sorpresa cuando Cáceres solicitó el permiso para el ataque, al dictador Piérola, el cual se lo negó rotundamente, alegando que —le había dado su palabra— al general Baquedano de no atacar. Naturalmente, los chilenos se recuperaron y se olvidaron de la tregua y así empezó el ataque, en medio de una confusión de disparos entre ambos bandos.
Chile era superior en artillería y en soldados, pues contaba con 13,000 efectivos, 80 cañones y 8 ametralladoras. A diferencia de los 6,000 efectivos peruanos, más 6,000 en calidad de reserva, 19 cañones y 8 ametralladoras, organizados en 9 Reductos.
Alrededor de las 19.00 horas, se produjo la derrota. Miraflores, Barranco y Chorrillos fueron incendiados y saqueados por la tropa chilena. El traidor de Piérola, luego de disolver en plena batalla al ejército peruano, enviándolos a internar sus fusiles en el cuartel Santa Catalina, se replegó hacia Lima y luego huyó hacia la sierra.
No obstante, la colonia italiana defendió con su vida la defensa de Miraflores, igual que muchos profesionales miraflorinos; incluso, jóvenes estudiantes voluntariamente integraron la lucha para defender valerosamente su patria, pero nada se pudo hacer.