Como es sabido, el arte que imperaba en nuestro medio hasta mediados de la década del 40 del siglo pasado, era exclusivamente descriptivo; ortodoxia heredada del arte europeo, el cual mantenía cánones estéticos que aún regían al mundo y era de carácter eminentemente figurativo.
Es así que en esos años, varios artistas locales -de reciente estadía europea- traen consigo, aunque con 30 años de retraso, las nuevas ideas del arte abstracto que ya había alcanzado madurez en más de medio planeta.
Sin embargo -y como fecha excepcional- en 1942 el pintor Juan Manuel De La Colina, perteneciente al grupo de pintores que regreso de Europa, exhibe en Lima pinturas netamente abstractas. Circunstancia que como es de suponer generó controversias y rechazo de todo el ámbito artístico limeño, el cual era de dominio figurativo/realista y cuyo eje tenía, ¿cómo no? …………… al «indigenismo», cuyo teórico y líder era José Sabogal.
Como consecuencia de esta «fiebre de lo indígena» nacen «los independientes» (grupo de pintores no necesariamente abstractos que renegaban de los postulados «sabogalianos”) y, del cual muchos de ellos abrazaron -por evolución-, la abstracción como medio expresivo para su pintura.
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Por ende, estos artistas más los que regresaron de Europa en el segundo lustro de los 40’s, redefinen la pintura peruana dotándola de frescura y de todo un universo de posibilidades creativas, estético/filosóficas e insertando al arte peruano en el nuevo contexto artístico que ya asomaba con dominar al mundo.
Entre estos pintores cito -aparte de Juan Manuel De La Colina- a Ricardo Sánchez y Fernando de Szyszlo quienes en 1945 ya bebían de la abstracción y se nutrían cada vez mas de esta forma de hacer arte.
*No sin olvidar a Enrique Kleiser, pintor suizo afincado en Lima, quien en 1950 exhibe obra abstracta en la «galería de Lima»*.
Pertenecen a este grupo los pintores Ricardo Grau, Jorge Eduardo Eielson, Macedonio De La Torre y Adolfo Winternitz. No olvidando al recordado «grupo espacio», cuyo líder, el arquitecto Luis Miró Quesada Garland propulsaba las nuevas ideas de lo abstracto, recordemos de que Szyszlo también integró este grupo. ¿Y cómo no?, al instituto de arte contemporáneo ( IAC ) -anteriormente galería de Lima- importantísima y capital institución que mostraba «lo último» en arte. A todo esto se suman un sin fin de hechos que motivaron tanto adeptos como detractores.
Se llega así a la década del 50 en la cual jóvenes artistas asumen con fervor e ímpetu el dogma abstracto, generando toda una revolución en el arte peruano y transmitiéndosela a las nuevas generaciones por venir.
Artistas tales como Emilio Rodriguez Larraín, Luis Bresciani, Jorge Piqueras, Fernando Vega, Eduardo Moll y Benjamin Moncloa entre otros.
Son justamente estos dos últimos pintores quienes organizan en 1958 -museo de arte de Lima- el «primer salón de arte abstracto»; evento que oficializa la aceptación del arte abstracto en el Perú. Y que de hecho marca la pauta sobre «un antes y un después» en el quehacer artístico de nuestro medio.
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Cabe resaltar de que en el ínterin de toda esta vorágine causada por lo abstracto, pintores maduros y reconocidos en el medio local -todos ellos figuras de primera fila en la historia del arte peruano -, se acogen también al «nuevo» dogma. Hablo de pintores como Juan Manuel Ugarte Elespuru, Alberto Dávila, Carlos Aitor Castillo, Sabino Springett y Carlos Quispez Asín.
Se llega pues al final de la década y a comienzos de los 60’s cuando emergen notables pintores y escultores abstractos como Enrique Galdos Rivas, Alberto Guzmán, Milner Cajahuaringa, Herman Piscoya, Alfredo Ayzanoa, Armando Varela, Miguel Nieri, Venancio Shinki, Arturo Kubotta y Ella Krebs, entre muchos artistas que contribuyeron a afianzar, expandir y darle identidad al arte abstracto peruano.