Opinión

11 palabras de Julia Wong

Lee la columna de Julio Barco

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Hablar de la literatura de Julia Wong es evocar la voz de una de las escrituras más experimentales de nuestro país. Su obra camina entre la poesía más desgarrada, a caballo en diversos idiomas, en la búsqueda eterna de una mirada propia y de país en país. Sin olvidar su trabajo como gestora cultural, con el Festival Chepén Chepén que activa una propuesta de poesía y comunidad en la región nor-peruana.

Así, en su poética de más de veinte obras, consta de trabajos insulares como «Pessoa en Wong» (2017) donde nos permite observar un diálogo entre el autor portugués y la escritora tusán. Frente a su nuevo trabajo «11 palabras» (Cocodrilo Editores) sentimos el sentimiento de quien abre una puerta incierta. ¿Qué novedades nos trae ahora? De entrada, este libro nace de un espacio puntual: el dolor. No es la escritura del que in situ padece un dolor, sino de la reflexión posterior a experimentarlo. El tema de la enfermedad y literatura viene construyéndose con autoras como Susan Sontag.

En el Perú, podemos evocar el trabajo de Orbegoso sobre el mismo tema, o el desgarrador poemario de Morquencho; sin embargo, en Wong se trata de un ejercicio de memoria y de afirmación en el poder de la palabra; por eso, la primera etapa del libro se titula Post Operatorio. De entrada, nos advierte que son un grupo de palabras que un amigo, Arturo, le propuso el ejercicio de escribir un texto a diario.

Son estas 11 palabras —perdón, amistad, esperanza, guerra, hembra, ilusión, maternal, miedo, bosque, mitología, traducción— las que articulan una mirada diversa en el ejercicio de recobrar el mundo a través del signo: «Así supo que, cuando uno escribe e intenta acercar una imagen a la palabra que la describan, la imposibilidad viene con ella, que lo que el observador registra no tiene nada que ver con lo que quiere retratar. (pág, 107)» La siguiente parte del libro Reflejo Inverso, continúa el plan encomendando, pero con nuevas rutas internas; y, finalmente, la sección Otros cuentos donde observamos un recorrido de lugares y sentimientos.

El trabajo de la literatura es volver a meternos al sentido, al sentido que se pierde en estados de radical sufrimiento. Ante el dolor, podemos gritar, llorar, o escribir.

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